Las despedidas suelen ser amargas, llenas de dolor y cuentas pendientes por resolver. Si este adiós es el definitivo y han quedado cosas por hablar, esta última conversación se convierte en un réquiem cargado de reproches y nostalgia por todo aquello que no se dijo en su debido momento. A veces, aunque sea demasiado tarde, esa última conversación nos deja la conciencia más tranquila, nos quita todos esos lastres que durante tanto tiempo no hemos podido soltar.
En la pasada primavera se estrenaba, dentro de la nueva edición del festival Surge, esta comedia negra del polifacético Juan Vinuesa, en lo que es su ópera prima después de ser considerado como uno de los actores más emblemáticos de su generación. La obra fue una de las más destacadas del certamen, con una gran acogida de crítica y público, agotando entradas en todos sus pases. Tras el éxito cosechado regresa al Teatro del Barrio, para que puedan disfrutarlo todos los que nos la perdimos en sus primeras representaciones.
Albury Producciones se presenta con este primer montaje, en colaboración con Laboratorio William Layton y Pueblos en arte. Esta nueva agrupación nace, según sus propias palabras, "del interés de investigar en el teatro contemporáneo". El texto de Juan Vinuesa quedó finalista en el programa "Autores Noveles 2018" de la Comunidad de Madrid, antes de participar en el festival Surge. La historia, que conmueve de principio a fin, tiene muchas de las pinceladas de los montajes en los que suele participar el autor, en lo que podemos empezar a llamar "Universo Vinuesa".
Juan Vinuesa se ha convertido en los últimos años en uno de los actores más activos y relevantes dentro del teatro madrileño. Su vis cómica, de lo más peculiar y genuina, nos han enganchado con interpretaciones como "Las crónicas de Peter Sanchidrián", "Carne viva" o "Los cuatro de Dusseldorf". Junto a Chiqui Carabante y Font García ha creado la compañía Club Caníbal y su Trilogía de Crónicas ibéricas: "Desde aquí veo sucia la plaza" (por la que fue nominado a los premios Max en 2016), "Herederos del ocaso" o la más reciente "Algún día todo esto será tuyo".
Antes de dar el salto definitivo con este trabajo, del que es autor y director (con Pepa Gracia como ayudante de dirección), había dirigido uno de los capítulos de "La vida imposible de Oliverio Funes" y más recientemente "Mirona" (que aún se puede disfrutar en los Teatros Luchana). Como ayudante de dirección participó en "Los días de la nieve" de Alberto Conejero. Ahora ha decidido volar solo y ponerse al frente de este proyecto en el que se nota su ácido humor y su inteligencia en todo momento.
Vinuesa se mueve en este proyecto tan personal e íntimo, con la soltura de los grandes maestros. Sabe remover el texto, ocultar matices, disparar con bala, hacer humor de las cosas más serias, pero siempre con la destreza de quien parece llevar una vida en ello. El texto se nos muestra oscuro y hasta doloroso por momentos, para ir despedazándose, cogiendo vida y luminosidad, para acabar llegando a un punto en el que la propia pena se convierte en redención, la mochila se ha vaciado y sólo queda la luminosidad de lo cercano, la realidad que coloca todo en su sitio y permite al protagonista continuar su camino sin deudas pendientes.
El lúgubre planteamiento, en el que un hombre acude a rendir cuentas a su padre en su tumba, nos impacta de entrada, pero la soltura con la que el autor nos desliza entre la comedia y el drama nos hace sentirnos cómodos a las primeras de cambio. Duras palabras las de un hombre que ha vivido con la angustia de no ser querido por su parte, mientras le ataca con inteligente ironía, mientras hace un repaso de los momentos clave de su vida juntos, aquellos en los que más abandonado se sintió. La frescura y mala leche con la que se trata un tema tan escabroso (o deberíamos decir varios ya que plantea las relaciones paterno filiales, el abandono, la educación, la muerte...) nos mantiene en vilo durante toda la obra, con los impagables flashbacks con los que nos sorprende, con personajes a cual más surrealista y divertido.
