Ángeles en un mundo onírico luminoso nos reciben esta mañana en el Teatro del Barrio, en este Lavapiés sucio y gris que se va despertando, alejado del bullicio del Rastro, a pocas cuadras. Niños en la entrada que pueden inquietar, que pueden inducir a ver un espectáculo infantil donde uno no cuadre ni encuadre. Nada más alejado de la conciencia, que a veces nos juega equívocos varios. Ay los prejuicios, que se queden escondidos por hoy. La propia vida nos recibe, con su música, con sus prendas, con despliegues alados, con sus niños y niñas dispuestos a pasar una mañana de domingo original, traviesa, mágica, única. Llantos de bebés se confunden con el propio espectáculo, ponen su propia música. Su propio corazón.
Canti Vaganti, la compañía, nos cuenta la historia al revés, al bies, de una pareja, del final al principio, tris tras, de ancianitos a fetos, de lo vivido a lo por vivir. Para todos los públicos, de 4 a 99 años, esa es la clave, celebrando la “maravilla que es vivir”. Un Benjamín Button lavapiesero nos espera en estos sesenta minutos donde volvemos a ser niños, donde volvemos a rejuvenecer, a sonreír sin ninguna pretensión más allá de eso; de sonreír.
Con un calor, con un color tan bonito, con ese brillo carnavalesco que solo la música puede producir en este entorno tan mágico llamado teatro. Comenzamos el carnaval en un domingo otoñal y soleado, en una despedida festiva, cómica, brillante. Esta pareja nos mueve, nos traslada a otros lugares, a otras edades, a otros rincones. Canti Vaganti nos emociona, con los gestos, con los objetos, con la complicidad de un público entregado desde antes de empezar, participando como parte de la compañía durante toda la función. Propuestas amables, infantiles, musicales, dinámicas, muy de clown, muy del gesto, de un humor inteligente y directo, de sensaciones vocálicas. De miradas que van más allá del mirar.
No necesitan nada más. Y nada menos. Y montan mercados, armarios, patios de colegio, selvas, sabanas, junglas, columpios, corros de la patata, carnavales varios, TODO ES CARNAVAL para estos niños grandes que nos hacen volver a casa, al hogar, al pasado. Niños grandes, Kateleine y Bruno, Bruno y Kateleine, que de la mano de Adrian Schvarzstein nos inquietan y nos emocionan, estando en personaje en todo momento, y ocupando toda la sala, toda la butaquería, todo el espacio como si la creación del espectáculo hubiera germinado entre las cuestas de Zurita y Salitre. Con mucho buen hacer y criterio. Menos es más, y que difícil es plasmarlo, llevarlo a cabo.
Esta pareja ítalo holandesa nos fascina, nos acompaña por la vida, nos la pinta bonita, algo tan complicado en el mundo exterior, donde ya ni nos miramos, donde en muchas ocasiones ni cantamos, ni bailamos, y lo que es peor, donde en muchas ocasiones hemos dejado de soñar. Un trabajo actoral impecable , bien dirigido, bien escenografiado , vestido , iluminado y maquillado por Mauri Corretjé, Anna Tusell, Raúl Baena y Mónica Laparra. Los ancianos, los maduros, los jóvenes, los adolescentes, los niños y los bebés no paran de celebrar, de encontrarse, de crecer hacia atrás, de vivir y de morir, de sentir. Una celebración en toda regla en este teatro tan coqueto y tan especial. Maravillosa manera de comenzar el domingo.
Van pasando las cosas, va viviendo la vida, va muriendo también. Descúbranlo en el Teatro del Barrio, vengan con niños, con niñas, con sus padres, con sus abuelos, o solos, vengan todos y disfruten, y bailen, y canten… porque “cada etapa de la vida puede ser un carnaval, y el simple hecho de haber nacido merece ser festejado”.
-----------------------------------------------------------------------------------------
Teatro: Teatro del Barrio
Dirección: Calle Zurita 20.
Fechas: Del 24 de Mayo al 12 de Octubre. Domingos 5 y 12 de Octubre a las 11:00.
Duración: 60 minutos
Entradas: Desde 10€ en TeatroDelBarrio.