Entramos en el Teatro de La Abadía para sumergirnos en los amoríos del escritor Octavio Paz, entrelazando sus propios textos con una historia llena de pasión y de ternura, de dolor y dudas, de momentos únicos vividos junto a las mujeres que marcaron su vida. Un onírico viaje en el que podremos emocionarnos y conmovernos, ante la fragilidad y efervescencia del amor.
Nos adentramos en esta historia de amor y sexo, de relaciones rotas y amores apasionados, de vínculos creados en torno a la pasión que se desintegran bajo la monotonía de la costumbre. Una visión poética y reflexiva sobre lo que es el amor, sobre las miles de aristas que lo componen, los diferentes puntos de vista, la infinidad de visiones sobre uno de los motores de la Humanidad. Una bella y delicada pieza, en la que iremos descubriendo los entresijos de los amores feroces que marcaron la vida de Octavio Paz. La obra nos propone un viaje desde el amor al conflicto, desde el deseo al enfrentamiento, desde la ternura a la agresividad, mostrando lo cercano que por momentos se encuentra el amor del odio, la fragilidad de lo que parece indestructible y en un instante puede saltar por los aires.
Esta producción del Teatro de La Abadía nos sumerge en la obra del autor mexicano, un personaje contradictorio que mantuvo siempre la cercanía con el poder y fue bastante inestable con sus posturas políticas. Octavio Paz fue reconocido y galardonado con los más importantes premios de la literatura universal, destacando el Premio Cervantes, el Príncipe de Asturias de las letras, o por encima de todos el Premio Nobel de literatura, conseguido en 1990. Esta obra nos invita a conocer un poco mejor al autor a través de su poesía, de sus textos, de sus cartas de amor, para ir componiendo el puzle de esta personalidad tan marcada por el amor y sus relaciones sentimentales. En esta propuesta veremos el mundo a través de los ojos del autor, pero sobre todo navegaremos por su obra, para ir descubriendo a la persona tras la máscara del poeta. Un viaje por sus relaciones amorosas, marcadas por la pasión y ternura, pero también por la desdicha y los conflictos. La lucha continua en la búsqueda del amor.
La dramaturgia corre a cargo de Jorge Volpi, que combina con destreza algunos de los textos del Octavio Paz, con escritos propios y con otros de personajes clave de la historia, desde amigos hasta amantes, como Elena Garro, Adolfo Bioy Casares, Bona Tibertelli de Pisis, André Pieyre de Mandiargues, Francisco Toledo y María José Tramini, utilizando como nexo de unión de esqueleto de la pieza el ensayo del autor mexicano "La llama doble". Un collage en el que descubriremos la vida del autor desde el plano sentimental, utilizando como hilo conductor sus principales amores, esos que marcaron su trayectoria vital, desde la juventud hasta el final de su vida.
El montaje transita entre la realidad y la ficción, entre la poesía y la narración, entre lo onírico y lo mundano. La encargada de ensamblar todas las piezas ha sido la directora Rosario Ruiz Rodgers, que consigue un bello montaje marcado por la poesía del autor mexicano, entrelazados con pinceladas históricas más narrativas y bellas coreografías que nos trasladan entre las diferentes escenas. La directora, que pertenece al equipo del Abadía desde su fundación, vuelve a ponerse al frente de un montaje para celebrar los 30 años del teatro, tras su recordado "El Sr Puntilla y su criado Matti" de Bertolt Brecht. Ahora, con este nuevo proyecto, crea una atmósfera misteriosa, un espacio escénico ambiguo (con tonalidades que nos recuerdan paisajes volcánicos), para hablarnos del amor, del sexo, de las relaciones sentimentales, de la sensualidad, desde las diferentes perspectivas que el autor tuvo a lo largo de su vida, desde la fogosa juventud a la reflexiva madurez.
La directora concibe la pieza como una experiencia onírica (casi a modo de ritual, con coreografías que parecen danzas ancestrales) en la que el espacio escénico y los intérpretes están supeditados a esa plasticidad estética que nos hace emocionarnos con la composición, con el movimiento, con la sensualidad de cada escena. Todo gira en torno al amor, al erotismo, al placer, yRosario Ruiz Rodgersha sabido impregnar todo el montaje de esa belleza propia de los sueños, de lo deseado, de los versos del poeta. El resultado es una sugerente propuesta alrededor de la vida y obra del Nobel mexicano, en el que se pasa por alto su trayectoria profesional para centrarse en su vida personal, en sus relaciones íntimas, esas que le llevaron a escribir sobre el amor y la ruptura, sobre la pasión y el dolor. El amor y su capacidad para el enamoramiento fueron pilares fundamentales de su vida, y sobre ellos se construye este montaje lleno de sensualidad y erotismo, de palabra dicha y escrita.
