Con el cartel de "entradas agotadas para todas las funciones" se estrena la esperada versión de una de las novelas más queridas por toda una generación y que estaba señalada en nuestras agendas teatrales desde el mes de Septiembre como uno de los estrenos de la temporada. Y tenemos que decir que la obra es puro disfrute, alegría, emoción, diversión. Todo el montaje destila amor por cada palabra, por cada escena, compromiso con transmitir todo lo que la autora quiso plasmar en su texto. La obra nos lleva a un universo de color y de fantasía en el que volveremos a disfrutar como los niños que fuimos, de la mano de la deliciosa Sara Allen y de los peculiares personajes con los que se cruza por su camino.
En este año en el que se cumple el centenario del nacimiento de la novelista Carmen Martín Gaite, una de las novelistas más destacadas y queridas del siglo XX, el Teatro de La Abadía ha programado dos montajes basados en sus escritos. El primero en estrenarse es esta "Caperucita en Manhattan", con adaptación y dirección de Lucía Miranda. La novela, escrita en 1990, es una de las que alcanzó un mayor éxito y de las más apreciadas por el público.
Juan Mayorga, director artístico del teatro, reconocía en la presentación de la obra que "me resulta hermoso recordar que Carmen Martín Gaite empieza Caperucita en Manhattan citando la frase de Elena Fortún de Celia en el colegio: 'A veces lo que sueño creo que es verdad, y lo que me pasa me parece que lo he soñado antes... Además, lo que ha pasado no está escrito en ninguna parte y al fin se olvida. En cambio, lo que está escrito es como si hubiera pasado siempre'. Esta frase podría aplicarse a lo que pasa en un escenario y creo que esta Caperucita en Manhattan va a quedar en nuestra memoria". Para continuar con la celebración del centenario de la autora salmantina, a finales del mes de Febrero tendremos la oportunidad de ver "El cuarto de atrás" (del 27 de Febrero al 16 de Marzo), con dramaturgia de María Folguera, dirigida por Rakel Camacho e interpretada por Emma Suárez, Alberto Iglesias y Nora Hernández.
Esta producción del Teatro de La Abadía es una bomba de relojería, una fascinante explosión de emociones y de situaciones surrealistas, con una estética cercana al cómic que engancha al público de inicio a fin. En estas semanas debe haber pocos sitios en Madrid que transmitan tanto buen rollo y tanta alegría como las salas de este teatro. No se si están programadas a la vez por casualidad o no, pero hacer coincidir en escena dos montajes tan enérgicos, divertidos y singulares, como son "Travy" y esta "Caperucita en Manhattan" es todo un acierto y una bendición para estos días desapacibles. Dos propuestas que destilan verdad, sinceridad, amor por la profesión, ganas de hacer disfrutar al público desde dos lugares muy diferentes pero que sacan al niño que todos llevamos dentro.
La directora y dramaturga Lucía Miranda reconocía en la presentación de la función que "llevo queriendo hacer Caperucita en Manhattan desde que hago teatro y leí la novela cuando tenía 11 o 12 años, cuando me la regaló mi madre en una Feria del Libro. Me gustó tanto, que al año siguiente regresé con la novela y Carmen Martín Gaite me lo firmó y en la dedicatoria me puso: 'Feliz relectura y pérdida por Manhattan'. Efectivamente, lo releí y me perdí por Manhattan y creo que el libro me generó las ganas de viajar, leer y creó el imaginario que sería vivir en esa ciudad". Podemos decir que este deseo de Miranda ha merecido la pena, ya que el resultado de este anhelo de adolescente es maravilloso. Tiene el desparpajo de una comedia cercana a los comics de Ibáñez (los personajes que rodean a la protagonista son divertidísimos), la emoción a flor de piel de quien lleva la novela en el corazón y una alegría y colorido en la propuesta que no dejan a nadie indiferente. Si a todo esto sumas la manera con la que la directora "juega" con el público, el éxito es arrollador.
