Teatro: La geometría del trigo. Teatro Valle-Inclán


El amor, en cualquiera de sus formas, es el motor de nuestras vidas. Capaz de que cambiemos por completo nuestra forma de vivir, un sentimiento que nos vuelve locos y que nos hace actuar sin pensar, guiados por el corazón. Tan incomprensible en muchas situaciones, nos evoca una situación de felicidad, tanto tiempo anhelada y buscada. Esta búsqueda la que hace que los personajes de esta obra cambien bruscamente sus vidas, que recorran largas distancias en busca de respuestas, o escapando de dolorosas realidades.





Nada más entrar a la sala ya nos percatamos de que estamos ante el comienzo de un viaje a lo más profundo de nuestra propia identidad, reflejo de un espacio vacío con dos bancos enfrentados (muy simbólico de la actualidad de nuestro país). En este arduo paisaje, en el que sólo vemos un muro resquebrajo, notamos la tensión de las heridas por cerrar, el dolor de la distancia, el peso de un lugar demasiado costumbrista para nosotros, demasiado oscuro para quien quiere relucir, angustioso por la tensión que desprende su sola composición. Comienza un viaje a lo más profundo de nuestra alma, de nuestra sociedad, a las últimas tres generaciones que han vivido en estos parajes


Esta fantástica y evocadora propuesta ha sido producida por Teatro del Acantilado, con la colaboración de La Estampida, Producciones Teatrales Contemporáneas, Padam Producciones y el apoyo del Ayuntamiento de Vilches, la Diputación de Jaén, y el Centro Dramático Nacional. El proyecto ha terminado de tomar forma en una Residencia artística desarrollada en Cuarta Pared. Un largo proceso lleno de viajes a Vilches (pueblo natal del autor), reuniones, ensayos y puestas en común, para crear una historia que comenzó siendo casi biográfica para acabar siendo un montaje creado por todos los miembros del elenco, un collage creado en conjunto, como si de una compañía se tratase, dejando atrás el texto original para moldear a cada uno de los personajes por separado, algo que se nota en el resultado final, en el que todos y cada uno tienen alma y personalidad propias.

Todo este viaje creativo, supervisado por Aberto Conejero (autor y director de la obra) nos lleva a conocer las tradiciones de tres generaciones de nuestro entorno, pero también las distintas formas de amar, las transiciones que vamos sufriendo en las distintas etapas de nuestra vida y que en muchas ocasiones hace que todo lo anterior se tambalee. Las diferentes formas de amar, no todas compatibles, se mezclan con las costumbres de lugares demasiado angostos y oscuros, la sexualidad de la mujer y su empoderamiento, el peso del pasado a sobre nuestras espaldas, el amor que se marchita por la rutina, las vidas y la búsqueda del ser humano por encontrar su lugar en el mundo.



Conejero se ha convertido en los últimos años en uno de los autores más representados de nuestra escena y uno de los más admirados, por sus textos tan poéticos y precisos, con palabras que se nos clavan para no dejarnos más. En esta nueva aventura, además del texto, asume la dirección (con Alicia Rodríguez como ayudante de dirección) en solitario por primera vez en su carrera, tras la experiencia compartida con Alberto Velasco en su debut en La pensión de las pulgas con "Cliff". Tras ese sorprendente primer trabajo, llegó su primer montaje en torno a la figura de Lorca, "La piedra oscura", autor que sobrevuela todos sus textos. Tras éxitos como "Ushuaia" o "Los días de la nieve", este es el tercer montaje en el que participa el autor esta temporada, tras "Todas las noches de un día" y "El sueño de la vida" (que aún se puede disfrutar en el Teatro Español).



