Teatro: El último rinoceronte blanco. Teatros del Canal


La maternidad y el amor sobrevuelan este montaje desde el comienzo, y no precisamente de la mano. La necesidad del ser humano por procrear choca en determinados momentos con el amor que se siente por la pareja, ya que llegado el momento todo debe ser "compartido". Desde este punto de vista tan particular, este montaje nos habla del amor como algo obsesivo, tanto hacia la pareja como hacia la familia. Un torbellino de sentimientos que nos llevará por caminos intransitados, capaces de hacernos vivir situaciones nunca antes planteadas.






El acudir a una obra en la sala negra de los Teatros del Canal ya es una experiencia en si misma, por la singularidad de su localización, las peripecias que hay que hacer para acceder, pero sobre todo por la originalidad de los montajes que en ella se programan. En este caso estamos ante una de las propuestas escénicas más originales de los últimos tiempos, un montaje en el que conviven el teatro y la danza, la imagen y la música, la tradición y la modernidad, todo ello para hablarnos de forma directa sobre aspectos que nos tocan de lleno como seres humanos. Una obra que nos habla de las responsabilidades que tenemos como seres humanos con la gente que nos rodea, pero sobre todo nos habla del amor en muchas de sus versiones.



La Compañía Draft.Inn de la forman parte la actriz y directora Carlota Ferrer y el dramaturgo José Manuel Mora, vuelven a unir sus fuerzas tras la maravillosa "Los cuerpos perdidos", que pudimos disfrutar en el Teatro Español a principios de esta temporada. Esta interesante pareja artística, que trabaja junta desde que se conocieron estudiando en la RESAD, han creado algunos de los montajes más bellos de los últimos tiempos, con un sello muy particular, en el que aúnan el teatro la danza y la música, para crear piezas de una belleza apabullante. Mora y Ferrer abordan su particular visión de Ibsen tras sorprendernos con su versión del drama lorquiano "Esto no es la casa de Bernarda Alba". Este sello tan original volverá a verse en esta versión de "El pequeño Eyolf", el texto de la última etapa de Henrik Ibsen (publicado en 1894) en el que se inspira la obra que podemos ver estos días en los Teatros del Canal.


Para esta ocasión la dramaturgia la comparten Ferrer y Mora, mientras que la dirección corre a cargo de Carlota Ferrer (con Enrique Sastre Escandón como ayudante). Mora ha participado en el texto para, según cuenta, rebajar el tono melodramático propio de la época, asegurando que "de ese melodrama noir, seco, nórdico que plantea la obra en un principio, la historia acaba proponiendo un drama existencial, metafísico y espiritual. Los diálogos de la pareja son de un alto voltaje emocional tremendo, son puro Bergman. Y el texto contiene unas imágenes poderosísimas". Con estos mimbres, los autores crean un particular universo en el que todo tiene cabida

La obra habla de temas universales que tienen vigencia más de un siglo después de su publicación, y eso fue lo que empujó a Mora y Ferrer a embarcarse en este nuevo proyecto. Conflictos que a todos nos resultan cercanos, como pueden ser la maternidad o el cuidado a nuestros seres queridos, hace que la obra nos resulte cercana, casi familiar, pese a lo lejano de los personajes, tanto cronológica como físicamente. La obra, que se mueve entre la palabra, la danza, la música y la imagen, nos transmite la sensación de que nuestra sociedad no dista tanto de la finales del siglo XIX.


La vida de una peculiar familia es el centro de esta interesante propuesta, que ya desde la escena inicial se nos muestra como algo fuera de lo común, tanto en el forma como en el contenido de lo que nos quieren contar. Personajes que viven focalizados en el amor, un amor que llega a ser obsesivo, dañino, poniendo a los protagonistas en situaciones realmente extremas. La música nos hace llevar de manera más sosegada todos los dolorosos acontecimientos que van ocurriendo, la danza da un toque poético a tantas cosas que son difíciles expresar con palabras, creando imágenes que se meten en nuestra cabeza con un impacto demoledor.


