Los regresos no deseados siempre son incómodos. La necesidad de escapar del lugar que te vio nacer te hace por momentos llegar a estar incómodo con la sola idea del regreso. La morriña, ese término tan relacionado con los gallegos, explica ese dolor, esa añoranza por la tierra que consideras propia. Pero también existe un rechazo, casi irracional, cuando asocias ese lugar con episodios duros de tu vida, con duelos perdidos que nunca llegaron a tener un final, o al menos no el deseado. Ese regreso a la tierra de tu familia, que arrastra irrevocablemente a todos esos recuerdos de tiempos pasados.
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