Ante su primer trabajo como autor y director, el jienense parece tenerlo claro, "Después de tantos años al lado de directores y directoras, me ha llegado el momento. Tenía, además, el equipo adecuado para afrontar esta tarea" por eso se ha rodeado de gente como Juan Vinuesa, que además de actuar ha dirigido montajes tan maravillosos como "Tus otros hijos no te olvidan" (del que también es el autor) o "Mirona". Pero para el autor, este montaje era especial, por eso "debía acompañar esta historia hasta el escenario, y que no la podía dejar en otras manos". Pese a ello, la obra final ha cambiado desde el texto escrito por Conejero, "del texto a lo que ha sido la obra ha habido un proceso mágico de descubrimiento. Yo pensé que la obra era otra, y hasta los ensayos no me la he encontrado tal cual es".



"La obra fue, en un primer momento, un recuerdo de juventud que mi madre compartió conmigo, ¿Por qué quiso entregarme entonces lo ocurrido a unos amigos en nuestro pueblo del sur justo antes de mi nacimiento?¿Qué debía hacer yo con esas palabras y esos silencios? Con el paso de los años el recuerdo de mi madre, transformado por la imaginación, se convirtió en un recuerdo propio, tan real como lo contrario".
""La geometría del trigo" es un viaje de norte a sur, de sur a norte, de ahora a entonces, y de entonces a ahora. Una historia de tránsitos y transiciones entre tiempos, espacios, lenguas y formas de amar. Y de fondo las últimas minas de plomo entre los olivares. Un intento de empezar de nuevo y de seguir juntos. Pero el vínculo nunca desaparece y siempre estamos a tiempo de cuidarlo". Con estas inquietantes y poéticas palabras explicaba el propio autor como había llegado a esta historia, y como ella misma se ha ido moldeando y creando con el paso del tiempo y la puesta en común.


Conejero hace una cocción a fuego lento de este su primer proyecto creador total, con las responsabilidad en todos los frentes. Con este proceso de creación colectiva, de proyecto horizontal y coral, huye de las encorsetadas estructuras escénicas, que muchas veces de ven sujetas a jerarquías. El entrar en la esencia del texto para sacar diversos puntos de vista, convierte la obra en un montaje mucho más complejo, en el que cada uno de los mimbres resulta esencial, cada una de las personas que aparecen en este viaje se convierten en esenciales, tanto en el desarrollo de la historia como por la entidad de cada uno de los personajes. Las sinergias creadas entre el elenco y el autor han transformado el texto, llevándolo a lugares que el propio autor no pensaba transitar.






El montaje se desarrolla en ese oscuro mundo que es lo desconocido. La vuelta a los orígenes como quien viaja en busca de la propia identidad. Una historia de tiempos pasados, tratado con una extrema delicadeza, como quien habla de algo prohibido. Las piezas que forman el rompecabezas de esta historia están hechas de recuerdos, dolor, amores prohibidos, secretos nunca revelados, miedos nunca confesados. Un viaje que nos devuelve a nuestra más tierna infancia, a aquellos pueblos en los que todo se sabía, en donde una mirada furtiva hablaba por si sola, en donde todo debía ser de una manera predeterminada, y todo lo que fuese salirse de la norma hacía que todo se tambalease. La búsqueda de la verdad oculta en esas paredes, en esos silencios nunca desvelados, en esos gestos furtivos, en los prohibidos movimientos en la sombra para evitar ser vistos, en la pasión oculta por el miedo al que dirán, en verdades que duelen que las mentiras que nos habían contado, pero que necesitamos que nos golpeen para poder continuar, o al menos para saber quienes somos.



La historia comienza cuando Joan (José Bustos) y Laia (Eva Rufo), una pareja de arquitectos en crisis, emprenden un viaje desde Barcelona a un pequeño pueblo del sur, para acudir al entierro del padre del chico, al que no ha conocido nunca y del que no ha sabido nada en toda su vida. Comienzan esta aventura sin saber muy bien por qué la hacen, pero durante el camino irán descubriendo muchas cosas sobre ellos mismos y sobre su relación de pareja. Cruzarán el país en busca de respuestas, para intentar unir todas las piezas del puzzle en el que se ha convertido su vida. Una historia que comienza justo antes del nacimiento de Joan y que cambió por completo su destino, antes incluso de nacer. Las minas de plomo situadas de entre los olivares sirven de testigo mudo de todo aquel entramado de sentimientos, demasiado intensos para un sitio tan encorsetado.




