Encuentros fortuitos que pueden llegar a cambiar la vida. Dos almas perdidas, o simplemente nos personas solitarias, coinciden en un paseo que hace que sus vidas den un vuelco inesperado. Porque a veces necesitamos hablar con un extraño para sincerarnos sobre todo lo que nos preocupa. Hay momentos en que sólo un extraño es capaz de verte como eres realmente, sin esa coraza que nos ponemos para aparentar ser aquello que la gente espera de nosotros, pero que por diversos motivos, ya no podemos llevar con la misma soltura que la lucíamos antes.
Dos personas se adentran en la naturaleza en busca de un camino que va a cambiar su destino. Se sienten cobijados en el bosque de una realidad que les es hostil, que les tumba sus sueños y los precipita al vacío. Un giro inesperado, un juego del azar los une para que compartan este difícil camino hacia el más lúgubre de los destinos. Quizás haya sido coincidencia, quizás una jugada astuta del destino, pero ese cruce de caminos les ayuda a ambos, les empuja mutuamente a ponerse de frente ante sus problemas y encararlos de forma atrevida. No es tiempo de mentiras, es el momento de afrontar la realidad , de soltar todo eso que aprisiona el pecho, de soltar todo lo que sobra para afrontar con mayor fuerza lo que está por venir.
Esta producción del Teatro Español, Narea Producciones y Producciones Come y Calla nos habla de la redención, de la huida hacia adelante de dos personas ahogadas por la vida. Un precioso viaje en la búsqueda de la verdad, de la lucha por superar los miedos, de la valentía para afrontar el destino. El texto de Ger Thijs lo tiene todo para enternecernos el alma, para golpearnos con fuerza, para hacernos reír. Un extraño cóctel que funciona a la perfección, porque nos habla de la más absoluta sinceridad, desde dos personajes que se van despojando de todo lo que les sobra para acabar mostrándose como son. Un texto que deambula por distintos géneros, dando pinceladas muy precisas sobre la vida, el amor, la ternura, la inseguridad, hilando fino para conseguir un resultado brillante. Un sencillo relato en apariencia que se desvía por derroteros oscuros, para salir a grandes espacios llenos de luz, en un plácido camino hacia la verdad. Ronald Brouwer (compatriota de Thijs) ha sido el encargado de traducir y adaptar el texto, con un resultado primoroso.
La dirección corre a cargo de María Ruiz, que realiza un trabajo elegante y meticuloso. Porque es este un texto de pequeños detalles, de momentos, de frases, de estados de ánimo. Todo esto lo trata la directora con precisión, haciendo de cada momento algo especial, creando el ambiente preciso para el tono de cada una de las escenas. Como si de un Tiovivo se tratase, la acción gira en torno a un banco al que rodea un camino, en una bella metáfora del camino sinuoso que es la propia vida. El tono plácido del montaje nos deja momentos de dolor, de rabia, todos tratados desde el mayor de los respetos y una gran firmeza, incluso en los momentos de mayor choque de los personajes. Una historia que desde la sencillez destila profundidad, desde la cotidianeidad nos habla de los sueños incumplidos, desde la tranquilidad nos muestra la inseguridad ante la vida que se va. Un trabajo para degustar en pequeños sorbos, sin prisas, para deleitarnos con este plácido paseo que es la vida, recordando lo que se añora y divagando sobre lo que vendrá.
La obra transita en lo cotidiano. Un hombre y una mujer pasean en un día otoñal por un bosque holandés. Ambos quieren evadirse de su realidad y buscan cobijo en la naturaleza. Ella transita por el bosque para intentar olvidar, para retrasar lo inevitable. Ha elegido este camino para ir al hospital de su comarca a buscar los resultados de una mamografía, los cuales intuye que no quiere conocer. Por su parte, él deambula con un cuaderno y un bolígrafo, supuestamente en la búsqueda constante de la inspiración que no llega. Dispuesto a tomar nota de todo lo que le ocurre, pasea sigiloso y atento a todo lo que le pueda proponer la naturaleza o el destino. El azar será el encargado de hacer el resto. Un banco, que comparten por un breve periodo de tiempo, será el punto de partido para este encuentro, en el que ambos deberán sincerarse para poder conseguir sus objetivos. Poco a poco, paso a paso, van acercando sus vidas, sus sentimientos, para conseguir que aquello que les llevo hasta allí ya no les duela tanto.
