En estos tiempos convulsos de auge de la extrema derecha, es conveniente echar la vista atrás para recordar a figuras como la de Pau Casals, que tuvo que exiliarse y siguió luchando por sus ideales desde la Francia ocupada por los nazis. Llega a la sala roja de los Teatros del Canal esta conmovedora y emotiva historia, basada en hechos reales, en la que la dignidad y el amor por la música nos atraviesan de principio a fin.
Debo comenzar esta reseña reconociendo mi ignorancia. Hasta la noche de ayer desconocía quien era Pau Casals, considerado uno de los mejores violonchelistas de todos los tiempos, autor del "Himno de las Naciones Unidas". El músico y compositor fue un reconocido activista por la paz, la libertad y los derechos, lo que le hizo tener que exiliarse a Francia tras la Guerra Civil. Desde su posición de privilegio (no había sido detenido al cruzar la frontera) dedicó todas sus fuerzas y recursos a ayudar a los miles de compatriotas hacinados en los campos de trabajo cercanos. Esta obra nos habla de un episodio ocurrido durante aquellos años de resistencia en su villa de Prades.
Esta producción de TalyCual nos traslada al año 1943, cuando el afamado compositor recibe la visita de un alto cargo de la Gestapo para hacerle una curiosa y envenenada propuesta. El Führer va a dar una fiesta en Berlín y quiere que el violonchelista catalán toque para él. La premisa de la obra, es cuanto menos inquietante, y podemos negar que muy jugosa sabiendo las fuertes convicciones antifascistas del genio del Vendrell. La misma tensión que les ha recorrido el cuerpo al leer la propuesta que le hacen es la que recorre toda la obra, con aires de thriller y la emoción de saber que fue un hecho real. Casals sabía que negarse a tocar para Hitler tendría consecuencias terribles para él y su familia. Pero sus ideales nivelan la balanza para plantearse el resistir, el continuar en la lucha, sean cuales sean las consecuencias de esta desigual contienda.
Este hecho histórico ha servido a Yolanda García Serrano y Juan Carlos Rubio para escribir esta inquietante y deliciosa propuesta, en la que más allá de la invitación sobre vuelan muchos temas que siguen latentes en estos tiempos. Los autores nos plantean los conflictos íntimos que les surgen a los protagonistas ante la invitación que reciben por parte del militar. El texto se desliza sobre las conversaciones que mantienen el genio y el militar, admirador del compositor (lo que le sitúa en una situación cuanto menos incómoda), para dejarnos interesantes reflexiones sobre los ideales, el arte, la resistencia, el amor o la música. Para los autores, poco importa la diferencia entre lo real y lo ficcionado dentro de la obra. "Al fin y al cabo, la frase (atribuida a Voltaire) de que la historia es un conjunto de mentiras en las que todos nos hemos puesto de acuerdo, nunca fue más cierta que en la escritura dramática donde el espectador acepta una serie de convenciones para que el autor nos haga su narración verosímil" reconocen los dramaturgos, ya que para ellos lo que nos proponen va mucho más allá del hecho histórico en si, es una reflexión sobre la vida, la libertad, la integridad.
De la dirección se ha encargado Juan Carlos Rubio ("El inconveniente", "En tierra extraña", "Las heridas del viento", por nombrar algunos de sus innumerables éxitos), que nos regala un montaje plagado de intriga, de tensión, con pinceladas cómicas que destensan la situación, sobre la que sobrevuela en todo momento la sobre de la Guerra, del dolor del exilio, de la clandestinidad. La obra, en palabras del director, "busca llamar a la reflexión para no cometer errores pasados, en un momento en el que la realidad nos puede llevar a ser incapaces de negarnos ante determinados abusos vestidos de normalidad". El texto está plagado de momentos brillantes, que comienza como una comedia ligera para ir mutando en un angustioso thriller que mezcla el espionaje con la guerra. Un deslumbrante duelo entre el violonchelista y el militar, que para Juan Carlos Rubio es una "invitación a analizar cómo responder un sí o un no puede marcar la diferencia", algo que se puede trasladar perfectamente al momento actual, en el que se tambalea todo aquello por lo que luchó Casals.
La historia transcurre en el tranquilo pueblo de Prades, al sur de Francia, donde se sitúa la Villa Colette, residencia del genio catalán exiliado. Casals, que intentaba en aquellos años ayudar a sus compatriotas hacinados en los campos de refugiados franceses en lo que podía, recibe una inesperada visita del ya mencionado alto cargo de la Gestapo, que le con la envenenada invitación de participar en un concierto para el mismísimo Adolf Hitler. Pero las intenciones del militar van más allá de su misión como enviado del Führer. Él es un enamorado de la música y en su vida como civil, previa a la Guerra, había sido violonchelista. La admiración absoluta que tiene por Casals hace la situación aún más difícil para él tras la negativa del músico a tocar para el dictador.