Acude a la llamada de vida, sin saber muy bien por qué, pero con la necesidad imperiosa que acudir en busca de respuestas, nunca antes resueltas, una imperiosa necesidad por conocer sus orígenes, por conocerse a si mismo. La necesidad de poner una imagen a ese padre ausente, de solventar las dudas que le corroen de toda la vida, la necesidad de conocer la verdadera historia de su familia. Allí en el sur habitan personajes que han permanecido durante todo este tiempo, y que podrán ayudarle a reconstruir el pasado. Emilia (Consuelo Trujillo), Antonio (Juan Vinuesa), Beatriz (Zaira Montes) y Samuel (José Troncoso) nos contarán que pasó aquellos días tan lejanos, en los que sus vidas cambiaron para siempre. Ahora simplemente queda una pequeña piedra y una carta como herencia. Dos pequeñas pistas que tendrán que ir siguiendo Joan y Laia para intentar comprender lo que he ocurrió,  conseguir desenmarañar el ovillo de incertidumbres y dudas en el que ha vivido, y así poder conocer de una vez a su familia y su origen, quizás para empezar de nuevo.



Todo en este montaje encaja a la perfección, pero sin lugar a dudas la elección del elenco es uno de sus puntos fuertes. Algunos de los mayores talentos de nuestro país se sitúan en torno al autor para hacer suya la historia, para crear algo que les pertenece. En esta reunión de grandes talentos tenemos a alguno de los creadores más exitosos del momento, como son los casos de José Troncoso (que con su compañía La Estampida ha creado joyas como "Las Princesas del Pacífico") o Juan Vinuesa (recientemente nominado a los Premios de la Unión de actores por su papel en "Algún día todo esto será tuyo") que trascienden el ámbito de la interpretación con sus montajes propios. Un elenco solvente, en el que cada uno lleva al límite a su personaje con auténticas joyas. Interpretaciones pulidas de una forma artesanal, como el escultor que de una gran pieza va moldeándola a su gusto hasta conseguir lo que quiere transmitir.



La historia, que transcurre el paralelo en dos momentos históricos separados entre si varias décadas tiene dos personajes que están presentes en ambos (Beatriz, la madre de Joan, interpretada por Zaira MontesSamuel, el personaje que interpreta José Troncoso), mientras los otros están presentes de distintas formas. Los personajes de Joan y Laia viven al borde de colapso, tanto a nivel individual como en pareja. José Bustos ("Incluso que si en la luna", "Tres hermanas") crea un personaje desesperado, asustado, que se agarra a un viaje hacia lo desconocido como última tabla de salvación de su propia vida. El contrapunto lo pone Eva Rufo ("Penal de Ocaña", "El alcalde de Zalamea", "Kathie y el hipopótamo") con un desgarrador personaje, que se va desintegrando por la falta de apoyo de Joan. La majestuosidad con la que la actriz domina su cuerpo es apabullante, creando un personaje al que vemos mutar a lo largo de la obra, desmoronarse ante nuestros ojos, en un alarde actoral impresionante.

El vínculo de unión entre las dos historias es Beatriz, quien comunica a Joan la muerte de su padre entregándole una carta suya, lo que desemboca en el viaje que sirve de punto de partida a la obra. Tengo que reconocer que no soy objetivo con Zaira Montes ("La noche de las Tríbadas", "Tus otros hijos no te olvidan", "El padre"), me atrapa en cada nuevo montaje en el que la veo, confirmándome siempre las expectativas creadas. En este caso crea un precioso papel, con miles de pequeños matices, que se nos va mostrando poco a poco según avanza la historia y vamos conociendo su vida. Su expresividad, su manera de moverse y sentir el personaje, esa ternura en su mirada, esa pena en su voz, hace que nos dejemos llevar por esta mujer superada por su propia realidad, que decide tomar las riendas de su vida para enfrentarse a todo, por mucho que le duela.


