Parece que hace hambre. La noche se nos echa encima
en Almagro, en el festival, en su cuarenta y seis edición. Y qué mejor mesa y
mantel que el Adolfo Marsillach, en unas abarrotadas gradas ávidas de saciarse.
Lope nos invita, Lope nos brinda esa esperanza con ese HOPE amoroso que nos
recibe. Y parece que hay jaleo en la cocina, como si hubiéramos llegado pronto,
como si no nos esperaran. En el escenario están ya creando, están ya elaborando
ese delicioso menú que nos brindarán en breve. De un lado para otro, de acá
para allá, en una mesa sin fin donde las viandas nos unirán Muy castellano
todo. Esta noche no habrá duelos y quebrantos, eso lo dejamos para otras obras
y autores, geniales también. Esta noche Lope y su magia. Esta noche la discreta
enamorada. Apúrense, que parece que esto empieza.
Un
viola de gamba nos recibe en el Corral, en Almagro, en la cuarenta y seis
edición de su entrañable festival de teatro. Unas notas gozosas, místicas ya
nos meten en santidad en esta noche estrellada. “Ayuda. Piedad. Ven. Por favor,
ven.” Palabras que asoman una petición hacia Dios, señor de San Juan, señor de
tantos y tantas. La mística en un gozo, en un profundo gozo. San Juan, de la
Cruz, de la agonía, de la mística, de la pasión hacia todo, hacia Dios, hasta
el éxtasis. Conozcamos un poco más a este personaje y su poesía. Adentrarse en
ella es algo espiritual, interior, trágico diría yo. Un ejercicio gravitatorio
y enloquecedor que nos lleva al sentimiento humano más profundo, más intrínseco
que se eleva cual escalera hacia el cielo.
La
distopía, la manida distopía, tan de moda en estos tiempos inciertos e
inquietantes nos abruma en el Reina Victoria, nos plasma su realidad. Nos pesa. La
distopía nos plantea un mundo donde las contradicciones de la ideología son
llevadas a su máxima consecuencia. Todo muy random, ¿no creen? La distopía
explora nuestra realidad con la intención de anticipar métodos de sociedad que
derivarían en sistemas injustos y crueles.
Correas. Violines, teclados. Paredes
desconchadas. Un chelo. Actrices entre bambalinas. Una mesa, una silla. Libros.
Tapas blancas. Y una foto. Así nos recibe la Cuarta Pared. Así nos recibe al
borde. Con una foto, un fragmento de foto. Una foto que marca el inicio, el
durante y el después. Una escritora no puede escribir sobre una foto. No puede
dejar de mirar una foto. Siempre está al borde. Al borde. No desvelamos la
foto. Mejor que les sorprenda. Claudine Galea, autora del texto, nos invita a
adentrarnos en sensaciones dispares. A mirar la realidad. A escucharla. A
vivirla. A denunciarla también. Al borde. Y desde esa foto, de lo que significa
esa foto, monta una historia a tres bandas, donde el amor,el pasado en forma de madre y la realidad sórdida de
nuestro planetaconviven en un espacio
de reflexión, de lo físico a lo mental, del cuerpo al alma, del corazón a la
emoción.
Benditas acotaciones. Benditas anotaciones. Benditas sean. Gracias a
ellas nos llevan a estas otras. A estas adaptaciones que nos transmiten lo
sucedido, lo reinterpretado. Lo esperado o no. Lo anotado. Doña Rosita. Esta
mujer de provincias (que no diremos cual) que espera a su primo para casarse.
Un primo que se va a la Argentina y que no vuelve.
Y ella espera, espera, espera…Con lo de esperar hay distintas teorías.
Todo depende de lo que ocurra mientras. Quien espera desespera, ¿o no? Leí hace
años un maravilloso libro de Susana Tamaro, donde decía que mientras esperas te
puede ocurrir las cosas más maravillosas de la vida por inesperadas en la
espera. Que desesperación, ¿no creen? Y en estas esperas y desesperas, los
actores nos reciben mientras nos acomodamos, mientras esperamos que empiecen.
Ellos ya están ahí. Nos miran, nos sonríen, ocupan el escenario. Lo hacen suyo.
Nos invitan , nos acompañan. Nos amenizan en la espera . En el tiempo, ese que
pasa, pase lo que pase. El que no sabe de esperas. Pablo Remón nos ofrece esta
versión libre de la obra de Lorca donde el costumbrismo ( aun vigente en esta
nuestra piel de toro ) y el paso del tiempo cobran protagonismo en el diván .
“¿Y mis semillas?”.
Y el autor nos cuenta lo que ocurre, lo narra, con sus anotaciones, sus
notas, su investigación, sus reflexiones, sus tiempos. Sus recuerdos también.
Su infancia, sus tías, su madre, fantasmas del pasado que renacen en el 2008,
con Rosita que ya ha cumplido 42 años, y espera. “Ya soy vieja. Vieja”. Nos
traslada a esa Castilla gris, silenciosa, muda, dolorida. Callada. A ese
costumbrismo tan nuestro, de siesta y orinal . De visillos y mirillas. Del
callar. De una esperanza muerta. De las heridas y el recuerdo. “No hay nada mas
vivo que el recuerdo”. Pablo Remón nos ofrece a un Lorca vivo, profundo,
reflexivo, con ritmo. Mucho ritmo. Los personajes se suceden a golpe de
recuerdos, de cambios de voz. Tres actores en escena que dan vida al propio
Ramón, a parte de su familia, a Lorca, a Rosita, al tiempo. A esa España que
también conocemos. A un Cuéntame en sus vacaciones de verano. A un Sagrillas al
sol y cielo claro. Y el aire de la obra, el respiro nos lo da su elenco. Dos
actrices y un actor sobre el escenario que habían hecho suyo. Francesco Carril,
Fernanda Orazi y Manuela Paso.
Ellos se lo guisan y ellos nos lo muestran, con cariño, con mimo en
ocasiones, y con humor. Un sentido del humor fino, irónico a veces que nos
hacen encariñarnos con ellos. Francesco Carril es Diego, es el primo de la Argentina,
es su tía, es…. Tantas cosas. Verdad en cada personaje, con un gran dominio de
la cuarta pared y frescura. Mucha frescura. Agilidad. Ritmo. Versatilidad.
Manuela Paso es el apoyo de la pareja . La madre, la criada, la confidente . La
realidad. El paso del tiempo. La inocencia. La tierra. Fernanda Orazi es
Rosita, o Rosa, mejor Rosa. Esa mujer sufridora, resignada , leal. “Te voy a
esperar”. Realista y soñadora, que vive en el futuro con una mirada al pasado
olvidando el presente. Se conforma con poco “A veces una melodía basta para
alegrar el corazón de una mujer.”
Un gran trabajo de constancia, de fe. Reseñar también la
iluminación , vestuario y escenografía . Nos ayudan, nos transportan a esa
Castilla. Con Derbis y cereales, jardines y sofás en una cálida noche
estrellada de verano. Fe por encima de todo . Fe en Rosa, en el cuidado. En
Lorca. Fe en la cultura. Fe en el teatro. Fe por encima de todo. Y es que para
esto del teatro hay que tener fe. Y en estos tiempos, más aún.
Tengan fe y
vengan al Kamikaze. Rosa les espera. Como no ¡Vengan al teatro . Vengan a la
cultura. Seguro y segura.