Teatro: Prima Facie. Teatros del Canal

Sin ánimo de equivocarnos, podemos decir que estamos ante el primer gran éxito de la temporada. El pistoletazo de salida a la temporada de los Teatros del Canal no podía ser más contundente, más demoledor, más actual, más necesario. Una descomunal propuesta que nos habla a las claras de todos los problemas que tenemos en nuestra sociedad machista. Nos habla de la necesidad de poner el foco en el consentimiento, pero también de lo pervertida que están las estructuras legales a la hora de enjuiciar un caso de presunta violación. Ni queriendo habrían podido programar este montaje en un momento más adecuado (aunque todos lo sean para reflexionar sobre la violencia machista y la permisividad de la justicia), en plena ola de repulsa al machismo por el caso Rubiales.


Como hemos dicho, llega en el momento justo. Una obra desgarradora, valiente, impactante, certera, que plasma sin tapujos los límites que no se deben sobrepasar, la necesidad de poner el consentimiento en el centro, la vulnerabilidad de la víctima en los casos de violencia machista, en los que acaba siendo juzgada en un intento de desvirtuar su relato. Llega a Madrid esta obra que ha encumbrado a Jodie Comer en los escenarios de Londres y Nueva York. Un relato en el que vemos la degradación de una mujer dentro de una sociedad que la señala, que no le cree, que le da la espalda.




Producida por Producciones Teatrales Contemporáneas, "Prima Facie" ("A primera vista") es un demoledor monólogo en el que su protagonista se enfrenta a todo lo que ha sustentado su vida para encontrar la justicia, para intentar sacar a la luz eso que se nos suele ocultar, que se nos enturbia para que dudemos, todo lo que nos impide conocer la verdad porque siempre se pone en duda. Una descomunal propuesta en la que seremos testigos de un auténtico tour de force en el que se pone en duda todo eso que tuvimos claro porque "es lo de toda la vida", un fantástico ejemplo de la necesidad de cuestionar nuestros paradigmas, de repensar lo que somos, de reconstruirnos para avanzar. En estos tiempos del "me too" o del "Se Acabó" es fundamental que montajes como este tengan una larga trayectoria, para que poco a poco vayamos desmontando lo que fuimos para conseguir una sociedad en la que todos juguemos con las mismas cartas, y no haya prejuicios de género.



Brutal, demoledora, impactante, desgarradora, necesaria, apabullante. La obra de la australiana Suzie Miller, que ha sido traducida y adaptada por Juan Carlos Fisher y Rómulo Assereto, es un ejemplo de que nuestra sociedad aún tiene mucho camino por recorrer hacia una igualdad real. Una obra que ha sido galardonada recientemente por “la mejor obra nueva” y “mejor actriz” en los Premios Olivier del teatro británico. Tras su atronador éxito la pasada temporada en el West End de Londres (donde agotó todas las entradas), ahora le toca el turno a Broadway (donde está batiendo records) y a Madrid, donde en pocos días se ha convertido en todo un fenómeno del que todo el mundo habla. La autora vuelca su experiencia como abogada durante años en Australia (profesión que compaginó con la escritura teatral) para mostrarnos esa atmósfera de continua lucha, de luchas de egos, de una continua demostración por hundir al otro, aunque sepas que suya es la verdad.


Juan Carlos Fisher (responsable de la versión madrileña de "Mamma Mia!" y prepara "La madre", una producción de Barco Pirata que podremos ver esta temporada en Teatro Pavón) se encarga de la dirección de la obra, con un meticuloso trabajo para ir cambiando los ritmos y la intensidad según avanzamos en la historia. El director cuenta que el texto "es un monólogo arriesgado lleno de teatralidad y posibilidades artísticas, con una construcción dramática inteligente, divertida y conmovedora. Pero es también profundamente cuestionadora. Y es, sobre todo, un grito necesario frente a la naturalización de una conducta que atraviesa a la sociedad de manera estructural".

Fisher ha realizado un montaje impecable, comenzando en un tono relajado, casi cómico, cuando la protagonista nos cuenta como es su triunfal vida como abogada. Pero en el ambiente se intuye que algo va a cambiar, y el golpe nos duele a todas las personas allí presentes (increíble el silencio sepulcral durante toda la obra) hasta desgarrarnos en el tramo final con la angustia, el dolor, la impotencia de un personaje perfectamente definido y al que vemos transformarse de manera prodigiosa ante nuestros ojos. El director explica que la obra "es un detonador que nos obliga a replantear cómo debería funcionar este mundo. Un mundo que está construido para que no todos seamos iguales en libertad, derechos y posibilidades". 




Pero vayamos a la historia de esta monumental obra que gira en torno a la evolución de la protagonista ante unos hechos que cambiarán su vida por completo y le harán ver cómo la sociedad en la que vivimos sigue siendo esencialmente machista, criminalizando a la víctima en casos de violencia machista en vez de poner el foco en el agresor. La protagonista, Tess, es una joven abogada que vive momentos de gran éxito en su trabajo. Es una de las letradas más prestigiosas del país pese a su juventud. Su ambición y sus obsesión por ganar parecen no tener techo. Se ha construido una carrera desde sus orígenes humildes de clase trabajadora, todo lo contrario que sus compañeros de promoción, todos venidos de clases altas. En su trabajo se muestra agresiva, decidida, empoderada. Se ha especializado en defender atacando, interrogando sin piedad, intentando buscar el resquicio por el que poder ganar sus casos.




