Acudí al teatro con dos grandes
expectativas: el actor y el texto. Os lo destripo (spoiler para la muchachada…), las superaron con creces. El título
de El pesimismo alegre ya nos acerca
a lo que vamos a ver en la escena. No es una comedia al uso, pero tiene sus
pequeños destellos de humor.
Para quien no conozca el texto, Henri Roorda escribió en 1925
Mi suicidio, donde expone sus pensamientos
sobre la vida antes de quitarse la suya. En un momento dice “el hombre es
triste porque piensa”. Roorda, matemático y filósofo, no podía acabar su vida
de otra forma. Al realizar esta reflexión
sagaz, el espectador se va a ver reflejado, sin duda.
Durante una hora se abordan muchos temas: las distintas formas de vivir la
vida - ser cigarra o ser hormiga-, la razón frente a la emoción, la
sensibilidad de la poesía y la música, la juventud y la educación que reciben
(siempre llama al profesor “educador = el que guía” que parece lo mismo, pero
no es igual), o el desprecio por el hombre gris que sustenta al mundo. Lo más
interesante es que el planteamiento de estas preguntas básicas de la vida se
realizan desde la perspectiva de una persona más que adulta. Ya
“desfrontalizado”, medita sobre el amor, la sociedad, el trabajo y los placeres
más ocultos, con total libertad, al ser conocedor del fin de su mundo.
Para mí, el mayor reclamo, como os
decía, era ver a Mario Gas en
escena. Un hombre con su dilatada experiencia y su buen hacer con el teatro, no
te puede decepcionar. Pero claro, el tiempo no pasa en balde, y sospechaba que
podría tener algún desliz, sobre todo siendo el día del estreno y tratándose de
¡un monólogo de 60 minutos! La
naturalidad con la que dice el texto es excepcional. Te sientes como si
estuvieras hablando con un amigo de
toda la vida, el que te mira a los ojos
y te dice todo lo que piensa, lo bueno y lo malo. Se mueve por el espacio como
si estuviera en su casa, y claro, lo ha sido durante tanto tiempo que se nota,
estaba muy a gusto sobre el escenario. Al final, brindó la función al pueblo
palestino, haciendo honor a una parte del texto donde habla de cómo la
pasividad del hombre de bien, se transforma en el mal.
La dirección y el espacio escénico creado por Fernando Bernués es otro personaje en sí mismo. Me encantó la lluvia en escena, melancólica, con sonido propio, con tristeza, con aquí y ahora, demostrando que fuera hay vida. Y con solo una mesa, que a veces le sirve a Mario Gas de parapeto de sus emociones, y una pluma, se genera un espacio acogedor, cómplice.

El trabajo en general de la producción de Tanttaka Teatroa es impecable. Entiendo que hayan querido poner encima del escenario el texto de Henri Roorda. Como no lo conocía, he ido a la biblioteca para leerlo con detenimiento y poder compararlo con la obra teatral. No me lo he acabado (no quería dilatar la reseña para que si la leéis vayáis a verla cuanto antes), pero es paradójico porque es de una gran profundidad, por lo que podría ser un libro de cabecera de los más sesudos, pero también para quienes disfrutan de los libros de autoayuda.
Autor: Henri Roorda
Dirección y espacio escénico: Fernando Bernués
Reparto: Mario Gas
Vestuario: Antoni Belart
Iluminación: Xabier Lozano
Ayudante de dirección: Montse Tixé
Producción: Paola Eguibar
Producción ejecutiva: Ane Antoñanzas
Dramaturgia: Fernando Bernués, Mario Gas y Vicky Peña
Traducción: Miguel Rubio
Producción: Tanttaka Teatroa