El escritor Alfred Allmers vive obsesionado por su trabajo y la realización de un libro sobre la educación de los hijos. Un día, durante un viaje familiar, decide aparcar su trabajo para llevar a la práctica todo eso que le obsesiona a la hora de escribir. Desde ese momento decide centrarse en cuerpo y alma en educar a su hijo, el pequeño Ejolf. Ante este cambio de actitud, su mujer Rita no parece muy entusiasmada, ya que siente como poco a poco su marido se va alejando de ella. Allmers y Rita, que llevan varios casados, nunca han prestado mucha atención al pequeño, por lo que ese cambio en el escritor hace que todo en el seno de la familia se tambalee. Rita cada vez se siente más sola y a cada paso que da para acercarse a su marido, él da varios para alejarse de ella. Una grieta en su matrimonio que se hace cada vez más grande.


Para este montaje, Carlota Ferrer vuelve a contar con parte del elenco de "Los cuerpos perdidos", que tan buen resultado le dio. Así repiten Verónica Forqué, Cristobal Suárez, Julia de Castro y Carlos Beluga. A ellos se unen Lucía Juárez, Alejandro Fuentes o Mateo Martínez en el papel de Ejolf y Emilia Lazo. Un elenco que maravilla por sus coreografías grupales (creadas por la propia Carlota Ferrer), en las que podemos ver una sintonía total a la hora de transmitir ciertos sentimientos que se entienden mucho mejor desde el cuerpo. En este aspecto hay que valorar la pareja formada por Carlos Beluga y Lucía Juárez en un despliegue físico maravilloso, dejándonos escenas de una belleza abrumadora.




Cristobal Suárez está inmenso en su papel de Alfred Allmers, en un papel en el que despliega todo su poderío, tanto físico como interpretativo. Una batalla descomunal la que mantiene con Julia de Castro, que da vida a Rita. La actriz y cantante está inmensa en toda la obra, con un dolor que se nos transmite y nos impacta de manera desgarradora. La escena final, de una melancólica belleza que ejemplifica la poética de toda la obra, nos muestra a una Rita desolada, con una tristeza que duele, mientras nos canta una preciosa y tristísima  canción que pone el colofón a la obra.

La interpretación de Verónica Forqué, pese a ser breve, marca el tono y da el pistoletazo de salida a lo que es la dramaturgia de la obra. Su grandioso y muy intencionado monólogo inicial nos sirve como prólogo de todo lo que vamos a ver. Una intervención muy medida pero que deja huella. Su conversación con Ejolf es de una ternura absoluta. Como ya hemos dicho, la pareja formada por Lucía Juárez (en el papel de la "Lolita" hermanastra de Allmers) y Carlos Beluga (en el papel de su enamorado) destila sensualidad y belleza en cada movimiento, mientras sus escenas dramáticas tienen unos niveles de surrealismo muy divertidos. El papel de Ejolf se lo turnan Alejandro Fuentes y Mateo Martínez, mientras Emilia Lazo completa el elenco en su papel de sirvienta de la familia.


Carlota Ferrer se ha encargado, además de la dirección y de las coreografías, del diseño de la sencilla pero eficaz escenografía (con Miguel Delgado como ayudante) y del vestuario (que dota a cada personaje de un plus de surrealismo muy ingenioso). El montaje creado por Ferrer está lleno de bellos momentos formales, de pinceladas estéticas muy acertadas, en las que da prioridad a lo visual frente al contenido. Para crear este particular universo, la directora cuenta con la cálida y elegante iluminación de David Picazo, el cuidado y exquisito espacio sonoro creado por Sandra Vicente y la ingeniería de Fernando Valero. Todo esto permite que la obra transcurra en torno a un elenco que se mueve con total libertad por el espacio escénico, dando aún más belleza a la composición de cada una de las escenas. 


Como todas las obras que estrenan el tándem formado por Carlota FerrerJosé Manuel Mora, esta pieza destila belleza en cada escena, discurriendo ágilmente entre la danza, la música y la palabra. Una interesante manera de llegar al espectador, abordándolo desde lo estético para que la dureza de lo que se cuenta tenga menos impacto. Una verdadera maravilla visual y conceptual, en la que todo encaja dentro de un aparente y deliberado caos

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El último rinoceronte blanco
Teatro: Teatros del Canal
Dirección: Calle Cea Bermúdez 1
Fechas: Miércoles, Jueves y Viernes a las 22:15.
Entradas: Desde 8,50€ en teatroscanal. Del 24 de Abril hasta el 12 de Mayo.

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