Teatro: Con A mayúscula. Teatros Luchana.

 Hay temas que no por mucho que se hable de ellos dejan de avergonzarnos. Las pequeñas piezas que componen esta obra son necesarias, porque es el día de hoy que sigue existiendo una desigualdad enorme entre los hombres y las mujeres, por mucho que algunos no quieran verlo. Pero esto es aún más grave cuando no solo hablamos de desigualdad, sino que profundizamos en algo tan demencial como el abuso. Por todo ello siguen siendo muy necesarias este tipo de obras, para seguir reivindicando que aún hay gente que sigue asociando el querer a alguien con la posesión, porque los hay que ven a una chica sola volviendo a casa y piensan en sobrepasarse con ella, porque en el siglo XXI sigue habiendo un gran negocio en la prostitución y la mercantilización del cuerpo de la mujer sin su consentimiento.




Tengo que reconocer que me da mucha rabia ver obras como esta. La impotencia que se siente al ver que siguen ocurriendo este tipo de cosas es mucha. Es necesaria una gran reflexión de lo que somos y de lo que queremos ser, cuando a estas alturas de la vida siguen ocurriendo este tipo de cosas. Asco, rabia, vergüenza, enfado, todas esas sensaciones se me agolpan en la cabeza al ver como hay gente que no respeta al prójimo por el simple hecho de ser mujer. La gota que colma el vaso es saber que todo lo que estamos viendo son hechos reales. Somos una sociedad, una humanidad, que necesita un giro importante para ser decente.


Esta producción de Taumaturgos nos presenta, de manera dura y sin edulcorantes, el tema de los abusos sobre las mujeres. Una lacra que vivimos en nuestra sociedad, y que como se puede observar en estos cuatro relatos tiene muchas maneras de visualizarse. Desde la violación a la trata, desde el acoso a la burla, infinidad de vectores que convierten a las mujeres en el foco de la violencia machista, de la sexualidad mal concebida, de la soberbia de una parte de la sociedad que las ve como un mero objeto de consumo. Las cuatro historias que nos cuenta Luis Fernando de Julián son un crisol de opciones, que no todas, de lo que es este problema tan complejo, que parece endémico a nuestra sociedad. Diversos mundos, distintas realidades, todas ellas muy alejadas, todas ellas con un punto en común. Muchos matices, muchas realidades, el mismo problema, un virus que ataca los cimientos mismos de nuestra sociedad y de nuestra identidad.



la dirección de este montaje corre a cargo de Ana Mayo (a la que hemos visto como actriz en montajes como "Solo un metro de distancia", "Los desvaríos del veraneo" o "La hostería de la posta") que nos propone un interesante collage de situaciones que nos desmoronan, que nos inquietan, que nos avergüenzan. Una dirección sencilla, a modo de secuencia de escenas, con la necesaria pausa entre cada una de ellas para conseguir digerir lo que estamos viendo. La cercanía con la que trata el tema del abuso el fundamental para que tomemos conciencia de una manera real, no desde la distancia de una pantalla de televisión o la comodidad de un periódico, el cual podemos cerrar si nos incomoda. La verdad que transmite este montaje nos pone frente a frente con los sentimientos, los miedos, el dolor de todas esas mujeres que se sienten acosadas, violadas, intimidadas, observadas, indefensas, por el simple hecho de ser mujer. 

Esto es sin duda lo más positivo de este montaje, de sencilla composición pero de gran calado. En esta "sencillez" reside su fuerza, ya que lo que se quiere contar es tan contundente que no se necesitan artificios de ningún tipo. Muy importante también la pausa, a modo de puntualización, que se hace tras la primera escena. El saber que todo lo que estamos viendo es real, que ha ocurrido, que no es mera ficción, hace subir varios grados la apuesta, y nos hace mucho más vulnerables a los espectadores ante lo que estamos viendo.



La obra es una tetralogía compuesta de textos breves, directos como los golpes de un boxeador, que nos hablan del abuso desde distintas perspectivas y realidades muy alejadas pero igualmente dolorosas. Cuatro gritos de socorro, de dolor, de angustia, que nos estremecen. Cada uno de los relatos nos zarandea, nos expone de forma clara y directa una realidad que por desgracia está demasiado arraigada en nuestra sociedad, tan "moderna y democrática". Historias tremendas sobre la violencia que sufren las mujeres, en todas sus formas (alguna de las cuales dan vergüenza, otras asco, todas duelen).

