La Desconquista. Casa Palacio de los Villarreal. Festival de Almagro
De nuevo Almagro. Un año más. Almagro y sus teatros, y sus calles, y sus gentes, y sus piedras y palacios, sus soles, sus sombras, sus lomos de olla, sus tintos de verano, sus ginebras de cuento, sus cantos, sus risas. Su festival, cita anual ineludible. Y en este sueño de una noche de verano, nos encaminamos a la preciosa Casa Palacio de los Villarreal en un barco a la deriva en esta noche juliana. Otro clásico, ineludible también, disfrutón y disfrutoso. Ron Laláy su desconquista, y sus instrumentos, sus velas, sus crónicas, su talento. Su pasión. “Rema, rema, rema. Es nuestro lema”.
Allí que nos lleva esta compañía tan entrañable, a finales del XVI. 1592, donde tres náufragos a la deriva vagan al Nuevo Mundo, ni tan nuevo, ni tan mundo. Tres hombres buscando sus destinos. El capitán Hernán Galán, que busca su gloria, el marino Fulano que busca fortuna y el fray Pío de la Cruz, que busca la fe en almas ajenas. Y dos cronistas, fieles escuderos que anotan, narran, cantan y cuentan las aventuras, peripecias, andanzas y desventuras de estos tres personajes donde nada es lo que parece. Donde todo cambia, como la vida, donde todo muda, como nubes en una tarde ventosa manchega.
Música, verso, comedia en estado puro, crónicas indianas a ritmo festivo, notas celestiales en forma de redondillas, romances, letrillas, coplas, octavas reales… Farsas y farras musicales donde las ambiciones, los miedos, las miserias, los enredos, los delirios, los anhelos, las chanzas y los desenfrenos nos desconquistan y reconquistan al más puro estilo ronlalalero. Ese estilo que siempre nos cautiva, que nos conquista, que nos deleita entre tiburones delirantes, evangelios, glorias, patatas y fortunas. “Ay mi Sevilla, puerta del nuevo mundo”.
Con maese Lucero a las luces, tierras a la vista, calzonazos en calzones, pillos con humanidad y risas, muchas risas, Ronlalá nos ofrece su visión del nuevo Mundo, de esas crónicas venidas de lo desconocido. Nos ofrece su maravilloso texto, ese que nos deleita los oídos. Álvaro Tato lo ha vuelto a hacer. Ha vuelto a dramaturgiar las palabras, ha vuelto a maravillar el lenguaje para hacer de él poesía y belleza. Para sentir el texto retrotrayéndonos a esas épocas miserables y mágicas, con aires fríos y brisas cálidas. Ya son tantas veces, con sus burros, sus flechas de amor y tiempo en todas hieren y una mata, sus tebanas, sus molieres, sus juanes ranas. De nuevo la magia en la pluma, en el sentir. De nuevo el gran Tato nos seduce. Porque esa es la base, el texto, y de ahí ya nace todo. Nacen los enredos, los líos, las chirigotas, las músicas, las chanzas, el ritmo, las risas. Todo nace de ahí. De este mundo, viejo y nuevo, grande y sencillo.
Y aparece lo que no se esconde, aparecen reyes en pieles de pillos, aparecen madres superioras, inquisidores, sores en mantos religiosos, aparecen también pícaros enamorados en armaduras marineras, tiburones y mosquitos, indios, ángeles, bufones, padres, madres, marinos y marines. Sueños y pesadillas. Aparece la farra, la fiesta, el desenfreno. “No digas mi secreto”. Aparecen los personajes, el elenco.
El fulano Juan Cañas, el cronista Miguel Magdalena, El fraile Diego Morales, Luis Retana, cronista también y el galán pícaro Daniel Rovalher. Aparecen los artistas, los cómicos, los que dan vida al tinglado. Y lo hacen tan bien, lo riman tan bien, nos manejan tan bien, dominando registros y códigos, escuchas y ritmos. Respeto en escena, compañerismo para subir a ese barco que nos lleva surcando los océanos literarios, los mares de letras. Aguas que desembocan en nuestras butacas amando lo clásico y el clásico, en este siglo de oro y barro, con tantos paralelismos, con tantas similitudes… Que bien y que fácil lo hacen. Solo nos queda agradecer el esfuerzo, el talento y trabajo. Como pesan las coronas en estos tres eternos comediantes, más bien cinco, en estos cinco calzonazos que nos marinan y manineran. Que nos suben a la barca, que nos arrían las velas, que nos abren el apetito con sus patatas y sus tortillas, que nos sumergen en estos océanos poéticos y cómicos.
El timón de Yayo Cáceres nos fascina también, con ese ritmo tan ágil, con esa cadencia tan rica, con esa sutileza, con esa mirada tan respetuosa, con esa musicalidad más allá de ritmos e instrumentos, arriados por Miguel Magdalena en su parte musical. Esos descubrimientos internos y externos en esta fiesta en escena, en esa fábrica ultramarina y carnavalesca, en esa capa y espada de farsa y comedia. En busca de amazonas y tesoros, en busca de fes y reinos a descubrir, teñido de actualidad, como solo Tato sabe introducirlo, migraciones y emigraciones, culturas y razas, fronteras, ejércitos, el poder. Denuncia social tras las velas, con guiños, con sonrisas. Oriente y Occidente en tablas a la deriva.
Ya recogemos velas, ya llegamos a puerto. Felices, satisfechos, embriagados una vez más ante otra genialidad ronlalalera. Súbanse a la goleta, embarquemos con ellos, vayamos a desconquistar sin salir de casa. Preparen provisiones para el viaje. Disfruten una vez más. La desconquista nos conquista. Se lo dice un ronlalalero más. No dejen de sentirla, vívanla. Remen, remen y remen.