La Geometría del Trigo en Teatro Galileo.

         
 Parece que la vuelta es un hecho. Y parece también que el dichoso virus que nos lleva por estos derroteros tan inciertos, o los saltos temporales están en boga en esta nuestra sociedad, a veces tan absurda, a veces tan sin saber para dónde ir.

 
Y es aquí, cuando una pausa nos visita. Nos viene a ver en forma de viaje, en forma de búsqueda. Joan se busca, en una tierra dura, seca, pasada y pesada. Una tierra muy tierra. Muy nuestra, muy de siesta a cal y canto bajo un sol abrasador que nos inmoviliza y nos asusta ante los posibles cambios. “No tengo ni puta idea de quién soy “.Y es que Joan busca su pasado acudiendo a un pueblo andaluz de los de siempre. Va al entierro de su padre, al que nunca conoció. Y del que nunca nada supo. Un padre que ni él mismo se conocía. Otra búsqueda interior. Otro giro matemático que se nos presenta en esta deliciosa obra del maestro Conejero. Dos bancos enfrentados nos van presentando a los personajes, a ritmo de una pequeña gota, iluminando un escueto escenario, como los recuerdos de Joan, como su educación emocional, de la que todos hemos bebido. “No supimos hacerlo mejor”, le cuenta su madre por carta. 
 Y Joan acude al pueblo, a sus orígenes. Vuelta a la tierra. Se suceden los personajes. Su madre Beatriz, su padre Antonio. Su abuela, la madre de Beatriz. Samuel, el amigo de su padre. Y Laia, su pareja, tan perdida como él en este vaivén emocional tan atemporal, tan represivo y liberador, tan resistente al cambio. El pan como el de toda la vida. Un escenario teñido de olivos, olivos, y mas olivos. Conejero nos presenta una búsqueda interior, un personaje que intenta bucear en su pasado para entender su presente, y poder decidir su futuro dignamente, con una base emocional inexistente. Joan, ¿por qué nos está pasando esto?Lo que nos pasa es que no nos pasa nada“.
 La geometría del trigo nos presenta una España rural transicional en todo menos en la emoción, en la transmisión de una educación tapada, donde estaba mal visto hablar de las emociones, de tus miedos, de las libertades a anhelar. La represión, la queja, la exigencia de la justicia, la identidad sexual, las otras familias… temas por los que brujulea este trabajo tan sincero, tan de dentro y tan de verdad, como nos cuenta en ocasiones Beatriz, mirándonos a los ojos. Un respeto por un trabajo cocido a fuego lento, de mas de un año, que nos ofrecen unos personajes cargados de vida, de compañerismo, de miradas espacio temporales que se cruzan y que nos invitan a la propia reflexión interior. Sin culpabilizar, sin juzgar, solo con una responsabilidad del que no fue educado para hacerlo.
 Otras miradas nos invitan a un cambio que no llega “las cosas nos tienen que ir bien Antonio. Aquí nos enseñan a vivir con miedos, a no hablar por miedo”. Una ligera pincelada lorquiana aparece, aunque no nos abruma, nos deja respirar. Nos deja pensar que otra sociedad es posible. Otros olores de la tierra, de la pertenencia a un lugar, a una infancia que nos marca, que no nos deja viajar en ocasiones. El vínculo nunca desaparece y siempre estás a tiempo de protegerlo.
 Un trabajo actoral conjunto impecable. Una escucha atenta, cariñosa, un crecer con el otro, una respuesta siempre para avanzar, para mejorar. Una absoluta armonía. Destacar el papel de Ángela Villar, que con libreto en mano es capaz de transmitir el espíritu de Laia, y caminar con los demás. El elenco maravilloso. Gracias por respirar teatro. Es tan de verdad cuando te llega. Y qué decir de la dirección, un elemento más de la obra, presente en todo momento en el montaje, en la mirada de los actores, en cada gesto, en cada silencio, en cada escucha
 Gracias también por esa delicadeza, por esa investigación también interior. Tan personal. Todo ello acompañado de una iluminación certera, de un vestuario humilde con sus guiños temporales, con esos bancos que no enfrentas, sino que unen. La geometría del trigo nos invita a esa reflexión interior que nos hace daño a veces, que nos asusta, pero que sin duda nos ayuda a crecer y a entender a esas generaciones que no pudieron hacer más de lo que hicieron, y a las que tanto debemos.
Un gusto volver a esta nueva normalidad tan anormal pasando momentos tan de verdad con este montaje. El Galileo nos abre sus puertas, y nos vuelve a abrazar, aunque en estos tiempos esté tan mal visto.

               

Teatro: Teatro Galileo
Dirección: Calle Galileo 39
Fechas: Del 10 al 27 de Septiembre. Jueves, viernes y sábados a las 20h. Domingos a las 19h30
Entradas: 20€ en teatrogalileo
        

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