Las relaciones personales son débiles, la propia coherencia del individuo se tambalea en determinados momentos para dar lugar a juegos perversos en los que nos mueve más el instinto animal que la cordura. Los triángulos amorosos siempre tienen vencedores y vencidos, aunque si lo vemos en su totalidad suelen perder todos, metidos en una vorágine de mentiras y traiciones que acaba resultando insostenible. Una traición que empieza por el prójimo y acaba en uno mismo.
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