La obra de Carmen Martín Gaite es una reinterpretación del cuento de Perrault y es un claro ejemplo del poder de la ficción como espacio seguro, como refugio ante la adversidad. Es una loa a la libertad y a la dificultad de ejercerla, un manifiesto a ser tú mismo. Una obra que parece estar escrita hoy, en una época en la que anhelamos parar, en la que las mujeres no dudan en ocupar los espacios públicos y en la que a diario nos enfrentamos a la difícil labor de elegir un camino. Y Lucía consigue transmitir toda la esencia de la obra, toda esa emoción, la búsqueda de la libertad, el anhelo de Sara por lo desconocido, la búsqueda de la felicidad, la inquietud de una niña por conocer, la intriga ante lo desconocido. Una obra cargada de energía, buen rollo, desparpajo, atrevimiento a la hora de plasmar una novela tan universal y tan reconocible para todas las personas que se enamoraron de las peripecias de esta niña por Manhattan. Creo que no me equivoco al decir que los amantes de la novela saldrán emocionados del teatro, al ver un montaje lleno de ternura, de color, de alegría, de energía positiva, de amor por la obra.
Para Miranda, esta es una historia sobre los niños que fuimos y los abuelos que seremos. Sobre la libertad y la soledad, y la soledad de ejercer tu libertad. Sobre el Oz contemporáneo que es Nueva York, como ejemplo de la aventura a lo incierto. Y sobre el viaje: el de Carmen Martín Gaite, el de Sara Allen, el mío, el de todas las que un día decidimos dejar lo conocido para vivir la aventura de ser nosotras mismas. Una historia que nos lleva a reconciliarnos con nuestra infancia, que nos lleva a jugar por las calles de Manhattan como esa niña locuaz, un cuento convertido en una fantasía onírica llena de color y diversión, que directora y actrices juegan con maestría.
La obra nos lleva desde Brooklyn a Manhattan de la mano de la soñadora Sara Allen, la acompañaremos a ver a su abuela, una antigua cantante de music hall y nos perderemos con ella por las misteriosas calles de la ciudad. En este apasionante viaje nos encontraremos con peculiares personajes que habrían firmado Tim Burton o Javier Fesser, desde un pastelero millonario a una mujer que vive en la estatua de la libertad y deambula por las noches por la ciudad. Una fantástica y emotiva propuesta que nos traslada a un Nueva York de fantasía, en un cuento de hadas contemporáneo del que no querremos salir.
Y todo esto ocurre gracias a un portentoso elenco formado por cuatro impresionantes actrices que dan vida a una veintena de personajes. Ellas son Carolina Yuste, Miriam Montilla, Carmen Navarro y Mamen García, a las que acompaña Marcel Mihok al contrabajo y dando vida al millonario pastelero. Un elenco fabuloso, que funciona a la perfección, en el que todas ellas están increíbles, arriesgando con cada personaje, dándolo todo para crear en cada escena un universo particular lleno de luz, color y mucha comedia. Da la sensación de que han tenido que disfrutar mucho en la creación de los personajes y en los ensayos, probando cosas de lo más extravagantes que funcionan a la perfección.
Comencemos por la maravillosa Carolina Yuste (la sustituirá Mar Calvo en la función del día 8 de Febrero), que nos regala una interpretación llena de vitalidad y ternura, dando vida a Sara Allen. Tengo que reconocer que no soy objetivo con esta actriz. Me parece una de las personalidades del momento, por su personalidad arrolladora, por su atrevimiento a la hora de elegir los proyectos en los que se mete, por su polivalencia, por su generosidad, por su valentía. Y una vez más vuelve a demostrar su fuerza, su energía, su generosidad en el esfuerzo, su vitalidad, dándole a la protagonista toda la luz y el color que necesita. Impecable como siempre, haga lo que haga. Una de las actrices del momento.
Junto a Carolina Yuste tenemos a tres veteranas actrices que se lanzan a unas interpretaciones apabullantes, divertidas, gamberras, un salto al vacío sin red que nos deja unas interpretaciones memorables. Miriam Montilla ("La función por hacer", "Misántropo", "Fiesta, fiesta, fiesta") da vida, entre otros papeles, a la madre de Sara, un papel lleno de ternura, que muestra las dificultades de comunicación de la madre protectora y la hija soñadora. Una actriz camaleónica que se divierte y nos hace disfrutar con sus continuos cambios de registro y de personaje.