Pero vayamos a la historia que encierra esta poderosa pieza escénica. En los años sesenta del pasado siglo, Octavio Paz se divorcia de Elena Garro, con la que había estado casado más de veinte años en un matrimonio que ha sido en muchos momentos todo un tormento para ambos. Ella hace tiempo que mantiene una relación con el también escritor Adolfo Bioy Casares. En esta travesía hacia el divorcio, Octavio comienza una relación con Bona Tibertelli, esposa del poeta André Pieyre de Mandiargues, que no tardará en abandonarle por el joven pintor Francisco Toledo. Tras años de pasión, desencuentros, pasión y rupturas, el poeta encontrará la tranquilidad al lado de María José Tramini, que será su compañera en sus últimos años de vida. El dramaturgo Jorge Volpi cuenta que "Los amores feroces se propone poner en escena los eternos sobresaltos del sexo, el erotismo y el amor".
Uno de los elementos más destacables de este montaje es la frescura y solvencia del elenco formado por Leonardo Ortizgris, Isabel Pamo, Lucía Quintana y Germán Torres, cuatro generaciones que consiguen dar a la obra diferentes tonalidades, con interpretaciones muy personales que encajan con maestría para dar como resultado una composición armoniosa y a la vez con muchos matices diferentes. Los cuatro dan vida a los diferentes personajes que atraviesan la historia, con la sutileza y la armonía de crear un solo cuerpo, ese que transita de forma conjunta la escena y que consigue ensamblar con una exquisita precisión. Un trabajo coral impecable, que se adapta a la poesía del autor mexicano, para convertir la obra en un gran poema visual, en el que los actores se ponen a disposición de la poesía para acompañarla y engrandecerla.
Otro de los elementos clave del montaje es la atmósfera que se crea, que transita entre la realidad y la ficción, entre lo onírico y lo vivido. La estética de todo el montaje juega con esta dualidad y está diseñada en torno a la obra del pintor y escultor mexicano Vicente Rojo. La escenografía diseñada por Ikerne Giménez (responsable también del vestuario) nos traslada a un lugar ambiguo, que nos recuerda a los parajes volcánicos de lugares como las islas Canarias. Un espacio casi distópico, en el que una cama de arena volcánica sirve de lugar para los encuentros amorosos de los personajes, dejando aparecer debajo de ella una superficie en un rojo pasión. La escenografía está presidida por un telón oscuro, a modo de muro contra el que luchan los amantes. En una de las esquinas, el único toque de color, una cama en la que tendrán lugar los encuentros sexuales de los distintos personajes. La cama, que va girando en cada escena, está coronada por un dosel con forma de pájaro. Fundamental en este intento de buscar una atmósfera ambigua, que transite la realidad y la ficción, la cuidada iluminación de Alberto Rodríguez Vega y la música y espacio sonoro creado por Julián Mayorga.
En definitiva, estamos ante una bella propuesta, que nos hace vibrar con la poesía de Octavio Paz, mientras nos dejamos llevar por sus historias amorosas. Una obra que nos emociona desde su concepción de elemento escénico global, en el que todo se mueve y se crea en torno a los poemas del autor mexicano, que van componiendo las historias en una suerte de collage escénico en el que se van solapando las vivencias con los poemas, con las precisas y deliciosas coreografías que nos regalan los actores.¿Qué ve la pareja en el espacio de un parpadeo? se preguntaba el poeta. Vayan a descubrirlo al Teatro de La Abadía y descubrirán distintas visiones del amor desde los ojos de una misma persona a lo largo de su vida.
Textos originales: Octavio Paz Dramaturgia: Jorge Volpi Puesta en escena: Rosario Ruiz Rodgers Reparto: Leonardo Ortizgris, Isabel Pamo, Lucía Quintana y Germán Torres Escenografía y vestuario: Ikerne Giménez (AAPEE) Realización de vestuario: Jota Studio y Paloma de Alba Realización de escenografía: Miguel Ángel Infante (Utilería – Atrezzo), Sfumato pintura escénica, Íñigo Urrestarazu Iluminación: Alberto Rodríguez Vega (AAIV) Música y espacio sonoro: Julián Mayorga Asistente de música y diseño sonoro: Julián Segovia Soriano Ayudante de dirección: Kateryna Humenyuk Coordinación de intimidad: Rebeca Medina Agradecimientos: Mar Navarro Producción: Teatro de La Abadía