Teatro: Paloma negra. Teatros del Canal

 La vida de los emigrantes en general, y de los republicanos españoles en particular, es dramática. El sentirte en la necesidad de tener que abandonar tu país, dejándolo todo atrás, sin tiempo incluso para poder recoger aquellas pertenencias que quisieras que te acompañasen. Y tras la huida, el desierto. La llegada a un lugar inhóspito, hostil en la mayoría de los casos, y que en ningún caso consideras tu casa. ¿Puedes llegar a olvidar aquella tierra que dejaste atrás? ¿Puedes adaptarte a este nuevo lugar? ¿O quedarás para siempre anclado en ese océano que separa ambos mundos?



Con el dolor del exilio al son de las rancheras mexicanas, y con el árido desierto como telón de fondo, la angustia de sentirse desubicado sobrevuela a unos personajes cargados de melancolía y cuentas pendientes. Varios son los temas que de forma tangencial aborda esta dolorosa, y a la vez entrañable, historia, en la que poco a poco florece un dolor enquistado que parecía que no sabía como salir. El miedo a la soledad, la angustia a permanecer en el anonimato, el amor no correspondido, el deseo del poder, muchos temas que se entrelazan y se agitan para dar como resultado un conjunto de corazones rotos, de almas perdidas, de personajes sin rumbo.



Tras el éxito de la deliciosa "La geometría del trigo", la compañía Teatro del Acantilado, con el poeta, dramaturgo y director Alberto Conejero al frente, nos presenta esta desgarradora visión de la emigración republicana en México. Esta coproducción de Teatro del Acantilado y los Teatros del Canal, con la participación de La Estampida, es una poética tragicomedia musical con muchos de los mimbres que hacen especiales cada uno de los montajes de Conejero.  Con la presencia constante de "La gaviota" de Chejov sobrevolando toda la obra, el montaje destila ternura y consigue llegarnos con la calidez de quien hace las cosas con mimo.


El texto de Conejero está impregnado de la poética con la que traza todos sus textos, pero tiznado en este caso de una melancolía y un dolor que sobrecogen. El propio autor dice que "es una poética del exilio. O del exilio entendido en su dimensión poética, filosófica y diría, incluso, que ontológica. Pero no tanto histórica o documentalista. Que este exilio remita a todos los exilios, también al interior. No creo que haga un teatro histórico, creo que hago un teatro sobre la memoria y la memoria siempre es presente, no es pasado". Con la idea de ese exilio presente en todo momento, algunos personajes lo interiorizan como algo espiritual, mientras otros si lo sienten como algo físico, se sienten ajenos a este lugar y añoran el país donde nacieron. 

La Guerra Civil y sus consecuencias han transitado muchas de las obras del autor jienense. "Con La piedra oscura, me ocupaba de la Guerra Civil española; con Los días de la nieve, del franquismo; con La geometría del trigo, de nuestra transición; y siento que Paloma negra viene a completar parte, o a incorporarse, en esta familia de obras que se ocupan de nuestra historia reciente, de nuestra memoria. En este caso, darle voz presente a los primeros exiliados, luego desterrados y finalmente, mexicanos de origen español" reconoce el autor de algunos de los textos más bellos (para muestra los aquí nombrados) escritos en los últimos tiempos. No puedo ocultar mi devoción por todo lo que hace Conejero, me parece maravillosa la ternura y la delicadeza con la que trata cada tema, por duro que sea, la minuciosidad con la que carga de contenido a los personajes, los paisajes oníricos que plantea siempre. La poesía hecha dramaturgia.