Una propuesta que abre el objetivo de el hecho de la agresión para meter en el foco del problema al resto de personajes que transitan las cercanías del hecho en sí. Las personas cercanas a la víctima, los vecinos que escuchan los gritos y no hacen nada, la sociedad que señala con el dedo a la víctima (mitad con desprecio, mitad con pena). Nos hace recapacitar sobre nuestra parte de responsabilidad en el tema, como ciudadanos que debemos denunciar lo que vemos y que no debemos victimizar a las personas (muy esclarecedor el programa de anoche sobre Rocío Carrasco, víctima de violencia machista y estigmatizada desde hace años por una gran parte de la sociedad). Una mirada, un silencio, un "mirar para otro lado, o la simple indiferencia, nos hace en cierto modo cómplices de estos abusos.



Somos en cierta manera cómplices de la tragedia, del dolor, del miedo, de la violencia. ¿Somos conscientes de lo letal que puede resultar el silencio? ¿Somos conscientes de la magnitud de nuestros actos? ¿De lo hiriente de nuestro murmullo? ¿Somos un sociedad igualitaria? Todas estas preguntas sobrevuelan todo el montaje, y nos acompañan a la salida, como una pesada losa sobre la que reflexionar. Demoledores relatos que nos muestran el lado más oscuro de un inquietante problema que solemos ver desde la barrera, sin acercarnos al detalle, a las consecuencias, a los hechos reales.

En escena vemos a Fátima Domínguez ("Mosca", "La ruina", "Al otro lado") y Juan Madrid ("El club", "Clásicas envidiosas", "Naturalmente malos" ) interpretando las cuatro historias. Los dos intérpretes cumplen sin fisuras ante la difícil tarea de transmitir sentimientos tan dolorosos. Con mayor acierto en unas escenas que en otras, consiguen transmitir al público todo lo que duele del texto, todo el dolor y la angustia, la impotencia y la rabia. Unas interpretaciones quizás demasiado contenidas, que nos llegan a golpear, pero que nos dejan con la sensación de que queda dolor por sacar a relucir. En esta difícil tarea de meterse en personajes tan diferentes, aunque el germen del dolor sea el mismo, los personajes resultan demasiado similares, sin llegar a potenciar esa diversidad tan extrema entre cada uno. 




Las cuatro escenas son de un tono desgarrador, pero me quedaría con la última. En ella vemos a una mujer que ha sufrido un accidente de coche y por ello ha sufrido un daño cerebral que le impide moverse y prácticamente hablar (ingenioso el recurso de las palabras con A). La angustia que transmite la actriz en esta historia es brillante, con solo la mirada es capaz de transmitir toda la angustia que sufre la mujer ante una dolorosa rutina ante la que no puede hacer nada. Cada tarde, su cuidador se aprovecha de su minusvalía para abusar de ella. Algo que es difícil de creer, el simple hecho de que alguien sea tan ruin como aprovechar una circunstancia como esta. Lamentablemente pasa. La angustia mezclada con la rabia y la impotencia se transmiten de una forma desgarradora


En definitiva, estamos ante una pieza muy necesaria por la crudeza con la que cuenta una serie de historias marcadas por un denominador común, el abuso sobre las mujeres. Una realidad que golpea a nuestra sociedad a diario, que la hace débil, que le impide avanzar. Somos una sociedad machista por tradición, y desgraciadamente nos queda mucho por avanzar. Montajes como este nos ayudan a visibilizar un problema grave, a pensar sobre él, a intentar cambiar, en la medida de lo posible, nuestras actitudes con la gente que se comporta de esta manera. VOLVAMOS A LOS TEATROS. LA CULTURA ES SEGURA.

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Teatro: Teatros Luchana
Dirección: Calle Luchana 38.
Fechas: Del 26 de Febrero al 26 de Marzo. Viernes a las 19:30.
Entradas: Desde 12€ en Teatros Luchana.

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