Un universo imaginario que ya es una clara seña de identidad, el de nuestro barrio. No ahora, hace algún tiempo, el de aquellos que honradamente se ganaban la vida y se acostaban por la noche agotados después de la larga jornada, pero juntos. Aquellas dependientas, siempre con su misma cantinela y su buen hacer y que sabían que tipo de bombilla necesitabas, que parecían conocer tu casa mejor que tu y es que quizá las casas eran todas muy similares.
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