El Teatro Infanta Isabel nos ofrece la posibilidad
de volver a disfrutar durante tres únicas funciones de la obra El caballero
incierto. A partir de uno de los personajes de La carne - la novela de Rosa Montero-
Laila Ripoll nos descubre la apasionante historia de Josefina Aznárez.
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Cuando se abre el telón aparece el salón de una casa
cuyo estilo y mobiliario nos traslada a finales del siglo XIX.
Fotografía perfecta, un retrato. Pedro Casablanc
con un monóculo a través del cual viajaremos bajo la mirada de cuatro figuras que
parecen haberse sentado a conversar y componer esto a lo que Xavier Albertí ha
tomado a bien describir como un monodrama musical que se acompaña de la sonata La
tempestad de Beethoven, cuplés y zarzuelas de la época en la que vivieron sus
dos protagonistas.
La sala Fernando Arrabal de las Naves del Español
nos ofrece la posibilidad de disfrutar de la obra El caballero incierto. A
partir de uno de los personajes de La carne - la novela de Rosa Montero- Laila
Ripoll nos descubre la apasionante historia de Josefina Aznárez.
Contar muchas vidas a través de la propia es algo al
alcance solo de unos pocos. El reflejo de una generación plasmado en las líneas
que Gerardo Vera con la compañía de José Luís Collado, decidió un día escribir
sobre una etapa gris que él muy temprano teñiría de technicolor. Las líneas y
la vida que hoy son homenaje póstumo, que su familia teatral toma como solo
aquellos que son la familia elegida pueden hacerlo, de la manera más
encantadora en el término mas estricto de la expresión y del modo mas
respetuoso.
José Luís Arellano toma las riendas de la dirección
con el máximo rigor, dotando a la pieza del ritmo preciso, no hay sobresaltos,
no hay rapidez. La mesura parece adueñarse del espacio y del trabajo de la mano
de Carlos Hipólito como transmisor de sensaciones, en los que sientes como la vida pasa y cambian las relaciones en
tanto va cambiando uno mismo. Los amores de hoy son los odios de mañana que
pudieran devenir en compasión.
Carlos Hipólito es un actor con tantas aristas al que
parece imposible encasillar. Su voz sin duda le acompaña y me resuena
humildemente a un contador de historias al que podrías escuchar sin descanso. Al actor
no le hace falta ningún elemento externo, solo la verdad que imprime a su
trabajo, su cadencia en el gesto y en su movimiento son suficientes para
realizar un trabajo de primer orden. No hay estridencias, no hay banalidades,
toda palabra tiene un sentido. Sin atisbo de dar lecciones de historia o
proveerse de verdades absolutas, consigue mantener al espectador atento sobre
al menos una verdad, la vivida por Vera y toda una generación en una España
encorsetada y con olor a naftalina.
Como tantos, Vera soñaba con otra vida, lugares
lejanos, lejos de esa España de falange y misa de domingo. Para Vera el domingo
era un día especial y es que a su pueblo el domingo llegaba el cine y era el
momento de vivir esas vidas que tanto imaginaba. La infancia privilegiada de
Vera terminaría en el momento en el que su familia pasara a vivir en la ruina,
su padre al que tanto quería había terminado de la forma mas dolorosa con la
estabilidad de la familia. El odio hacía su padre presente en escena, rabia
contenida, decepción en las entrañas del que nada puede hacer.
Viajaremos con Hipólito a Londres en un viaje hacía su eterno amor al cine y al teatro. Descubriremos con él, el amor y
sin duda el desamor. Su compromiso político, la vuelta a España de un hombre
que ya había cambiado, la reconciliación con su padre ya debilitado. Pero ante
todo constante, su amor al teatro que le acompañó hasta los últimos días.
Pocos elementos en escena, como dije, no son
necesarios. Mesas que permiten cambiar de ubicación al actor, situarnos en
diferentes contextos, una maleta, junto a un vestuario austero pero impecable,
mostrando la coquetería en el vestir, ni una arruga, zapatos brillantes como
los de antes. Todo ello de la mano de Alejandro Andujar en el trabajo de
vestuario y escenografía. El espacio volante, simbolizando las imágenes en
blanco y negro, simbolismo onírico y el Nodo. Un bello trabajo de video escena de la mano de Álvaro Luna y colaboración de Elvira Ruiz. Si bien, hubiera sido
bonito ver en algún momento el mar en color, porque Oceanía es hoy una realidad
que no se puede teñir de gris.
Una preciosa pieza que habla del pasado con una clara
mirada al futuro. Encantadoramente recomendable.
Teatro: Naves del Español. Sala Max Aub
Dirección: Paseo de la Chopera 14.
Fechas:Del 3 de marzo al 24 de abril. Martes a Domingo 19:30