Esta conmovedora historia nos habla de Miguel, el pequeño de 26 hermanos, que desde que nació ha sentido que su padre no le quiere. Su madre falleció cuando él nació y su padre no tenía amor suficiente para todos sus hijos, por lo que él se quedó sin nada, ni siquiera las migajas. Toda esta falta de cariño ha marcado la vida de este hombre, que ha conseguido reunir el valor suficiente para reprocharle a su padre todo lo que le quitó. Pero su padre ha fallecido, por lo que en el día de difuntos espera a que sus hermanos vivos salgan del cementerio para plantarse frente a la tumba de la persona que le engendró y a la que nunca ha considerado su padre, ya que nunca ejerció como tal. Con este duro y contundente planteamiento comienza la obra, que ya no dejará de sorprendernos en ningún momento.
Ha llegado el momento de dejar las cosas claras, de soltar todas las losas que le han ido pesando durante toda su vida, que no le dejaron ser niño y le han marcado su personalidad. Piensa que, aunque no pueda hablarlo con él, necesita que lo sepa, que de una manera u otra sea consciente de lo mucho que le marcó ese comportamiento, que se entere del daño que le hizo al dejarle a un lado, al no abrazarle, dejando que su infancia transcurriera en soledad. Miguel necesita recapacitar sobre su vida, explicarle a ese padre ausente todo lo que le echo de menos, todo lo que le necesito, y como ha sido su vida desde el momento que se fue de casa con diez años. Todo este repaso por su vida nos llevará a "encontrarnos" con diversos personajes que nos ayudarán a entender mejor su dolor y que le guiarán hacia la liberación final.
Juan Vinuesa acierta plenamente en la elección de los actores de la obra. Rafa Núñez es el encargado de dar vida a Miguel, mientras que Zaira Montes nos deslumbra con una colección de divertidos personajes. Ambos se compenetran a la perfección y aportan cosas muy diferentes a la obra. Mientras que Miguel es un hombre malhumorado y triste, las diversas apariciones que se cruzan en su camino tienen un carácter afable, son el contrapunto cómico a la sordidez de un personaje abatido.
Rafa Núñez está fantástico en su papel de resentido y malhumorado, un hombre que ha sufrido una pesada losa durante toda su vida de la que viene a desprenderse, por lo que está cargado de odio. El personaje de Miguel se va desinflando de ese odio inicial, poco a poco va desprendiéndose de todo aquello que le ahoga, y la transición se ve perfectamente en la interpretación de Núñez. Miles de matices, gestos que indican cada una de las cicatrices que el desprecio de su padre forjaron en su corazón. El actor tiene absolutamente interiorizado al personaje, por lo que la evolución lógica hacia el perdón al padre lo vemos con toda la naturalidad del mundo.
Zaira Montes da un auténtico recital interpretando personajes de todo tipo, convirtiéndose en uno de los puntos fuertes de la obra, por la versatilidad que demuestra. Cada nueva aparición de la actriz nos muestra algo nuevo y distinto, para abordar al personaje de Miguel desde muy diferentes ángulos. La actriz domina en todo momento la escena, el ritmo y el tono de cada uno de sus personajes, y por añadidura de la obra. El despliegue de talento que nos regala en cada una de sus apariciones es asombroso, cambiando de registros, voces, gestos, y dotando a cada intervención de una potencia avasalladora.
Comienza interpretando de forma muy divertida a una dependienta gallega que intenta ayudar al pequeño Miguelito. Si divertido es este primer personaje, su interpretación de Jesucristo crucificado es sublime, provocando una carcajada unánime del público (su acento israelí, de diez). Tras esta surrealista interpretación vuelve a la carga con otra no menos desternillante, su propia madre que se le aparece con la edad de una atractiva joven. Una policía con la que Miguel tiene varios encontronazos, nos conduce hacia el clímax final. La sencillez y dulzura con la que interpreta a la hija de Miguel termina por seducirnos a todos, si no lo estábamos ya.