Pero una noche todo su mundo se derrumba. Ella sufre en sus carnes una violación a manos de un colega de trabajo con el que estaba comenzando una relación, lo que la colocará en el otro lado, en el lado de la víctima, en el lugar de los señalados, en el asiento de la que tiene que explicar lo que pasó y defender que no fue consentido. La víctima convertida en acusada. Ella, que tantas veces había buscado esa duda en las víctimas de violencia machista, se ve atrapada en ese entramado legal que la empuja a tener que dar explicaciones sobre todo lo ocurrido, mientras todos cuestionan su relato. Un hecho que le obliga a enfrentarse a todo lo que era su mundo, a las líneas que separan el poder patriarcal de la ley, la carga de la prueba y la moral. Una obra que nos enseña lo injusta que puede llegar a ser la justicia, como la víctima es la que tiene que demostrar su inocencia, mientras que se la señala, se la vigila, se la menosprecia, de duda de su versión. Un brutal texto que nos muestra como la justicia sigue teniendo un asqueroso olor al machismo más rancio.



Frente a nosotros veremos a la gran Vicky Luengo, en un portentoso trabajo que la consolida como una de las mejores actrices de su generación. La veremos disfrutar, jactarse de su posición de poder, alardear de su eficiencia a la hora de ganar juicios, crecida ante un estatus que no parece saber lo endeble que puede llegar a ser. Pero también la veremos desintegrarse, descomponerse ante unos hechos que no comprende, ante una realidad que la sobrepasa, ante una justicia que la convierte en acusada a pesar de ser víctima. El recorrido que realiza la actriz a lo largo de la función es impecable, demoledor, angustioso, desgarrador, doloroso, brutal. Un viaje que la lleva del cielo a los infiernos, de la cumbre del éxito al señalamiento y el aislamiento, hasta el punto de ser repudiada por todos aquellos que antes la veneraban, por el simple hecho de contar la verdad. Una verdad cruda y dolorosa, que la estigmatiza y la convierte en el centro del juicio, en la que tiene que explicar su versión de manera detallada, como si lo ocurrido no fuese demasiado doloroso y vergonzoso como para que se dude de su palabra. Vicky Luengo demuestra su absoluta maestría sobre las tablas, en un auténtico tour de force en el que se va desintegrando ante nuestros ojos, en un proceso tan doloroso como impecable en su interpretación. Una actriz monumental que nos deja un trabajo que no olvidaremos facilmente.



Todo esto sucede en una enigmática escenografía diseñada por Lua Quiroga Paul (responsable también del vestuario) que nos propone un espacio impoluto, blanco, con una mesa y una silla, un lugar aséptico en el que todo se va desencajando (como la vida de la protagonista. Así, este espacio se va articulando conforme necesita la escena, pero además tiene varios espacios ocultos que albergan los diferentes elementos de atrezzo que utiliza Vicky Luengo a lo largo de la obra. Este aspecto de lugar indefinido se potencia con la soberbia iluminación de Ion Aníbal López, que crea el ambiente necesario para cada tramo de la obra con un cuidado juego de luces. Por último no podemos dejar de comentar la angustiosa videoescena de Emilio Valenzuela (una acelerada cuenta que nos va aprisionando el pecho), ni la poderosa contundencia de la música y el espacio sonoro, obra de Luis Miguel Cobo.


En definitiva, estamos ante el primer gran estreno de la temporada, una obra que ha agotado en pocos días todas las entradas, y que lo haría también si se programase durante un mes. Esa podría ser la única pega que ponerle a esta obra, lo poco que va a durar en cartel. Por que es imprescindible en estos tiempos, es constructiva, nos abre los ojos (para aquellos que siguen tratando el consentimiento como algo secundario) sobre la necesidad que es poner el consentimiento en el centro del debate. Y por si esto no fuera suficiente tenemos a Vicky Luengo en estado de gracia, haciendo un trabajo impresionante, demoledor, un viaje que debe ser difícil de sobrellevar cada noche, para transitar todos los lugares por los que debe pasar el personaje a lo largo de la función.
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Teatro: Teatros del Canal. Sala Verde
Dirección: Calle Cea Bermúdez 1.
Fechas: Del 31 de Agosto al 17 de Septiembre. De Martes a Sábado a las 20:00. Domingo a las 19:00.
Duración: 1 h 40 min.
Entradas: Desde 9€ en TeatrosCanal. Programa de mano


Texto: Suzie Miller
Reparto: Vicky Luengo
Dirección: Juan Carlos Fisher
Traducción y adaptación: Juan Carlos Fisher y Rómulo Assereto
Música y espacio sonoro: Luis Miguel Cobo
Iluminación: Ion Aníbal López
Escenografía y vestuario: Lua Quiroga Paul
Ayudante de dirección: Rómulo Assereto
Videoescena: Emilio Valenzuela
Comunicación: Ángel Galán
Fotografía y diseño gráfico: Javier Naval
Gerente / regidor: Carlos Montalvo
Maquinista / técnico de audiovisuales: David Vizcaíno
Técnico de iluminación: Ion Aníbal López
Construcción de escenografía: Mambo Decorados
Transporte: Taicher

Jefe de producción: Carlos Montalvo
Producción ejecutiva: Olvido Orovio
Dirección de producción: Ana Jelín
Distribución: Producciones Teatrales Contemporáneas S.L.

Una producción de: Producciones Abu, Morris Gilbert – Mejor Teatro, Gosua, Teatro Picadero, TIDI, Hause-Richman Producciones


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