En este viaje, Joan conocerá todo aquello que durante años se les había sido ocultado. Es el momento de saber más de Antonio, ese padre (papel que interpreta Juan Vinuesa) al que nunca pudo conocer. Pero deberá conocerlo mediante relatos del pasado, historias que sabrá de boca de Samuel (papel que interpreta José Troncoso), la persona que estuvo al lado de su padre toda su vida. José Troncoso ("Historias de Usera", "La comedia de las mentiras") nos presenta un personaje que evoluciona mucho a lo largo de la obra, en una búsqueda continua de la felicidad, un hombre con las ideas claras que dirige su vida por lo que le marca el corazón. Junto a él tenemos a Juan Vinuesa ("Desde aquí veo sucia la plaza", "Los cuatro de Dusseldorf", "Las crónicas de Peter Sanchidrián") en un duelo interpretativo descomunal. La lucha de estos dos personajes por evitar su propio destino nos da una de las secuencias más intensas y desgarradoras de la obra. La interpretación de Vinuesa es simplemente abrumadora, haciendo un despliegue inmenso de matices dentro de la creación de un personaje atormentado, que vive en la mentira. Por último está Emilia(Consuelo Trujillo) , la madre de Beatriz, que es la imagen de un pueblo que quiere permanecer en silencio y dejar que todo transcurra como ha sido siempre. Consuelo Trujillo ("Criatura", "Cuando deje de llover") representa a una mujer que sólo quiere lo mejor para su hija, pero intentando que eso no conlleve un cambio en su mundo.



Para este montaje, con un ambiente tan bucólico, el autor ha buscado crear una espacio sencillo pero cargado de significado. La escenografía creada por Alessio Meloni nos traslada a los secos parajes de los campos de Jaén, un inhóspito lugar en el que cuesta desplazarse por la pesadez del propio terreno. Dos bancos presiden la composición, como testigos mudos de la historia, mientras un gran muro agrietado simboliza las secuelas que dejó lo que allí ocurrió hace años. Una silla abandonada junto al muro nos habla del deterioro y la dejadez sufrida por esta tierra. Por su parte Xavier Bobés se ha encargado del trabajo de objetos. Otro elemento fundamental a la hora de recrear los campos de cultivo andaluces es la iluminación, creada por David Picazo, que transmite las tonalidades del sol a lo largo del día, mientras nos oculta en la noche, bajo las estrellas. 

Como en todos los montajes de Conejero, el espacio sonoro cobra una gran importancia a la hora de trasladarnos a lugares oníricos, a mitad de camino entre la realidad y la ficción de los recuerdos. La partitura musical y el espacio sonoro ha sido creado por Mariano Marín. Por otra parte, los audiovisuales, que potencian ciertas escenas para darles más potencia, han sido diseñados por Bruno Praena. Por último, el encargado del vestuario ha sido Miguel Ángel Millán.



Estamos sin lugar a dudas ante uno de los montajes de la temporada. Una obra en la que todo encaja a la perfección, en la que cada uno de los personajes nos roba un poco el corazón, con situaciones que nos duelen y nos entristecen, todo en un ambiente perfectamente medido para que todo nos llegue en su justa medida y en el momento deseado. Conejero ha conseguido un elenco en el que conseguir plasmar su ternura y su poesía, un grupo de actores que nos encandilan en cada escena. Una maravilla que no deberían dejar escapar. Una pena que no esté demasiado tiempo en cartelera.

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La geometría del trigo
Teatro: Valle Inclán
Dirección: Calle Valencia 1
Fechas: De Martes a Domingo 18:00.
Entradas: Desde 12.50€ en entradasinaem. Del 6 al 24 de Febrero.

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