Teatro: Los desiertos crecen de noche. Teatro del Barrio.

Detrás de la risa, el matiz, el color, el olor, el peso de la palabra.

Después del entusiasmo, el eco del mensaje.



Los desiertos crecen de noche es un mosaico construido con piezas del Teatro Breve de José Sanchis Sinisterra: Ahí está, Vacío, Cerrar los ojos, Instrucciones, Discronía, Presencia, Carta, De tigres, Espejismos y Abandonos.


En el número 20 de la calle Zurita, nos dan la bienvenida al Teatro del Barrio, en su bar nos animan a formar parte de su cooperativa y tras esta antesala de construcción cultural colectiva, el escenario. Nada a la vista, apenas un reloj de campana iluminado.

En la primera pieza nos adentramos en una búsqueda sin contexto, pero casi de inmediato empezamos a analizar nosotros también por qué está ahí, quién lo puso, si es una pregunta o acaso una respuesta, ostentoso y ostensible, si solo está ahí. ¿Es acaso un símbolo? No, nos dicen que no tanto. David Lorente y Concha Delgado se encargan de inaugurar este espacio musical, delirante, divertido.


Teclado, cajón, trompeta, güiro y voz, también algún que otro graznido y rugido salen de este cuarteto interpretativo, en el que David Lorente y Clara Sanchis se encargan de la dirección.

José Luís Patiño intenta llenar el vacío, a base de movimiento, ocuparlo todo, porque, como nos dice: “Desde el centro el vacío se nota más”. También nos habla de Demóstenes, practicando oratoria frente al mar embravecido.

Rodolfo y Ludovina son actores, como les dice su director, real y ficticio, él apenas les da la materia prima mientras trabajan en una escena muda. Ellos, aparentemente se odian, creen que se odian, están el uno frente al otro, en sentido figurado, deben distinguir cuándo les hablan en sentido literal y figurado. Deben hervir por dentro y que no se les mueva una pestaña. “¿Captáis el matiz?”.

Esta vez David Lorente da instrucciones sobre cómo coger un arco, mientras advierte “El camino de la elevación espiritual no tiene atajos”, envuelto en un kimono que va acariciando el suelo y sobrevolando la sala. Le habla al pupilo de su padre, un gran hombre, o quizás de otro, puede que esté confundido. “¿Se da cuenta de su obsesión analítica, instigatoria? Por eso suda”.

¿Por qué el eco en todas estas piezas? Porque una vez representadas siguen sonando: “Lo que dejó de ser no será nunca más”, “hablando se enciende la gente”, “se me van suicidando las palabras” y la que más me impactó: “uno solo no puede nada”. No sé si esto es lo que se le llama proyectar, mi reivindicación casi obsesiva de la comunidad, la cooperativa teatral de barrio, este Teatro del Barrio que comparte teatro y alma un lunes, que nos abre los brazos a los grandes autores con la humildad de un amigo.

“Si los miras, los ves

Si los ves, están ahí,

Si están ahí, existen

Incluso en un desierto ocurren cosas, solo hay que mirar”.

Ahí está el Teatro, llenando el Vacío que se nos forma en el alma, ese agujero por el que tenemos que Cerrar los ojos, y no hay Instrucciones que valgan, solo necesitamos esta Discronía, romper con la rutina para notar nuestra Presencia, plantar los pies en la tierra, escribirnos una Carta a nosotros mismos, integrar ese rugido De tigres, alejarnos de Espejismos y olvidarnos de los Abandonos.


Ficha artística

Autor: José Sanchis Sinisterra.
Intérpretes: David Lorente, Clara Sanchis, Concha Delgado y José Luís Patiño
Dirección: Clara Sanchis y David Lorente

Música original: Los Pájaros
Fotografía: Isabel de Ocampo y Pablo Gallego Boutou.
Espacio Escénico y vestuario: Los Pájaros

Una producción de PRODUCCIONES ARTÍSTICAS TRIANA SL, en colaboración con Los Pájaros y el Ayuntamiento de Torrelodones.


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