Correas. Violines, teclados. Paredes
desconchadas. Un chelo. Actrices entre bambalinas. Una mesa, una silla. Libros.
Tapas blancas. Y una foto. Así nos recibe la Cuarta Pared. Así nos recibe al
borde. Con una foto, un fragmento de foto. Una foto que marca el inicio, el
durante y el después. Una escritora no puede escribir sobre una foto. No puede
dejar de mirar una foto. Siempre está al borde. Al borde. No desvelamos la
foto. Mejor que les sorprenda. Claudine Galea, autora del texto, nos invita a
adentrarnos en sensaciones dispares. A mirar la realidad. A escucharla. A
vivirla. A denunciarla también. Al borde. Y desde esa foto, de lo que significa
esa foto, monta una historia a tres bandas, donde el amor,el pasado en forma de madre y la realidad sórdida de
nuestro planetaconviven en un espacio
de reflexión, de lo físico a lo mental, del cuerpo al alma, del corazón a la
emoción.
A golpe de Sweet dreams nuestras guías,
nuestras actrices, nos van introduciendo en esa reflexión, en ese juego de
sombras sin luces, donde las correas, los miedos, los reproches y los silencios
aparecen, nacen y crecen. Palabras. Más palabras para contar lo que a veces no
sabemos o no podemos expresar. Con una combinación de lenguajes, con la
denuncia de una foto tomada el 21 de mayo de 2004 y con la presencia continua
de una madre (“A mi madre no le gustaba
que…”) se va desarrollando al borde. Siempre al borde. De la mano de tres
grandes actrices que nos adentran en la mente de la autora, de su proceso de
creación. Cristina Vinuesa rompe el hielo. Habla de correas, de ataduras, con
una presencia física que llena el escenario, con sus idas y venidas, sus
gestos, sus palabras. Su cuerpo. Nos conduce al interior.
Censuras, miedos, miradas. Deseos también. Nos habla
de la foto, de la mirada de ella. De ella. Nos lleva al inicio de este viaje. Y
enlaza con Susana. Susana Sanabria nos da fuerza, vigor, energía. Llena con sus
acciones el escenario. Nos habla de ellas, de sus amadas. Nos muestra la cara
amable del verdugo. Del deseo hacia ese verdugo. De su humanidad. Dolor y
placer, placer y dolor. Sexo, pasión. “La chica que agarra la correa”. Y sigue
la rabia, la llamada, la frustración del pasado de una madre que no supo
hacerlo mejor. ¿Prohibido pensar? Un ribete de cariño se vislumbra en ocasiones
hacia esa figura que todos llevamos dentro. “Yo soy la hija de las manos de mi madre. Soy esa correa entre sus manos”.
Con su fuerza y ternura, pasa el testigo a Laura Fernández, la tercera.
Laura
Fernández, la expresión. La voz. La estética en escena. Y sigue la madre en sus
palabras, la amante, la vida. Y pienso, pienso, pienso. Y nos remite también al
amor, a lo carnal, a lo humano. “Su voz
me hizo tambalearme antes que sus dedos. “ Laura nos envuelve con su tono,
con su proyección, con su mirada serena, clara. Tranquila. Nos mete en escena
con ella, con sus amantes, con su madre, con el amor. Gracias a las tres. Y
gracias también a Cristina Vinuesa, con una dirección actoral sincera,
cómplice. Capaz de emocionar, de transmitir, de llevarnos a la reflexión.
Una
mirada interior y directa que se apoya en un sencillo escenario que ayuda a la
acción. Sin entorpecer, facilitando. Menos es más en muchas ocasiones. Una
iluminación a tono con el resto, que conduce, sin imponer, que nos habla
también. Y con una música maravillosa de cuerda, de violines, de chelos, de
teclados, de voces, hacen que nos den ganas de asomarnos al borde. Ganas de ver
lo que hay detrás. La respuesta en la Cuarta Pared. Acudan sin paraguas. Viene
bien mojarse. Vengan al teatro. Sientan la cultura. Seguro y segura.
Al borde.
Teatro: Sala Cuarta Pared
Dirección: Calle Ercilla 17
Fechas: 19 y 20 de Enero. Por causas del Covid ver modificaciones y programación en Sala Cuarta Pared
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