En este caso, Conejero asume asume también las funciones de director (con Alicia Rodríguez como ayudante) y consigue un montaje marcado por un tempo de continuo devenir, en el que son los personajes poliédricos y ambiguos los que marcan el devenir de la historia. La obra transita por los ánimos de estos emigrantes, y el montaje consigue impregnarse en cada momento de sus sentimientos.  Es una obra de grandes personajes, por su profundidad y su ambigüedad, llenos de resquicios oscuros que por momentos les duelen y por momentos los vuelven despiadados. "Creo que me he atrevido más a mostrar personajes patéticos, ridículos y, por eso, profundamente humanos. Y cómo en un mismo personaje puede convivir el deseo noble con la acción más cobarde o miserable" y en eso se convierte la historia, en un doloroso camino entre el amor incondicional y el desdén más absoluto, entre la cobardía y el desasosiego, entre la mentira y la franqueza, entre el pánico a los miedos propios y el dolor por los sentimientos no correspondidos.


La historia nos traslada a un desierto, como la metáfora de ese lugar árido en el que un emigrante nunca se siente bienvenido. Un lugar inhóspito, plagado de espejismos y sentimientos contradictorios, tanto hacia el propio lugar como entre los habitantes del mismo. En este apartado espacio, tres hombres y tres mujeres se sienten atrapados, ahogados por una identidad perdida, hundidos por unos logros no alcanzados, succionados por un lugar que les ahoga. Para Conejero, esos personajes "son el corazón de la puesta en escena", los verdaderos artífices de lo que allí ocurre, "una materialidad poética que apuesta por los puntos de quiebre y fuga de lo que consideramos realismo". Con ello quiere que sea el alma de los personajes y sus propia presencia, los que "pongan en crisis cada palabra, toda palabra".

El desierto significa una cárcel y a la vez una promesa, un oasis en el que refugiarse y a la vez una amenaza que impide avanzar. La historia se cuenta desde el dolor de sus personajes, desde los miedos del atrapado, con la añoranza de quien se ve en un lugar que no le pertenece. Son ellos y sus sentimientos los que dan forma al lugar, los que lo retuercen para intentar liberarse de su yugo, y quienes se esconden en él para no afrontar la triste realidad. Estamos ante un montaje de pequeñas historias, de amores no correspondidos y de fracasos que duelen en el alma. La amistad, la soledad, la añoranza, el miedo, la devoción, el dolor, todo tiene cabida en la inmensidad de este seco y tormentoso desierto



Y ante esa inmensidad de arena, perdidos en el medio de la nada, aparecen los seis personajes a los que dan vida el maravilloso elenco, ya convertido casi en familia, que forman José Bustos, Zaira Montes, José Troncoso, Consuelo Trujillo, Juan Vinuesa y Yaiza Marcos (única novedad con respecto al elenco de "La geometría del trigo"). Seis vidas atormentadas, dolidas, sin rumbo, que vagan por este páramo sin saber como salir de la angustia que los oprime. El comienzo de la historia nos muestra a Lázaro (José Bustos), un músico que vive bajo el yugo de una madre que le oprime, junto a su gran amigo Tomás (José Troncoso), el maestro que siente devoción por él pero sobre todo por Manuela (desgarradora Zaira Montes), la joven criada que vive enamorada de Lázaro. La madre de Lázaro (Consuelo Trujillo), una actriz que tuvo gran éxito y vive anclada en el pasado sin asumir que ya no es la que fue, intenta mantenerse viva junto a su amante, el escritor Max Rejano (Juan Vinuesa) al que el éxito le resulta superfluo, ya que no cree en lo que escribe. Junto a ellos aparece Juana (Yaiza Marcos), novia de Lázaro que cae prendida ante el escritor, hundiendo un poco más la autoestima de Lázaro, ya de por si frágil.



