La mujer rota. Teatro Infanta Isabel.

Un gris atonal, monótono, sucio, opresivo, nos recibe en el Infanta Isabel una tarde más en la que el verano no se quiere marchar. Pero esta tarde no será anodina, no será entera, estará rota, partida, hecha trizas como esa mujer, la rota, la de Anabel. Murielle, que en su casa, sola, en Nochevieja, todo le molesta, los gritos, las celebraciones, los cánticos, la felicidad… todo. Y ella no puede dormir, y va recordando su vida, ese presente desolador, ese futuro gris, como el escenario, ese pasado triste y vacío, como su vida. Esa vida… Un portazo. “Imbéciles…” 





Una gris Navidad, una habitación gris, un mundo gris, como su pelo, como su corazón, como su alma, un fracaso tras otro, pérdidas, dolor, mucho dolor. Y rabia. Mucha rabia. “Y ahora se ponen a tocar el claxon”. Entramos en harina, gris también, con ese enfado perpetuo, con esa desazón, con esa tensión inicial que nos sobrecoge, que nos cuesta entender al principio, pero que poco a poco se va desgranando y vamos comprendiendo, que va deshojando esa margarita, también gris, donde Murielle, Anabel, nos cuenta su historia, su vida, la cuenta a ese personaje invisible, al que no mira, al que no habla, pero con el que se confiesa. Una cuarta pared imaginaria donde esperamos expectantes su relato. “Su tragedia, como mujer, como esposa, como madre y como hija”.


Anabel, que maestría, que manera de llenar el escenario, con su voz, con su cuerpo, con su lenguaje, con su mirada, con sus distintos planos, con agilidad, con humanidad hacia Murielle, con cariño hacia esa mujer que ha perdido todo, que repasa su atormentada vida desde su niñez, donde tampoco fue feliz. “Mamá me cuidaba tan mal”, desde ese salón actual, en nochevieja. Fin de año en la casa de la puñetera de abajo. Discurso dramático, roto, derruido cual cerbatana que atraviesa el dardo de la memoria, y la hunde un poco más, al recordar a sus ex, al recordar a sus hijos, a su hija , a su pérdida, con ese sentimiento de culpa, con esos cambios de registro en la oscuridad, con ese humor ácido que te hiela la sangre al escucharlo, donde empatizas pronto con ella, sintiendo en la butaca dolor y lástima. “Una mujer sin pasta no puede defenderse”. 


Anabel, espectacular, que gran trabajo, que bien transmite esa atmósfera oprimida, sucia, pequeña, cerrada, envolvente, aterradora a ratos, cómica sin serlo, oscura, vacía. Triste, pasando del dolor a la rabia, de la rabia a la locura, de la locura al clown, del clown al esperpento, del esperpento a la tristeza, de la tristeza a la amargura, y vuelta al dolor. Todos esos registros nos ofrece este personaje, todos esos matices nos los hace ver Anabel. Y ya no nos movemos de la butaca, estamos hipnotizados ante el escarnio, ante esa mujer que ya ha dejado de luchar, que quema sus últimas balas esperando nada, porque sabe que nada es lo que va a tener. Esa bruja de mentira con la escoba, intentando barrer su propia identidad. “Quiero vivir”, nos dice, pobre. Y nos mete en la confusión, en el caos, en la muerte de su hija, en una escena memorable, dramática, bella, traspasadora, brutal, como dirían en las cataluñas, magistral. “Estoy enterrada”. 


Todo ello bajo la dirección de Heidi Steinhardt, que ha sabido exprimir al máximo a Anabel, llevarla a esos estados, hacernos vivir con ella esa opresión. Magnificar ese texto maravilloso y duro de Simone de Beauvoir en el retrato incómodo, aplastante de una mujer desesperada, aplastada por la vida, humillada por las contradicciones sociales, derrotada. Matices de piano trasladan esa tristeza al salón de ese piso maldito, donde Anabel nos ve, pero no nos mira, habla para ella, para entenderse, para explicarse su vida, para poner en orden sus ideas, su desazón, su no futuro, su salida cerrada a cal y canto. Su pérdida. Y ya nos hundimos en la butaca, ya somos humo, somos grises, somos volátiles y nos elevamos en esa oscuridad, sin descansos, sin tregua, donde contemplamos extasiados la historia de la muerte de su hija, de Silvie. “Toda mi vida serán las dos de la tarde de un martes de junio”. 




Y ya todo nos sobra, el tarot, el teléfono que nunca suena, el muñeco, el chal, el sillón, nos sobra todo. Ya nos ha atrapado Anabel, maravillosa Anabel. Una clase magistral de teatro en el Teatro Infanta Isabel. Un saber entender un personaje de una manera tan brillante que sobran las palabras. Sobra el decir, sobra el ver, solo está el sentir. Vengan a conocer la historia de Murielle, vengan a ver a Anabel. Vengan enteros, aunque puede que salgan rotos. Vengan de cualquier modo, y de todos modos, vengan.


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Teatro: Teatro Infanta Isabel
Dirección: Calle Barquillo 24.
Fechas: Del 8 de Octubre al 16 de Noviembre. De Martes a Domingo a las 19:00
Duración: 90 min aprox.
Entradas: Desde 20€ en Teatro Infanta Isabel


ficha artística y técnica


LA MUJER ROTA
de Simone de Beauvoir


Dirección de Heidi Steinhardt
Interpretado por Anabel Alonso

Ayudante de dirección
Ana Barceló/Manuel de Durán

Escenografía y vestuario
Alessio Meloni

Diseño de iluminación
Rodrigo Ortega

Diseño de sonido
Mariano Marín

Producción ejecutiva
Jair Souza – Ferreira

Diseño gráfico
Javier Naval

Distribución
Julio Municio

Dirección de producción
Miguel Cuerdo

UNA PRODUCCIÓN DE LAZONA

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