Nunca está de más hablar de la importancia de la educación dentro de una sociedad, más en estos tiempos en que la gente alardea tanto de su ignorancia y se jacta de no leer. Por eso, recuperar textos como el que nos ocupa adquieren una gran trascendencia. Porque en él podemos vislumbrar la lucha de unos maestros por llevar el conocimiento a cada rincón de nuestro país, en aquellos tiempos en el que los porcentajes de población analfabeta eran alarmantes. Desde la necesidad de poner en valor algo tan importante como la educación, admiramos esta propuesta y nos dejamos llevar por la lucha de aquellas que quisieron enseñar por encima de cualquier cosa.
Las versiones sobre clásicos tienen el peligro de las comparaciones con las ideas preconcebidas que de ellos tengamos en nuestra cabeza. Pero creo que uno de los puntos fuertes de este montaje es la verdad que despliega, la honestidad de cada uno de sus personajes, lo bien tratadas que están las diferentes situaciones que van atravesando la vida de los protagonistas. Desde el posicionamiento claro de la autora, la obra se desarrolla con la acritud de una época convulsa, con el devenir de esa apasionada maestra, que intenta poner el conocimiento por encima de cualquier otra cosa. La importancia de la educación como cimiento esencial para una sociedad libre y evolucionada.
Esta producción del Centro Dramático Nacional es grandiosa en la forma y en la concepción misma de lo que persigue. Porque en estos tiempos de inmediatez, el estar durante más de dos horas atentos a lo que ocurre en escena es de un gran mérito. Y mucho de eso es lo que intenta transmitir el contenido de esta fascinante propuesta. La urgente necesidad de poner a la enseñanza en el lugar que le corresponde (por mucho que lo políticos quieran mercadear con ella). "Mi revolución está en la escuela" es el late motiv de la protagonista. Una defensa a ultranza de la educación como el arma más poderosa para que las sociedades avancen. Este descomunal montaje es un homenaje a todos esos millones de analfabetos que poblaban nuestro país a comienzos del pasado siglo, pero sobre todo a las maestras y maestros que lucharon por acabar con esa lacra, que llevaron los libros y el conocimiento a los lugares más recónditos. Un relato que nos interpela directamente, porque la educación es la única vía para avanzar de una forma civilizada, sin violencia y con diálogo.
El clásico de Josefina Aldecoa ha sido adaptado por Aurora Parrilla, quien afirma que "en esta función queremos mostrar que no hay dos bandos, sino 40 millones de bandos porque había tantas posturas como personas. Este texto es un mosaico de realidades de la época. En la novela todo está contado desde el punto de vista de Gabriela y yo he querido que los demás personajes tuvieran su propia identidad, sus conflictos, que hablaran por sí mismos para plasmar las múltiples Españas para acercarnos a la realidad y no quedarnos con un trozo". En esta versión veremos a la propia Josefina Aldecoa, que en los oscuros años del franquismo recupera la memoria de su madre para crear el Colegio Estilo, inspirado en la Institución Libre de Enseñanza, como un gesto de resistencia cultural y pedagógica. Su madre fue la que inspiró el personaje de Gabriela, protagonista de la novela, una joven que cree en la fuerza de la enseñanza como motor de la sociedad.
La dramaturga reconoce que "las historias, depende de dónde y cuándo las escuchamos, nos vienen a contar algo diferente. Cuando esta historia llegó a mí, sentí una enorme responsabilidad. Esta historia no llega tranquila, llega con urgencia y con necesidad de comunicar algo que estamos a punto de olvidar, pero que también estamos a tiempo de recoger para transformar nuestro futuro, para soñarlo como verdaderamente lo deseamos". Aquellos maestros que soñaban con un mundo mejor basado en la enseñanza para todos, para poder conseguir desde el diálogo una paz tan anhelada como deseada. En estos tiempos, en los que se intenta despreciar la educación, estos montajes que hacen hincapié en la necesidad de saber para poder discernir y creamos una opinión, son muy necesarios.
Raquel Alarcón ("Todo lo que veo me sobrevivirá", "Daniela Astor y la caja negra", "Sueños y Visiones de Rodrigo Rato") se está convirtiendo en las últimas temporadas en una de las directoras más solventes e interesantes de una nueva generación, que habla con firmeza de temas de actualidad y se preocupa por dar voz a realidades silenciadas, como hizo en "400 días sin luz", el brillante montaje que se pudo ver hace un par de años en este mismo teatro. En esta ocasión nos trae este clásico para hablarnos de educación y de la necesidad del saber elemento fundamental del pensamiento crítico. Creo que en la cultura está el alma de los pueblos. Y creo que la educación es el vehículo que la hace posible, la materializa, cuenta la directora.
Alarcón define la obra como "la historia de una maestra que, como tantas otras, estuvo viajando y recorriendo toda la zona rural española, de pueblo en pueblo, con un sueño que era poder llevar la cultura y la educación a los lugares donde más se necesitaba". Pero esta versión va un paso más allá, abre más el plano de la historia para contar también la historia de una familia, de una mujer que además de maestra es madre y también es la historia de un país. La obra nos habla del peligro de enseñar y de la sed que tenemos de aprender. Me muestra cómo es el mundo hoy y me habla del futuro que nos espera.
