Teatro: La Panadera. Teatro María Guerrero

Desgarradora, dolorosa, emocionante, se acaban los calificativos para esta pequeña gran obra que duele y emociona a partes iguales. En esta caja de pandora podemos encontrar dolor, angustia, pero también compasión, amor y mucha empatía (al menos de la gente que rodea a la protagonista). Algo que quizás nunca te habrías parado a pensar y que al salir de la obra no se te va de la cabeza. El daño que se puede llegar a hacer a una persona difamándola, subiendo a las redes algo sin su consentimiento, levantando bulos, publicando fake news. Esta obra debería ser de obligado visionado para todos esos a los que se les calienta la mano en Twitter, a los que creen que en la red puedes subir y decir cualquier cosa, sin importante la repercusión.



La vida apacible de una mujer puede cambiar bruscamente por algo que ella no ha provocado. La facilidad con la que hacemos uso de las redes sociales para publicar cosas puede ser un arma de doble filo, una bomba camuflada que pueda hacer mucho daño a personas que no lo merecen. La historia, basada en un hecho real, que nos cuenta este montaje es demoledora. La fragilidad de la vida, que puede verse abocada al precipicio por algo que no debería ocurrir. Porque la intimidad de las personas no debe salir a la luz de forma gratuita, pero en el caso de que alguien tenga la mala leche de publicarlo, nosotros debemos tener la responsabilidad de no difundirlo, de no darle visibilidad, de no hacer más grande el problema. Aunque viéndolo más fríamente, tampoco debería ser motivo de mofa, crítica y muchos menos de insulto, la libertad sexual de las personas



Esta coproducción del Centro Dramático Nacional, El Silencio Teatro e Iria Producciones, nos muestra lo vulnerables que somos ante ese universo misterioso que es internet. Un vídeo colgado en la red puede cambiar radicalmente nuestras vidas, la exposición de nuestra intimidad nos golpea de tal manera que hace tambalear los cimientos mismos de nuestra propia existencia. De la noche a la mañana la vida te cambia para siempre, te sientes ultrajada, violada, exhibida como un mero objeto sexual para satisfacción de quien quiere golpearnos donde más duele, en nuestro amor propio y en nuestra vida privada. La exposición a la que nos somete la tecnología nos pone en un lugar incómodo, que en un caso como el que nos cuenta esta obra (que recordemos, la autora leyó en una noticia) puede golpear nuestra vida y conseguir hundirnos. 


La autora, directora y actriz de la obra, Sandra Ferrús cuenta como se cruzó en su camino, mientras leía las noticias en el periódico, la historia que le sirvió de punto de partida para crear "La panadera": "Encendí el ordenador, y lo vi todo. Me sentía en bolas, como si fuera desnuda por la calle, no, peor, como si fuera desnuda y todos pudieran meter sus manos en mis genitales. Como si yo les hubiera otorgado el derecho a poder hacer conmigo, con mi persona, con mi cuerpo, con mi vida, con la de mi familia, lo que quisieran. Como si pudiesen opinar, manosear, llenar de mierda, y yo tuviera que aceptarlo como castigo, por haber hecho ese vídeo. Surgen entonces un puñado de preguntas, como en trompa: ¿Cómo estará? ¿ Tendrá apoyo? ¿Tendrá hijos? ¿Tendrá familia? ¿Cómo estarán? ¿Tengo algún vídeo de esas características? Quizá siendo joven...". La noticia era demoledora, una mujer que se había visto expuesta, de la noche a la mañana, siendo la comidilla de todos. La autora reconoce que "sin darme cuenta, me puse sus zapatos: la sensación de desnudez, de horro, de intimidación...".


Llevaba tiempo queriendo ver algo de Sandra Ferrús. Tenía apuntada "El silencio de Elvis" que fue un gran éxito la pasada temporada y regresa al Teatro Español (del 27 de Mayo al 13 de Junio). Pero tengo que reconocer que la obra ha superado con creces las expectativas que me había creado. Ferrús es contundente como dramaturga (fue candidata a los Max como autora revelación), certera como directora (con Concha Delgado como ayudante de dirección) y descomunal como actriz. Esta obra lo tiene todo para conmover, para concienciar, para que salgamos del teatro con la idea de que debemos hacer las cosas de otra manera, que cosas como las que se cuentan en la obra no deberían ocurrir.

Sandra Ferrús se sintió desnuda, impotente, dolida con la noticia y quiso hacer su pequeño homenaje a esta mujer que "tira hacia adelante. Concha me da mucha envidia, tiene muchísima luz, es una mujer poderosa a la que le tiemblan los cimientos y tiene una resiliencia envidiable", una mujer que ante la adversidad de un hecho que le ataca sin razón alguna, "está muy bien acompañada, de una manera muy real, no hay superhéroes, no hay buenos ni malos, hay humanidad". Ese entorno es el que consigue que entre todos superen la situación, no sin momentos de dolor, angustia y rabia. Todo esto lo plasma la directora de manera majestuosa en una obra sin fisuras, contundente como el martillo que golpeaba a Concha cada vez que se sentía observada, señalada, criticada. Ese compromiso de su entorno para apoyarla es lo que hace aún más humana si cabe esta obra, en la que se pone de manifiesto las diferencias que existen entre la sexualidad masculina y femenina. Un relato demoledor que, al menos a mi, me ha dejado un poso sobre el que recapacitar sobre lo que somos como sociedad.



