Hace no tanto tiempo, las vecinas
y los vecinos del barrio sacaban las sillas y se sentaban a charlar, se ponían
en el pollo de la puerta en los pueblos donde un desconocido era la comidilla
de dimes y diretes todo el día. Mientras tanto miraban por la mirilla,
criticones por doquier. El uno criticaba a la vecina de al lado, la otra sabía
cada horario y movimiento del vecino de arriba, pero también se saludaban, se
pasaban la sal, se ayudaban cuando hacía falta. No hace tanto tiempo.
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