Teatro: Cada vez nos despedimos mejor. Naves del Español.

Las despedidas duelen, se quedan enquistadas en nuestro corazón y hay que dejarlas cicatrizar como a una herida profunda. Existen relaciones mal resueltas, inacabadas, a las que no se les ha dado el cierre adecuado, y se repiten en el tiempo como quien gira en un tiovivo. Dos personas, dos mundos que se van entrelazando a lo largo de los años para dejar muescas que nos van perforando, que nos obligan a volver, a buscar de nuevo esa mirada, ya sea de unos ojos o a través del objetivo de la cámara. Es difícil despedirse, pero hay que hacerlo para poder seguir viviendo.


Estamos ante una deliciosa comedia, llena de humor negro y ternura a partes iguales. Una relación que se estira en el tiempo como un chicle que ya ha perdido su sabor pero del que no podemos desprendernos. Las relaciones personales, el amor, la separación, el dolor ante la pérdida, la soledad tras la despedida, el destino, todo esto subyace en esta impecable historia que salta de forma prodigiosa por varios momentos vitales del protagonista. Desde la naturalidad del relato, todo encaja a la perfección, en una secuencia vital que nos emociona, nos divierte, nos estremece, nos cautiva. Porque en eso consisten las relaciones amorosas, y por eso cuestan tanto las despedidas.



Esta coproducción de Producciones Come y Calla y La corriente del golfo nos muestra la vulnerabilidad del ser humano, capaz de tropezar varias veces en la misma piedra buscando que el final de la historia pueda ser diferente, cuando por todos es sabido que "segundas partes nunca fueron buenas". Pero todos nos sentimos identificados por este loco enamorado, que persigue una y otra vez la reconstrucción de un amor imperfecto, pero que no le deja seguir con su vida. La búsqueda casi obsesiva de esa nueva oportunidad, esa en la que todo será diferente, esa en la que se vuelven a cometer los mismos errores.


El dramaturgo, guionista y director mexicano Alejandro Ricaño ("Más pequeños que el Guggenheim", "El amor de las luciérnagas", "Mierda y el secreto del carnicero", "Idiotas contemplando la nieve") ha sido el creador de esta íntima pieza en la que un solo personaje nos cuenta su historia de amor vivida en distintos momentos vitales, en una persecución por conseguir un ideal inalcanzable. Usando como telón de fondo dos hechos históricos que marcaron los últimos años del país azteca, la historia transita por los distintos acontecimientos con soltura, para ponernos en situación, mientras nos va montando las piezas de la historia de amor imposible del protagonista. Con continuos saltos temporales vamos encajando las piezas de este puzzle que no termina de encajar, en el que siempre parece haber piezas que faltan, esa última oportunidad para el amor que siempre parece ser la definitiva.


La obra transita con firmeza, con elegancia, con un texto inteligente cargado de verdad, con un lenguaje cercano que nos hace empatizar con el protagonista desde el primer momento. La historia se mueve en torno a una historia de amor que una pareja no consigue terminar de cerrar, e intentan comprender cual puede ser la manera de estar juntos, en diversas situaciones vitales, a lo largo de casi cuarenta años. Una búsqueda obsesiva por encontrar ese amor que perdure en el tiempo. Una relación que se rompe y se recompone a lo largo de los años, marcando siempre los diferentes acercamientos con hechos históricos acontecidos en México. Con una elegante dirección, la historia salta en los diferentes momentos históricos, como si un malabarista intenta hacer el más difícil todavía (el encaje idóneo de la relación) en busca del salto final con el que acabar, esta vez si, con la historia de amor tantas veces repetida.


Estos dos hechos históricos que encuadran la obra nos sitúan en el año 1979, en una serie de acontecimientos dramáticos que marcaron a todo el país, y el 2017, con el último gran terremoto que hizo tambalear a todo México. Pero la realidad es que estos hechos son solo la excusa, el contexto en el que transcurren las vidas de Mateo y Sara, los hechos puntuales que marcaron una relación de casi cuatro décadas. El destino quiso que ambos naciesen en los albores de la década de los setenta (en los últimos minutos del 31 de Diciembre del 79) y que esta coincidencia parece que los unió de una forma casi mágica durante un largo periodo de sus vidas. Dos terremotos, en los años 85 y 2017, son los instantes claves de sus vidas y de su relación. Durante el primero, ambos se separaron de sus madres. En el segundo se despidieron por última vez.