La cuerda se tensa hasta ahogar a ambos, ya que ninguno quiere obedecer. Por un lado Casals, defensor de la libertad y de la paz, nunca tocará ante los nazis. En el otro lado de la balanza, el militar debe cumplir órdenes ante la negativa, con todo lo que ello conlleva, para alguien que se muestra como un devoto admirador del violonchelista español. Todo ocurrirá en una noche, que puede cambiar el rumbo de sus vidas. Ambos tienen claro lo que tienen que hacer, pero también saben que las dos cosas son imposibles que pasen. Uno de los dos debe ceder y perder el pulso.
Tras la premisa real de la negativa de Casals de tocar para Hitler, los autores entrelazan una serie de historias que nos empapan de lo que fue una época de dolor y penurias para los exiliados. La relación que se genera entre Casals y Johann, el militar, es claramente desigual, aunque a lo largo de la obra iremos descubriendo que menos de lo que pensábamos. Los distintos personajes nos muestran tramas paralelas que llenan de una mayor tensión la, ya de por si angustiosa, visita del militar. Esos personajes secundarios (la pareja de Casals y su sobrina) intentan convencerle para sacarle de Francia rumbo a América, pero él insiste en que su lugar está ahí, ayudando a sus compatriotas. La noche se hará larga, ya que nadie parece dar su brazo a torcer. Dos hombres hermanados por la música pero antagónicos en su posicionamiento político. Una decisión que puede cambiarlo todo.
Uno de los puntos fuertes del montaje, además del delicioso texto, es la elección del elenco. Carlos Hipólito encarna majestuosamente a Casals, un hombre cansado de la vida, dolido por su destino, pero que no piensa dejar de luchar. Junto a él, en este exilio francés, tenemos a la siempre impecable Kiti Manver en el papel de su pareja. Un papel que da un toque de humor a la historia, muy necesario en algunos momentos de un montaje tan tenso. La tercera inquilina de la casa es la sobrina de Casals, interpretada por Marta Velilla. El personaje del militar corre a cargo de Cristóbal Suárez, que nos regala un interpretación cargada de matices, en la que debe permanecer firme en su posición de militar y a la vez intentar atraer la atención de su admirado Casals.
Todo esto ocurre en una sencilla escenografía móvil, diseñada por Leticia Gañán y Curt Allen Wilmer (AAPEE), que recrea la Villa Colette. Un juego de paneles móviles móviles que mueven los propios actores ayuda para el tránsito entre las diferentes escenas y sirve de división de los diferentes espacios por donde entran y salen de escena los personajes. Una sencilla pero muy efectista y elegante escenografía. Otro elemento reseñable es la iluminación creada por José Manuel Guerra, que nos mantiene en una tonalidad de luz tenue muy adecuada para el desarrollo de la trama. Por último, no podemos dejar de resaltar el minucioso trabajo de vestuario de Pier Paolo Álvaro (AAPEE) y de atrezzo y utilería a cargo de Miguel Ángel Infante.
En definitiva, estamos ante una obra que lo tiene todo para gustar, para ser aplaudida, para emocionar a los asistentes. Al menos eso fue lo que pasó el pasado viernes, una sensación unánime por parte del público de que habían asistido a un montaje primoroso, elegante, bello. Y todo ello dejando tras de si un demoledor discurso sobre lo que es el fascismo, sobre la necesidad de plantarle cara a la sinrazón, sobre el peligro de doblegarse ante el poder de los dictadores. Un montaje muy necesario en estos tiempos de aranceles locos, de políticas asesinas, de genocidios permitidos, de una realidad que se acerca peligrosamente a la vivida por Casals.
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Teatro: Teatros del Canal. Sala Roja
Dirección: Calle Cea Bermúdez 1.
Fechas: Del 2 al 20 de Abril. De Martes a Sábado a las 20:00. Domingo a las 18:30. 6 de Abril 18:00.
Duración: 1 hora 20 minutos.
Encuentro con el público: 3 de Abril
Entradas: Desde 9€ en Teatros del Canal. PROGRAMA.
Texto: Yolanda García Serrano y Juan Carlos Rubio
Dirección: Juan Carlos Rubio
Reparto: Carlos Hipólito, Kiti Mánver, Cristóbal Suárez y Marta Velilla
Productor: Bernabé Rico
Escenografía: Leticia Gañán y Curt Allen Wilmer (AAPEE)
Iluminación: José Manuel Guerra
Vestuario: Pier Paolo Álvaro (AAPEE)
Atrezo y utilería: Miguel Ángel Infante
Efectos especiales: José Antonio Rubio
Maquillaje y peluquería: Chema Noci
Asesor musical: Enrico Barbaro
Ayte. de dirección: Isabel Romero de León
Jefatura técnica: Carlos Barahona
Fotografía y cartel: Sergio Parra
Directora de producción: Marisa Pino
Distribución: TalyCual y Charo Fernández
Producción: TalyCual