Laurencia. Teatro de la Comedia.


El cuerpo como archivo, la voz como legado

"Te quiero contar lo que empieza, cuando todo termina", dice la actriz Ana Wagener al comienzo de Laurencia. Aitana Galán dirige este texto original de Alberto Conejero, que trae a escena a una Laurencia crepuscular, extraída de la obra de Lope de Vega, dispuesta a repasar los principales hitos de su vida antes de dar su último adiós. La guitarrista flamenca y compositora Antonia Jiménez acompaña a la actriz en este espectáculo recital, nueva producción original de la CNTC.




Un proyecto que vibra entre la palabra, el silencio y la memoria: Laurencia – El cuerpo como archivo, la voz como legado, un recital escénico que se atreve a mirar de frente a uno de los personajes más poderosos del teatro áureo.

No se trata de reescribir Fuenteovejuna, sino de escuchar el eco que dejó Laurencia en la historia. Alberto Conejero, uno de los dramaturgos más lúcidos de nuestro tiempo, la rescata no desde la épica, sino desde la herida. Su Laurencia es una mujer que recuerda, que ha envejecido, que arrastra el peso del grito colectivo. Ya no convoca a la rebelión: la recuerda. Y la recuerda con el dolor de las numerosas mujeres desaparecidas, ultrajadas, abusadas y es lo que hace que Laurenciana sea la voz de las mujeres a lo largo de los tiempos.



Conejero escribe con lirismo y precisión, trenzando memoria y política, deseo y silencio. Su texto se mueve entre la confesión íntima y la elegía social, transformando la palabra en carne. Cada verso, cada pausa, cada respiración, se convierte en un gesto de resistencia frente al olvido.

La dirección de Aitana Galán es una lección de contención y escucha. En un escenario  central desnudo —apenas un espacio de atrezzo en los laterales y un vestido de novia —, cada gesto adquiere peso, cada silencio habla. Galán convierte es espacio vacío que llena una maravillosa Ana Wagener, y la pausa en una forma de memoria.




La iluminación, sobria y emocional, marca los umbrales entre pasado y presente. No hay recreación histórica ni artificio: solo la presencia de una mujer que busca reconciliarse con su propia historia. El resultado es una atmósfera ritual, íntima y profundamente poética, donde el teatro se convierte en acto de duelo y dignidad.

Galán, fiel a su mirada feminista y simbólica, hace del cuerpo de Laurencia y de las mujeres de Fuenteovejuna un espacio de archivo: un lugar donde aún resuena el dolor, donde el honor y la honra tan inculcados en la mujer se ven amenazados no sólo por el Comendador.



Ver a Ana Wagener en escena es asistir a una lección de interpretación contenida y poderosa. Su Laurencia no clama, susurra. No pide justicia, la recuerda. Con un dominio absoluto de la palabra y del silencio. Ofrece una interpretación de una honestidad abrumadora. De un dolor que traspasa el tiempo.

Durante una hora y casi media, sostiene el monólogo sin fisuras, construyendo un personaje que se desgarra sin necesidad de levantar la voz. Su mirada, su respiración, su temblor… bastan para llenar el espacio. Hay en su actuación una verdad que traspasa lo teatral y alcanza lo humano.

Wagener convierte a Laurencia en símbolo y mujer, en eco y carne, en legado vivo. En olvido y en un pueblo que le reprocha silenciosamente el asesinato del comendador. Una actuación que se queda en la piel y en la memoria del espectador. El momento de su monólogo hacia el Consejo de los hombres es pura magia.

La presencia de Antonia Jiménez en escena no es mero acompañamiento musical: es contrapunto, espejo, y eco. Su guitarra flamenca no ilustra el texto, lo atraviesa. Las notas se funden con la voz de Laurencia, como si ambas compartieran un mismo aliento. Comparten heridas, y es la réplica contenida a la vida de Laurencia. Su diálogo con Wagener es puro teatro sensorial: una conversación sin palabras entre dos mujeres que se entienden desde la emoción y el respeto.

Antonia Jiménez, una de las grandes guitarristas del flamenco actual, dota al montaje de un pulso íntimo y ritual que lo eleva más allá del texto.

No hay decorado que distraiga, solo luz, sombra y presencia. Y estas mujeres poderosas en el escenario.
La iluminación, medida al milímetro, no busca deslumbrar, sino acompañar el tránsito interior de Laurencia. Es una escenografía emocional, que se despliega dentro de la mente y el cuerpo de quien mira.

En este juego de ausencia y evocación, el Teatro de la Comedia se transforma en un espacio de recogimiento.


 

Es una obra que no se grita, se escucha; que no se impone, se queda. Su belleza radica en la honestidad y la templanza, en la capacidad de convertir el dolor en palabra y la palabra en acto.

Bajo la dirección sensible de Aitana Galán, con la escritura luminosa de Alberto Conejero y el trabajo impecable de Ana Wagener y Antonia Jiménez, el montaje se convierte en una pieza de cámara sobre la memoria, el cuerpo y la dignidad.

Pero en toda esta magia siempre hay alguien que te recuerda porque los Comendadores siguen existiendo. Un espectador que se encontraba detrás y al que parecía que su opinión nos tenía que importar a los demás, nos deleitó con un “lo que faltaba” cuando Ana sacó la bandera de Palestina al final del espectáculo. Supongo que la equidistancia es cómplice para las tropelías del ser humano.

Pero su comentario se vio eclipsado por los aplausos del público, entregado a esta obra deliciosa compuesta por un equipo sobresaliente.



Ana Wagener, ganadora del Goya por La voz dormida. Reconocida por su profundidad psicológica y su dominio del silencio. Ha trabajado con Pedro Almodóvar, Rodrigo Sorogoyen y Alejandro G. Iñárritu.

Alberto Conejero, Premio Nacional de Literatura Dramática 2019 por La geometría del trigo. Su obra explora la memoria histórica y la identidad a través de una escritura poética y comprometida.

Aitana Galán, formada en la RESAD, con experiencia en el CDN y diversos festivales europeos. Su sello: mirada feminista, ética y simbólica sobre el repertorio clásico.

Antonia Jiménez, figura esencial del flamenco actual. Ha acompañado a Carmen Linares y Rocío Molina, entre otras. Su guitarra convierte cada pieza en un acto de memoria sonora

Una propuesta que demuestra que el teatro clásico sigue vivo cuando se atreve a mirarse desde el presente.

RESEÑA GEMA COLADO

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Teatro: Teatro de la Comedia. Sala Tirso de Molina.
Dirección: Calle Príncipe 14.
Fechas: Del 9 al 26 de Octubre. De Martes a Domingo a las 20:00. 
Encuentro con el público: 15 de octubre
Funciones accesibles: 16 y 17 de octubre
Duración: 120 minutos.
Entradas: Desde 12,50€ en entradasinaem.


EQUIPO

Intérprete

Ana Wagener

Guitarra flamenca

Antonia Jiménez




Asesoría plástica

Anselmo Gervolés

Sonido

Quique Mingo

Iluminación

Javier Ruiz de Alegría

Ayudantía de dirección

Ramón Perera

Videocreación

Alba Trapero 


Autor

Alberto Conejero  

Dirección

Aitana Galán

Producción

Compañía Nacional de Teatro Clásico