Cuando en una obra uno de los personajes comienza diciendo “No me hagas explicar todo como si fuera una obrita de las tuyas. No hay nada que entender”, quedan pocas dudas de que desde ese mismo momento todo puede pasar, y no necesariamente de una forma coherente (para eso nos han avisado). El espectador debe dejar todos los prejuicios en la puerta, y dejarse llevar por este mundo de gestos que nos aleja de una trama al uso para adentrarse en un universo singular, en el que debemos deconstruir nuestros propios movimientos para volver a trabajar sobre ellos y ver que nuevas oportunidades y significados nos regalan. Esta obra es una invitación a la reflexión, una búsqueda de nuevos lenguajes.
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