Centrándonos en la historia, "La panadera" cuenta lo que le ocurrió a Concha, una mujer de cuarenta años, felizmente casada y con dos hijos, encargada de una panadería, que de la noche a la mañana ve como su vida sufre un giro de 180 grados. La mujer tiene una vida tranquila, es muy feliz con su familia, hasta que un día se despierta con la noticia de que alguien ha subido a las redes sociales (y el resto lo han compartido compulsivamente) un vídeo íntimo suyo manteniendo relaciones sexuales con su antigua pareja de hace quince años. El vídeo sale a la luz y se extiende en cuestión de horas llegando a los móviles de familiares, amigos, profesores del colegio de sus hijos, compañeros de trabajo... por el único motivo de que el hombre con el que hizo el vídeo se ha hecho famoso en Italia gracias a un reality televisivo. Su tranquila vida se desmorona, los paparazzis se agolpan en su portal y toda la gente la señala por la calle. La angustia se apodera de ella. ¿Cómo puede quedar tan expuesta por algo que nunca debió salir a la luz? ¿Cómo puede proteger a su familia de todo el revuelo que se ha montado? Pero lo más importante ¿Qué ha hecho ella para merecer todo esto?


El papel de Concha lo interpreta una inconmensurable Sandra Ferrús ("La ternura", "No me hagas daño", "El mal de la juventud") que se resquebraja ante nuestros ojos con una desgarradora actuación. Lo que hace la actriz pone los pelos de punta. Pocas veces me ha conmovido tanto una interpretación como la de esta mujer angustiada, desolada, que busca una salida a una situación que le supera por todos lados. Los matices que le da al personaje, la fuerza que le imprime, la brutal ansiedad que transmite en sus visitas a la psicóloga (no se me quita de la cabeza su angustioso movimiento de pierna en cada sesión), la manera en que se va desquiciando ante la situación, todo es brutal y doloroso, bello y dramático, contundente y genial.


Junto a ella está Aitor, su marido, al que da vida Martxelo Rubio ("La calma mágica", "Desoxirribonucleico", "El patio de mi casa"), que no deja de apoyarla en ningún momento, aunque la situación le supere y no sepa como actuar en la mayoría de las situaciones. Una actuación que va creciendo con el paso de la historia, a la vez que su personaje se va desquiciando por la situación. César Cambeiro ("Tartufo", "Cyrano", "Xardín suspenso") es el padre de Concha, Ramón, un hombre al que le sobrepasa todo lo que ocurre pero que la apoya incondicionalmente. La interpretación de Cambeiro es todo amor y ternura, el punto de cordura en una realidad que se desboca. Susana Hernández ("Mármol", "El baile", "La tortuga de Darwin") se mete en la piel de la psicóloga que trata a Concha (además de dar vida a la madre en una escena de gran ternura), un apoyo para la protagonista que poco a poco va consiguiendo que saque todo lo malo que le carcome por dentro. Por último Elías González ("El silencio de Elvis", "La melancolía de las jirafas", "El contador del amor") interpreta varios papeles, desde el adolescente que se sobrepasó con Conchita al baboso que entra en la panadería el día en que todo estalla. Pero sin duda su papel principal es el de Edgar, el hijo que sufre en silencio toda la situación.



La obra nos sitúa en un espacio rodeado por las butacas que engloba todos los lugares que aparecen a lo largo de la historia. La elegante escenografía de Elisa Sanz (con Paula Castellano como ayudante) está compuesta por una aparentemente aleatoria disposición de muebles de diseño, cada uno perfectamente ubicado para que se desarrolle la historia. Poderosa iluminación de Paloma Parra que enfatiza la tensión de cada escena, dotándolas de un brillo especial para que nos abrume aún más todo lo que pasa. La música, que nos acompaña a lo largo de toda la obra, ha sido creada por Antonio de Cos (encargado también del espacio sonoro). Por último hay que destacar la potente composición de la videoescena creada por Elvira Torroja, que potencia y acompaña el desarrollo de la historia.



Estamos, en definitiva, ante una obra tan descomunal como necesaria. Porque todos debemos ser conscientes de lo peligrosas que pueden llegar a ser las redes sociales, como un simple tuit, un vídeo compartido, una imagen publicada, puede hacer mucho daño. En esta época de globalidad debemos proteger aún más nuestra intimidad y a la gente que nos rodea, como ocurre con el entorno de Concha, capaz de hacer piña ante la injusticia sufrida, para unidos conseguir superar la situación. "La Panadera", en palabras de la autora, "es un deseo de parar la cadena, de romper creencias, de tomar conciencia y de dar confianza y soporte. Es un deseo de unión, es un abrazo, es esperanza".

Quiero utilizar estas últimas líneas para mostrar mi admiración, de nuevo, por Sandra Ferrús. Su interpretación de Concha trasciende la escena, se nos mete dentro, se instala en nuestro interior para no dejarnos. Un derroche tanto físico como psicológico que debe dejar a la actriz extasiada al final de cada función. Por eso desde aquí quiero agradecer su valentía (por hacer un texto así), su fortaleza (al exponerse de esa manera) y su generosidad (al dejarse la piel en escena) para vaciarse ante nosotros y dejarnos helada el alma. Maravillosa obra y descomunal Sandra Ferrús. VOLVAMOS A LOS TEATROS. LA CULTURA ES SEGURA.

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Teatro: Teatro María Guerrero
Dirección: Calle Tamayo y Baus 4.
Fechas: Del 27 de Enero al 07 de Marzo. De Martes a Domingo a las 17:00.
Entradas: Desde 6€ en entradasinaem. Descargar Programa de mano.

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