Y durante esos casi cuarenta años, una relación llena de encuentros y desencuentros, de pasión y desengaños, de un ir y venir en busca de una relación que no daba más de si. En ese tiempo intentan hacer revivir ese amor a lo largo y ancho de un país que se resquebraja por momentos. Momentos clave, marcan sus vidas, como nos ocurre a todos. La muerte de la madre de Sara la deja huérfana y con una cámara Polaroid instantánea, lo que le hace convertirse en fotoperiodista y viajar por todo el país documentando los distintos acontecimientos que van marcando la historia mexicana. 


Esta decisión convierte la relación entre ambos casi en una road movie, en la que Mateo persigue a Sara en sus continuos viajes a lo largo del país, en busca de una nueva oportunidad en la que todo salga bien. Una búsqueda que comienza en su primer encuentro, durante la marcha posterior a las elecciones de 1988. Ese día Sara tomará la primera fotografía de su vida, en la que casualmente aparecerá Mateo de forma accidental. Otro presagio que marcará el devenir de sus vidas. Tras ese primer encuentro, comienza una búsqueda obsesiva por intentar estar juntos a lo largo de los años, en una carrera que los llevará por los hechos más trágicos de la historia mexicana, desde guerras hasta catástrofes naturales. Todo esto va uniendo los puntos de una endeble relación, que se va deshaciendo al mismo ritmo que se descompone el país.



Y todo esto nos lo cuenta Diego Luna de manera magistral, con la sencillez de quien sabe que domina a la perfección el relato. El actor domina la escena, la hace suya, para llevarnos de la mano por esta espinosa historia, en la que el amor y el dolor, la pasión y el abandono, nos miran a los ojos con una pasmosa naturalidad. La historia se mueve al ritmo que marca Diego, capaz de hacernos reír en los momentos más duros, de emocionarnos ante los hechos más esenciales de la obra. Una interpretación impecable, llena de matices, de sentimiento, de fuerza, toda la que este consagrado actor sabe transmitir a cada proyecto en el que participa, desde que saltara a la fama con la maravillosa película "Y tu mamá también".


La pieza es un monólogo en el que Luna está acompañado en escena por el músico Darío Bernal, que interpreta en directo la banda sonora de esta historia de encuentros y desencuentros. Toda la composición musical original ha sido creado por Alejandro Castaños y por el propio Darío Bernal. Una deliciosa composición que acompaña al actor en todo momento, creando la atmósfera necesaria en cada instante de la obra. Bernal se mantiene en un segundo plano, pero aún así lo tenemos siempre presente, le notamos deslizarse en su espacio, cambiar de instrumento, tocar con delicadeza, como si tuviese la precaución necesaria para no romper la magia del relato.


Y todo ello sucede en un casi vacío espacio escénico, diseñado por Matías Gorlero, en el que cobran especial importancia la calidez de las luces. Dos sillas separadas unos metros es todo lo que necesita esta historia para transitar los 38 de esta peculiar historia de amor a la carrera. Una impecable iluminación (obra del propio Gorlero) que le da a cada escena una textura diferente, teniendo en cuenta los diferentes estados de ánimo del personaje, las casi antagónicas situaciones por las que se mueve, los diferentes momentos históricos. En esta pieza tan minimalista, destaca el vestuario de Diego Luna, con esa cinta naranja en el pelo y una indumentaria atemporal que encaja perfectamente con el paso del tiempo. 


En definitiva, estamos ante una interesante propuesta, llena de ternura y de amor, pero también con momentos de dolor y drama. Una historia de amor que se desvanece con los años, a la que los dos involucrados intentan agarrarse casi más por rutina que por verdadera convicción, y que termina en un común acuerdo. Es mejor despedirse bien y que cada uno pueda seguir con su vida, sin tener que echar la vista atrás en busca de heridas por cerrar. Preciosa y divertida interpretación de Diego Luna, que como él mismo dijo en el estreno, no sabemos porque ha tardado tanto en venir a un teatro madrileño. Esperemos que vuelva pronto.



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Teatro: Naves del Español
Dirección: Paseo de la Chopera 14.
Fechas: Del 25 de Junio al 10 de Julio. De Martes a Domingo a las 19:30. 
Entradas: Desde 15€ en Naves del EspañolPrograma de mano.

FICHA ARTÍSTICA

Texto y dirección: Alejandro Ricaño 

Con: Diego Luna

Composición música original: Alejandro Castaños y Darío Bernal

Músico en directo: Darío Bernal 

Diseño de espacio escénico e iluminación: Matías Gorlero

Diseño de vestuario: Sara y Mateo

Residencia de ayudantía de dirección: Noelia Pérez

Una coproducción de Producciones Come y Calla y La corriente del golfo



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