Habría que destacar el delicioso, y a la vez tormentoso triángulo formado por Lázaro, Manuela y Tomás. Zaira Montes (a la descubrí en la pequeña joya "Tus otros hijos no te olvidan" y no deja de sorprenderme desde entonces) está descomunal en su papel de Manuela. Nos transmite su angustia, su desidia ante la vida, su dolor por el amor no correspondido, y todo ello con una interpretación impecable, sin ningún exceso pero con toda la fuerza interior que requiere el personaje. Junto a ella compite en dolor y angustia José Bustos (aún le recordamos en "Igual que si en la luna"), en un desgarrador personaje de Lázaro, que ama y es despechado, que toca el piano y es minusvalorado por su propia madre. Un papel desgarrador que va hundiéndose poco a poco en su propio dolor, transmitiendo cada uno de esos golpes con exquisita precisión por parte de Bustos. La tercera pieza de este triángulo es Tomás, el gran amigo de Lázaro que vive enamorado de Manuela, sabiendo que ella no le corresponde ya que está loca por su amigo. José Troncoso (director de las memorables "Las princesas del Pacífico" y "Lo nunca visto") pone la luz a esta dolorosa historia, es la alegría y la parte optimista, intentando siempre que sus "dos amores" estén lo mejor posible. Una interpretación deliciosa, que consigue sacarnos una sonrisa dentro del tono pesimista del resto de personajes. 




Junto a ellos, siempre presente la prepotencia y soberbia de Ana María, madre de Lázaro, que intenta seguir en la cresta de la ola cuando hace tiempo que ya pertenece al pasado. La interpretación de Consuelo Trujillo (impresionante en "Cuando deje de llover")es seca, áspera, desagradable, consiguiendo crear un personaje que nos incomoda desde el primer momento, aunque al final descubramos que también tiene su espina clavada que le hace vivir atormentada. Su amante Max Rejano (cruce de dos ilustres exiliados: Max Aub y Juan Rejano) es un peculiar escritor de éxito, que vive atormentado porque cree que nada de lo escribe tiene valor. El siempre elocuente Juan Vinuesa (referente de una nueva generación, con títulos como "Desde aquí veo sucia la plaza")nos regala un personaje que transita entre el pesimismo ante su obra y sus coqueteos con Juana, que le suben el ego a la vez que le colocan al borde del abismo. Deliciosa su relación con el personaje de Zaira Montes, con la que crea un vínculo especial de confidencias y apoyos. Por último Yaiza Marcos ("Quien dijo que el viernes era día de descanso") da vida a una impulsiva Juana, obsesionada por triunfar como escritora, a cualquier precio. Por el camino a su debacle personal rompe el corazón de Lázaro, se enamora y tiene un hijo con Max, y tras irse a la ciudad en busca del ansiado éxito, regresa decepcionada con la vida y consigo misma.



Todos los montajes de Conejero llevan su poética impregnada en la parte técnica, que transforma cada montaje en un viaje a mitad de camino entre lo onírico y lo real. En este caso la escenografía creada por Alessio Meloni (que también se encarga del vestuario, con la ayuda de Paula Fecker) es una maravillosa composición de distintos planos, uno presidido por el piano que toca Lázaro y que abarca el espacio de la casa, y otro mucho más poético generado por una preciosa composición de longevas cactáceas que se mueven al ritmo de los acordes de la música y permanecen como jueces impertérritos de todo lo que ocurre en la historia. Todo ello iluminado de forma prodigiosa por David Picazo, que sabe darle la calidez necesaria a este ambiente desértico. Por último no podemos dejar de nombrar la embriagadora música de Mariano Marín, que lo impregna todo de una melancolía majestuosa.


Reconozco que no soy objetivo con los proyectos de Conejero, que siento una especial debilidad por este maravilloso grupo de actores, pero tengo que decir que salí de la sala verde de los Teatros del Canal emocionado por lo que había visto. Porque el montaje te habla de sentimientos, del dolor y la distancia, del miedo y de la angustia por el desamor. Personajes cincelados con precisión para conseguir un resultado en el que todos ellos nos conmueven, entendemos su dolor, empatizamos con sus anhelos y sufrimos con sus angustias. Una delicia dolorosa, una historia cargada de sentimientos que van mucho más allá de lo meramente racional. La vida misma desde la perspectiva de seis personajes atormentados por todo lo que añoran. VOLVAMOS A LOS TEATROS. LA CULTURA ES SEGURA.

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Teatro: Teatros del Canal
Dirección: Calle Cea Bermúdez 1.
Fechas: Del 2 al 21 de Febrero. De Martes a Sábado a las 19:30. Domingos a las 18:00.
Entradas: Desde 9€ en teatroscanal

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