Un viaje a través de la historia, la literatura, y las anécdotas habidas por un actor a lo largo y ancho de esta tierra, a tiempos agreste otros tantos en barbecho. En escena un testigo lúcido, el mensajero de los chismes de la corte, el correveidile que nos mantiene informados de dimes y diretes con ese humor sardonico y que a todos nos interpela.
De paso lento y preciso, sin pausa pero sin priesa, porque no hay vocal que indique la dirección de llegada a un destino cierto. Nos gusta etiquetar, nos exaspera aquello a lo que no podemos poner nombre, lo que no podemos adjetivar. Rafael Alvarez parece decirnos; -no lo intentes, esto es teatro, por un rato dejate llevar.