Es siempre atrevido pero gratificante acercar la poesía a la
escena. En esta ocasión se ponen a dialogar los sonetos de Garcilaso de la Vega, precursor de la explosión lirica
de nuestro siglo de oro, con altas poetisas
contemporáneas uruguayas del siglo
XX. Una combinación a priori un tanto…sorprendente… ¿sugerente mejor? El
resultado es un experimento puro cargado de originalidad. En cierto modo,
no se sabe bien que es, cuál es su formato, a medio camino entre el vídeo clip,
un concierto de Jazz, el teatro de cámara o un espacio intermedio de búsqueda
como dice el mismísimo Lluís Homar,
director de la CNTC. En cualquier caso, difícil de clasificar, pero no importa.
Cuidando la dicción y con más o menos persuasión se desenlaza esta propuesta.
Algunos poemas han sido ciertamente luminosos otros merecerían probablemente
una segunda oportunidad, o quizás no ellos sino el mismo público. Ya no venimos
al teatro a que nos lo den todo hecho.
Y he de destacar para empezar la música, teclado de Luciano Superville y percusión Mateo Ottonello muy currada, bella e
intimista. Casi sobre ella recae toda la responsabilidad de crear ambientes y
texturas...surcos. Junto con la iluminación de Santiago Monteverdi, con una marcada tensión entre la luz y la
oscuridad.
Sin embargo, me estaba yo preguntando, en plena actuación, si
está tan justificado meter música por costumbre en el teatro clásico,
contemporáneo o en cualquiera en estos tiempos, casi como si se quisiera
convertir el teatro en cine cuando no lo es, en un alarde extraño de no sé qué.
Estaba pensando en eso cuando el batería inició un "solo" memorable.
Él sólo. Nada más, y un resquicio de penumbra. Esplendido. Me quito el sombrero.
Como si estuviéramos en un concierto de rock o en una performance, ese espacio
de búsqueda que afirma Homar como propósito de la obra. Pero sigo sin resolver
mi dilema, aunque al “batera” le hemos aplaudido con ganas a pesar de las horas
casi de siesta en las que estábamos y el calor incipiente que parecía desafiar
a la climatización de la sala en esta primavera veraniega de Madrid.
No hay barreras en el diseño teatral de Homar y Gabriel Calderón,
lo vemos todo en el espacio escénico, los cables, la mesa técnica, las
confidencias entre los actores porque nada aparece cerrado, ni tampoco hay
principio y ni fin...es como si estuviéramos asistiendo a un ensayo o fuéramos
parte de la obra. Un happening: que
como dice la I.A. es una manifestación artística multidisciplinaria que se
caracteriza por la improvisación, la participación del público y la ruptura con
las formas artísticas tradicionales. Hasta aquí perfecto, pero también afirma
la Inteligencia Artificial que es toda experiencia que parte de la
ecuación: provocación-participación-improvisación. Pero no es el caso, “Entre Rimas y riveras” es un happening simulado, todo está previsto,
controlado hasta el mínimo detalle…el único que acude inocentemente es el
espectador, o el niño en off que recita al principio y al final.
Vestidos y vestidas elegantemente, pero sin que nada recuerde
al siglo XVI salvo la lírica de Garcilaso. Decididos a atravesar la cuarta
pared, a disolverla o a dejarla caer desde el comienzo los rapsodas nos han mostrado sus costuras y hemos acabado cantando
con ellos.
Lo bueno de arriesgarse es que a veces se acierta y ha habido
momentos y versos, no sólo los de Garcilaso, que lo han conseguido. Es muy difícil
que Garcilaso no guste…” Escrito está en
mi alma vuestro gesto…”. Es imposible.
Dialogar, esa extraña y turbadora palabra, cada vez más en
estos tiempos, es la forma en que interactúan en el arte el pasado y el
presente. Se agradece el empeño de hacer florecer la poesía de este modo
novedoso con los recursos de la escena que hemos visto hoy que no son pocos. Ni
siquiera hay que saberse todos los poemas de memoria, los actores digo, hemos
escuchado poesía leída y pronunciada, ecos, repeticiones, coros, juegos de
sonidos y palabras...música. Me atrevo a decir que me hubiera gustado más una
segunda vez.
No resulta fácil en ocasiones, que se encienda la magia y no
nos quedemos parados, sin entender nada, pero merece la pena intentarlo. Quizás
se trata de eso en el fondo, venerar el misterio de la palabra sin desvelarlo
de todo. Como dice su director Gabriel Calderón,
desmontando todas mis teorías:
” No es un show, nada
se muestra. Tampoco es una obra, nada se construye todo estaba construido ya, es más bien un ritual. Estamos
convocando, no espectadores, no público, sino fieles creyentes en el verso del
soneto, la palabra”.
Consiste en definitiva este experimento en una colaboración
de tres instituciones culturales: La Compañía
Nacional de Teatro Clásico (España), Comedia
Nacional (Uruguay) y Bito
Produccions S.L. Y está interpretada por actores y actrices de ambas
compañías: Roxana Blanco, Aisa Pérez,
Juan Antonio Saraví y José Luis
Verguizas.
Una Iluminación con fuertes claroscuros culmina este ritual y el amor está en el fondo de ese dialogo, inolvidable estandarte de
Garcilaso y de la humanidad. El amor, en fin, se presenta como el hilo
conductor del siglo de oro hasta el presente. Un presente a uno y a otro lado
del océano que nos une por medio de una misma lengua.
El resultado júzguenlo ustedes y participen.
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FICHA ARTÍSTICA
Dirección: Gabriel Calderón y Lluís Homar
Elenco:
Roxana Blanco
Aisa Pérez
Juan Antonio Saraví
José Luis Verguizas
Músicos en escena:
Luciano Supervielle (teclado)Â
Mateo Ottonello (percusión)
Equipo artístico:
Gabriel Calderón - Dirección
Lluís Homar - Dirección
Jimena Ríos - Diseño de escenografía
Mariela Villasante - Diseño de vestuario
Sofía Ponce de León - Diseño de iluminación
Santiago Monteverdi - Técnico de sonido
Magdalena Charlo - Traspunte
Vicente Fuentes - Asesor de voz y verso
Lola Davó - Ayudante de dirección
Arantxa Melero - Adaptación espacio escénico
Eduardo Vizuete - Jefe técnicoÂ
Pedro Pablo Pérez - Técnico de sonido
Macarena García - Producción ejecutiva Bitò Produccions, SL
Producción:
Compañía Nacional de Teatro Clásico,Â
Comedia Nacional (Uruguay) y
Bitò Produccions, S.L.