Benditas acotaciones. Benditas anotaciones. Benditas sean. Gracias a
ellas nos llevan a estas otras. A estas adaptaciones que nos transmiten lo
sucedido, lo reinterpretado. Lo esperado o no. Lo anotado. Doña Rosita. Esta
mujer de provincias (que no diremos cual) que espera a su primo para casarse.
Un primo que se va a la Argentina y que no vuelve.
Y ella espera, espera, espera…Con lo de esperar hay distintas teorías.
Todo depende de lo que ocurra mientras. Quien espera desespera, ¿o no? Leí hace
años un maravilloso libro de Susana Tamaro, donde decía que mientras esperas te
puede ocurrir las cosas más maravillosas de la vida por inesperadas en la
espera. Que desesperación, ¿no creen? Y en estas esperas y desesperas, los
actores nos reciben mientras nos acomodamos, mientras esperamos que empiecen.
Ellos ya están ahí. Nos miran, nos sonríen, ocupan el escenario. Lo hacen suyo.
Nos invitan , nos acompañan. Nos amenizan en la espera . En el tiempo, ese que
pasa, pase lo que pase. El que no sabe de esperas. Pablo Remón nos ofrece esta
versión libre de la obra de Lorca donde el costumbrismo ( aun vigente en esta
nuestra piel de toro ) y el paso del tiempo cobran protagonismo en el diván .
“¿Y mis semillas?”.
Y el autor nos cuenta lo que ocurre, lo narra, con sus anotaciones, sus
notas, su investigación, sus reflexiones, sus tiempos. Sus recuerdos también.
Su infancia, sus tías, su madre, fantasmas del pasado que renacen en el 2008,
con Rosita que ya ha cumplido 42 años, y espera. “Ya soy vieja. Vieja”. Nos
traslada a esa Castilla gris, silenciosa, muda, dolorida. Callada. A ese
costumbrismo tan nuestro, de siesta y orinal . De visillos y mirillas. Del
callar. De una esperanza muerta. De las heridas y el recuerdo. “No hay nada mas
vivo que el recuerdo”. Pablo Remón nos ofrece a un Lorca vivo, profundo,
reflexivo, con ritmo. Mucho ritmo. Los personajes se suceden a golpe de
recuerdos, de cambios de voz. Tres actores en escena que dan vida al propio
Ramón, a parte de su familia, a Lorca, a Rosita, al tiempo. A esa España que
también conocemos. A un Cuéntame en sus vacaciones de verano. A un Sagrillas al
sol y cielo claro. Y el aire de la obra, el respiro nos lo da su elenco. Dos
actrices y un actor sobre el escenario que habían hecho suyo. Francesco Carril,
Fernanda Orazi y Manuela Paso.
Ellos se lo guisan y ellos nos lo muestran, con cariño, con mimo en
ocasiones, y con humor. Un sentido del humor fino, irónico a veces que nos
hacen encariñarnos con ellos. Francesco Carril es Diego, es el primo de la Argentina,
es su tía, es…. Tantas cosas. Verdad en cada personaje, con un gran dominio de
la cuarta pared y frescura. Mucha frescura. Agilidad. Ritmo. Versatilidad.
Manuela Paso es el apoyo de la pareja . La madre, la criada, la confidente . La
realidad. El paso del tiempo. La inocencia. La tierra. Fernanda Orazi es
Rosita, o Rosa, mejor Rosa. Esa mujer sufridora, resignada , leal. “Te voy a
esperar”. Realista y soñadora, que vive en el futuro con una mirada al pasado
olvidando el presente. Se conforma con poco “A veces una melodía basta para
alegrar el corazón de una mujer.”
Un gran trabajo de constancia, de fe. Reseñar también la
iluminación , vestuario y escenografía . Nos ayudan, nos transportan a esa
Castilla. Con Derbis y cereales, jardines y sofás en una cálida noche
estrellada de verano. Fe por encima de todo . Fe en Rosa, en el cuidado. En
Lorca. Fe en la cultura. Fe en el teatro. Fe por encima de todo. Y es que para
esto del teatro hay que tener fe. Y en estos tiempos, más aún.
Tengan fe y
vengan al Kamikaze. Rosa les espera. Como no ¡Vengan al teatro . Vengan a la
cultura. Seguro y segura.
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