Rafa Núñez está fantástico en su papel de resentido y malhumorado, un hombre que ha sufrido una pesada losa durante toda su vida de la que viene a desprenderse, por lo que está cargado de odio. El personaje de Miguel se va desinflando de ese odio inicial, poco a poco va desprendiéndose de todo aquello que le ahoga, y la transición se ve perfectamente en la interpretación de Núñez. Miles de matices, gestos que indican cada una de las cicatrices que el desprecio de su padre forjaron en su corazón. El actor tiene absolutamente interiorizado al personaje, por lo que la evolución lógica hacia el perdón al padre lo vemos con toda la naturalidad del mundo.
Comienza interpretando de forma muy divertida a una dependienta gallega que intenta ayudar al pequeño Miguelito. Si divertido es este primer personaje, su interpretación de Jesucristo crucificado es sublime, provocando una carcajada unánime del público (su acento israelí, de diez). Tras esta surrealista interpretación vuelve a la carga con otra no menos desternillante, su propia madre que se le aparece con la edad de una atractiva joven. Una policía con la que Miguel tiene varios encontronazos, nos conduce hacia el clímax final. La sencillez y dulzura con la que interpreta a la hija de Miguel termina por seducirnos a todos, si no lo estábamos ya.
En este montaje la escenografía se convierte en indispensable, llegando a ser un personaje más que dialoga y escucha todos los reproches de Miguel. El cementerio que ha creado Alessio Meloni, con la ayuda de Elliot Kane Cubells, es simplemente majestuoso, fantasmagórico y con un misterioso conjunto de seres que cuelgan (o levitan) a modo de ánimas que escuchan el alegato del protagonista contra su padre. La escenografía se convierte en un jurado de inquietantes seres que dominan el espacio a modo de gran escultura. Meloni es autor de algunas de las escenografías más singulares de los últimos tiempos, con títulos como "Historias de Usera", "La noche de las Tríbadas", "Juguetes rotos", "El minuto del payaso" o "Una vida americana", todos de una belleza basada en la idea, en el concepto de lo que se quiere contar, escapando siempre de decorados al uso.
Hay que destacar también el interesante diseño de luces de Area Martínez, que ayuda a crear esta atmósfera inquietante y tenebrosa, que le viene como anillo al dedo a la historia. También ayuda a crear este sórdido ambiente el espacio sonoro diseñado por Mariano García, con la ayuda de Pepa Gracia, así como el vestuario creado por Paloma de Alba, ayudada por Guillermo Espinosa, lúgubre para el personaje de Miguel, divertidos y estrafalarios en el caso de los personajes que interpreta Zaira Montes.
El conjunto destila sinceridad y verdad. Todo en este montaje encaja para sorprendernos desde que entramos en la sala hasta que aplaudimos al acabar la función. Historias contadas con sencillez, con el ingenio de quien domina el lugar en el que se mueve y con la certeza de tener muy claro lo que quiere contar. El personaje principal nos conmueve, notamos su dolor y sufrimos con cada nuevo golpe que le dio la vida. Para contrarrestar, todos los personajes que se van cruzando en su camino, tanto en la realidad como en sus pensamientos, nos dan el punto cómico, alocado que hace de la función un engranaje casi perfecto.
Escribimos estas líneas cuando la obra ya no está en cartel, pero con el éxito cosechado en cada función y la atronadora ovación del último día (función a la que asistí yo), estamos seguros de que pronto volverá y seguirá deleitando a todos los que vayan a verla. Esperaremos impacientes para avisaros.
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Teatro: Teatro del Barrio
Dirección: Calle Zurita 20.
Fechas: Domingos a las 18:00.
Entradas: Desde 14€ en teatrodelbarrio. Hasta el 18 de Noviembre.
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