La lucha entre la cordura y la locura, entre la verdad y la mentira. Las dos caras de una misma moneda que luchan por obtener la hegemonía del mundo. La lucha entre el bien y el mal siempre ha sido un tema recurrente en la mitología y en los relatos tanto religiosos como fantásticos. En esta ocasión presenciaremos la encarnizada lucha que se librará en este articular hospital, en el que descubriremos a personajes de lo más variopinto, todos ellos muy reconocibles. Ingeniosa, impactante, entretenida, mordaz, una de las obras más redondas que hemos visto en los últimos meses.
Teatro: La vida es sueño. Teatro de la Comedia.
No se me ocurre mejor manera de terminar el año -teatralmente hablando- que con la posibilidad de disfrutar en el Teatro de la Comedia del clásico entre los clásicos. Probablemente una de las obras más representadas, La vida es sueño.
La capacidad de sorpresa de un clásico cuando se representa con astucia, con una nueva mirada.
Un fogonazo, comienza la representación y me siento confusa, ¿es sueño, es realidad?, ¿me he equivocado de sala?, ¿estoy ante lo que entendemos por teatro clásico? Qué maravilla.
Teatro: El peligro de las buenas compañías. Teatro Reina Victoria.
¿Realmente merece la pena ser buena persona o siempre llegan más lejos los que se dedican a mirar solo por su propio interés y están siempre pendientes de hacerles la vida imposible a todo el que le rodea? En un mundo cargado de individualismos es conveniente alzar la bandera del buenismo, nunca ser buena persona debería estar mal visto, aunque haya quien se sienta incómodo en la comparación. Esta comedia indaga en ese dualidad, y nos deja interesantes perlas sobre las que reflexionar.
Teatro: Antonio y Cleopatra. Teatro de la Comedia.
Estamos ante uno de los montajes que al comenzar la temporada todo el mundo subraya como imprescindible. Una historia de amor y lucha de poder, de egos que ciegan, de amores que matan. El prodigioso texto de William Shakespeare retrata los instintos más primarios de los seres humanos, y nos muestra a unos personajes que fácilmente podrían habitar en nuestros días. Es lo que tienen los clásicos, que saben ahondar de tal manera en la esencia de lo que somos que consiguen perdurar en el tiempo y que sus historias sean atemporales.