Señoras y señores:
No voy a abrir el telón para alegrar al público con un juego de
palabras, ni con un panorama donde se vea una casa en la que nada ocurre y a
donde dirige el teatro sus luces para entretener y haceros creer que la vida es
eso.
Yo soy la ciudadana media. Y hoy
he visto El sueño de la vida. Y me
declaro reincidente en las palabras del autor. Todo porque ayer vi La piedra oscura, y Todas las noches de un día. Y, en fin, si la última echó alcohol
poético sobre la herida cerrada que un cálculo cardiaco había dejado en mi pecho,
pues cómo negarse a Lorca. Seamos coherentes.
Como ciudadana media no tengo ni amigos
dramaturgos, ni actores, ni me deslizo entre las sombras de la escena madrileña. Mi cultura
es mediana también, escasa más bien. A veces me pierdo en las librerías y tengo
que preguntar, suelen hacerme sentir gilipollas y quizá tengan razón. Pero amo
el teatro y desconozco los motivos. Mi querido Umberto, hombre de vastísima curiosidad,
apenas visitó las tablas y él desconocía también sus porqués personales.
Como ya he dicho, hoy he salido
del Español tras ver la adaptación que Lluis Pasqual hace del abrazo textual de
Conejero y Federico. Y aquí me hallo yo ahora, con un disfraz de opinadora (cuentan
que los regala Google). Y con la voz del ignorante que abrigo en mi garganta, clamo
que la obra es rara y desigual. Que la amplitud del elenco ilumina demasiado las
diferentes intensidades con las que sus integrantes saltan al vacío, y que la
disposición espacial de sus discursos se queda en vano reflejo de ruptura. Y que
pese a ello he visto a Lorca.
Y hoy no voy a apoyar mi trabajo
en el prólogo de la edición de Cátedra que descansa a 5 centímetros de mis
manos. Hoy me voy a basar en la niña que fui, en esa que sin entender el alcance de lo que observaba
leía una y otra vez los poemas de Poeta
en Nueva York, en esa cría que acojonada regresaba a unos textos duros por la oscura
atracción de la realidad. Ella es la que ha visto a Lorca, ella es la que ha
conectado con la poesía de la irrealidad, y es ella quien finalmente ha roto, y
no gracias a los gritos que con vehemencia desde la platea se han escupido.
En fin, algo, y no sé el qué, ha logrado que mire bajo la arena. Y así de esta manera he de decir que merece la pena sacar un billete para este viaje, eso sí, solo si se fían de lo que dice una anónima, lo que viene siendo un bulto más del público, ya saben, una nadie como ustedes.
En fin, algo, y no sé el qué, ha logrado que mire bajo la arena. Y así de esta manera he de decir que merece la pena sacar un billete para este viaje, eso sí, solo si se fían de lo que dice una anónima, lo que viene siendo un bulto más del público, ya saben, una nadie como ustedes.
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El sueño de la vida.
Teatro: Teatro Español
Dirección: Calle del Príncipe, 25.
Fechas: del 17 de enero al 24 de febrero
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