La que más arriesga en este aspecto es Carmen Navarro ("Punto y coma", "Pisazo!", "Lavar, marcar y enterrar, el musical"), que da vida a Lynda Taylor y a la mayoría de los personajes secundarios masculinos de la función, a cual más arriesgado y más divertido. Una interpretación que son muchas, todas con infinidad de matices, arriesgando y apostando fuerte por personajes caricaturescos que funcionan a la perfección. Por último, tenemos a Mamen García ("Éramos tres hermanas", "Billy Elliot", "Follies"), que se mete en la piel de Miss Lunatic, un personaje maravilloso porque se sale del tiesto, ofrece alegría y esperanza. La compenetración con Carolina es máxima, dejándonos algunos de los momentos más tiernos y bellos de la función.
Todo esto sucede en una escenografía cercana al cómic, creada por Alessio Meloni (encargado de la escenografía y el atrezo, maravillosos ambos), que nos remite a ese espacio tan emblemático y neoyorkino como son las lavanderías, espacios funcionales y también donde se desarrollan las relaciones sociales. Además, existe ese componente metafórico en la renovación constante de lavar la ropa. Un lugar mágico en el que puede pasar de todo, con mil vueltas de tuerca al espacio, a los recovecos que se crean, las lavadoras que mutan en infinidad de cosas... un escenario que cobra vida y va cambiando al mismo ritmo que las actrices de personaje. Para estos cambios constantes de personajes hay que hablar del fascinante vestuario ideado por Anna Tussel y que cuenta con un diseño de Ágatha Ruiz de la Prada, hecho ad hoc para la propuesta, realza la personalidad de cada uno de los 21 personajes que interpretan las actrices. Para terminar, debemos destacar la cuidada iluminación de Pedro Yagüe y la exquisita composición musical creada porNacho Bilbao.
En definitiva, estamos ante uno de los estrenos de la temporada. Un gran inicio para la celebración del centenario del nacimiento de la gran escritora Carmen Martín Gaite. Todo agotado y la sensación de que esta versión le habría encantado a la autora. Una obra llena de luminosidad, diversión, alegría, ingenio. Una propuesta colorida, gamberra, que nos emociona y nos divierte, que nos invita a jugar y a viajar al encuentro con el niño que fuimos. Una maravilla visual, una ingeniosa puesta en escena, unas interpretaciones descomunales. Un gran homenaje para una obra referente de la literatura del siglo XX. Esperemos que vuelva para poder volver a disfrutar de este luminoso paseo por las calles de Manhattan. Gracias Lucía Miranda por tu mirada, gracias Carolina Yuste y compañía por vuestro trabajazo, vaya viaje.
Texto original: Carmen Martín Gaite Dramaturgia y dirección: Lucía Miranda Reparto: Mamen García, Miriam Montilla, Carmen Navarro, Carolina Yuste y Marcel Mihok (contrabajista)
*La función de tarde del 8 de febrero, el personaje de Sara Allen será interpretado por Mar Calvo Diseño de escenografía y atrezo: Alessio Meloni (AAPEE) Ayudante de escenografía y atrezo: Mauro Coll (AAPEE) Taller de realización: Mambo Decorados Diseño de vestuario: Anna Tusell Ayudante de vestuario: David DeGea Confección: Gabriel Besa Ambientación: Marisa Echarren Pelucas y utilería vestuario: Matías Zanotti Iluminación: Pedro Yagüe Ayudante de dirección y coach actoral: Belén de Santiago Meritoria de dirección: Ares B Fernández Composición musical: Nacho Bilbao Diseño de sonido y vídeo: Eduardo López Diseño gráfico: Sergio de Carlos Producción: Teatro de La Abadía Producción ejecutiva: Sarah Reis Ayudante de producción: José Luis Sendarrubias y Gema Iglesias Fotografía: Dominik Valvo Estudiante de escenografía en prácticas: Yaiza Martín Colabora: Teatre Nacional de Catalunya Agradecimientos: ABE Abraham Velázquez, Pablo Coll, Sylvia Piotrowski, Luis Sorolla y Henry White