Como ya hemos comentado, la obra gira en torno a la figura de Gabriela, una maestra de comienzos del siglo pasado que cree en la educación por encima de todo. La veremos viajar por escuelas rurales para llevar su pasión por enseñar a los lugares más alejados, pero también llegará hasta Guinea Ecuatorial para intentar que no haya un solo lugar con gente analfabeta. En los tiempos convulsos que le toca vivir, sueña con una España menos ignorante, se emociona con los avances de la República y sufre los estragos de la Guerra Civil. Nuestra protagonista vive el totalitarismo de Primo de Rivera, la pasión desatada con la llegada de la República y el dolor de la Guerra, siempre con la convicción de que la educación es una herramienta peligrosa con la que se puede vencer una guerra.
Pero esta obra nos enseña también a la hija de Gabriela, Josefina, que acabó fundando el Colegio Estilo en Madrid en plena dictadura franquista. Una hija que no solo recoge el relevo de su madre sino, sobre todo, su fe en la enseñanza. La historia de toda una generación, de todo un país, de toda la gente que se movilizó con el propósito de salir de la ignorancia, de tener una educación que les hiciese ser libres. La frase de Gabriela "Solo a través de la educación se puede transformar una sociedad" resuena a lo largo de toda la función, y llega hasta nuestros días con la sensación agridulce de que no hemos aprendido nada... toca volverse a hacer la pregunta: ¿Se puede salvar un país desde las aulas?
Uno de los puntos fuertes de esta propuesta es el fabuloso elenco, que trabaja al unísono con precisión para crear unas transiciones precisas y de gran belleza. Con Julia Rubio encarnando a la maestra y como protagonista absoluta de la obra, el resto de personajes giran a su alrededor de forma prodigiosa. Esther Isla, Thomas J. King, Andrés Picazo, María Ramos, Víctor Sainz, Ainhoa Santamaría, Fernando Soto, Alfonso Torregrosa y Pablo Vázquez se reparten todos los personajes que aparecen en la historia, con fantásticos cambios de registros en cada momento de la obra. El registro lo cierra una entrañable Manuela Velasco, dando vida al alter ego de la autora, la hija de la maestra, creando una deliciosa relación entre la madre y la hija. Un trabajo coral impecable que resalta en cada escena la polivalencia de los intérpretes y la soberbia dirección de actores.
Todo ello sucede en una majestuosa escenografía diseñada por Pablo Chaves, que va cambiando en los diferentes momentos de la historia, desde que la maestra consigue su título hasta los años devastadores de la Guerra Civil. Todo ello dentro de una estructura que se va construyendo y destruyendo en las diferentes etapas históricas, que simboliza la escuela. El aula como epicentro y corazón de la obra. Los monumentales decorados se acompañan con una prodigiosa iluminación diseñada por David Picazo, que sabe sacar la tonalidad precisa en cada momento. E todo esto hay que sumar las proyecciones de Elvira Ruiz que dan un mayor empaque al espacio escénico, al mostrar al espectador más cosas y dibujando unos lienzos de gran belleza. Otro elemento fundamental para crear el ambiente preciso es el espacio sonoro creado por Kevin Dornan. No podemos terminar este apartado sin nombrar el cuidado diseño de vestuario de Paola de Diego.
En definitiva, podemos decir que es fabuloso montaje en torno a un texto fascinante. Una dirección excelsa, que sabe situar cada pieza en su lugar para que todo crezca desde lo colectivo, con el foco puesto siempre en la figura de la maestra. Pero ante todo, es una maravillosa reflexión sobre la importancia de la educación. En estos tiempos oscuros (algunos pasajes de la obra nos recordaban, por desgracia, a episodios de nuestros días), en los que los "grandes referentes" se pavonean de no leer, cobre mucha mayor importancia este tipo de espectáculos. Solo a través de la educación se puede transformar una sociedad. Algo que debemos tener en cuenta a la hora de proteger nuestra educación, para que las próximas generaciones puedan seguir transformando el mundo.
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Teatro: Teatro Valle-Inclán. Sala Grande.
Dirección: Plaza de Lavapiés. Calle de Valencia 1.
Fechas: Del 21 de Noviembre al 11 de Enero. De martes a domingo a las 20:00
Duración: 2h 20min aprox.
Encuentro con el equipo artístico: 4 de Diciembre.
Función matinal: 16 de Diciembre a las 12:00.
Funciones accesibles: 8 y 9 de Enero.
Taller de conciliación: 29 de Noviembre.
Entradas: Desde 10€ en entradasinaem. Programa de mano.
EQUIPO
De
Josefina Aldecoa
Adaptación
Aurora Parrilla
Dirección
Raquel Alarcón
Dirección asociada
Laura Ortega
Reparto
Esther Isla, Thomas J. King, Andrés Picazo, María Ramos, Julia Rubio, Víctor Sainz, Ainhoa Santamaría, Fernando Soto, Alfonso Torregrosa, Pablo Vázquez, Manuela Velasco
Escenografía
Pablo Chaves
Iluminación
David Picazo
Vestuario
Paola de Diego
Música y espacio sonoro
Kevin Dornan
Videoescena
Elvira Ruiz Zurita
Movimiento
Alba Blanco
Ayudante de dirección
Sabela Alvarado
Ayudante de escenografía
Amalia Elorza
Ayudante de iluminación
Marina Cabrero
Ayudante de vestuario
Vanessa Actif
Ayudante de sonido
Giovanni Mandrisi
Ayudante de vídeo
Alba Trapero
Diseño de cartel
Emilio Lorente
Tráiler
Macarena Díaz
Fotografía
Geraldine Leloutre
Producción
Centro Dramático Nacional
Archivo sonoro procedente de los fondos de la Biblioteca Nacional de España