Hacer de algo tan sencillo como un paseo por el bosque el punto de inflexión de toda una vida. La actriz Isabel Ordaz lo explica de esta manera, "los dos caminan sin saber que van a encontrarse, es el azar, lo fortuito del destino, el que decide su encuentro en esa fase de la vida en la que los sueños empiezan a caer o el amor se vuelve más agrio, en donde el éxito y el fracaso ya no son cuestión social sino íntima. ¿Estamos solos? ¿Nos seguimos deseando a pesar de las heridas? ¿Qué significa morirse?". Porque todo esto es lo que destila este camino hacia una libertad, no tanto física sino más bien espiritual. La vida va dejando muchas cicatrices que por momentos debemos curar. Una "terapia" para poder llegar a conocerse mejor, a sobreponerse de los miedos y a seguir avanzando pese a lo oscuro del camino. Un encuentro que cambiará sus vidas, será el comienzo de lo que está por venir.
El montaje se sostiene en los contundentes diálogos creados por Thijs y en la solvencia de los dos maravillosos actores que dan vida a estos desconocidos que se encuentran perdidos en la vida. Unos diálogos llenos de fuerza, de cinismo, de verdad. La palabra como sustento de la propia vida, en la que pasamos del humor al dolor sin darnos cuenta, de la seducción al odio de la forma más sosegada. Interesante juego de dobles verdades, de mentiras a medias, de reproches encubiertos, que nos van mostrando la verdadera identidad de los personajes a los que acompañamos por el bosque. Ordaz define la obra como "un teatro desnudo donde se muestra lo excepcional dentro de lo cotidiano, las heridas que arrastramos y la esperanza de que, en el amor, siempre podemos volver a empezar".
Isabel Ordaz ("He nacido para verte sonreír", "El jurado", "Los días felices", "Luces de bohemia") y Santiago Molero ("Todas las mujeres", "Ay, Carmela", "Riconete y Cortadillo", "Sexpearemente") encarnan a estos dos solitarios a los que une el azar. Dos actores que demuestran en todo momento sus tablas, su maestría, que nos llevan de la mano durante toda la obra sin bajarse ni un momento de un nivel de excelencia en el que cada gesto, cada mirada, es un regalo. Ellos marcan el ritmo, moderan el paso, controlan como guiarnos por este pausado caminar por la esencia del ser humano. Saben convivir con el dolor y dan muestra de sus sobradas capacidades para la comedia fina, sin caer en la estridencia, moderando toda su interpretación para mantenerlo dentro de los márgenes de la suavidad y dulzura que reina en todo el montaje.
Isabel Ordaz nos regala un personaje maravilloso, vulnerable en apariencia pero que se revuelve ante la adversidad con uñas y dientes. La dulzura que la actriz transmite con su sola presencia ayuda a la creación de esta mujer frágil, asustada, que intenta posponer lo inevitable. Cada gesto nos muestra su miedo, cada frase su melancolía, para dar forma a una mujer que se crece ante su propia adversidad con la ayuda de su nuevo cómplice, que le ayuda a dejar atrás sus miedos y afrontar lo que tenga que venir. Una creación fabulosa, en la que la actriz vuelve a demostrar que es una de las intérpretes más solventes de nuestro país.
Por su parte Santiago Molero nos regala un personaje mucho más ambiguo, que se mueve entre la ternura y la soberbia, entre la vehemencia y la seducción. Un personaje que calla mucho más de lo que dice, que esconde en su fachada de hombre socarrón todos sus miedos y sus fracasos. Una interpretación llena de matices, de giros inesperados, que crea un hombre lleno de matices, de dobleces, de capas de las que poco a poco se va desprendiendo con la ayuda de Ordaz, que no le pasa una de sus medias verdades. El actor se mueve en terreno pantanoso, dotando al personaje de esa dualidad que hace que el público desconfíe de él, aunque con su evolución a lo largo de la obra consigue conquistarnos a todos.
Para crear este ambiente bucólico, de serenidad y sosiego, el montaje se apoya en la poética escenografía de Elisa Sanz (responsable también del diseño de vestuario), que crea ese pequeño universo en el que todos querríamos estar, un pequeño lugar lleno de misterio y rodeado de naturaleza. Fundamental la cuidada y minuciosa iluminación de Felipe Ramos, que tamiza la obra de una textura muy particular. Por último hay que destacar el envolvente espacio sonoro creado por Augusto Guzmán.
Estamos sin duda ante una pieza que se debe saborear con calma, como suele ocurrir con los pequeños placeres de la vida. Nada verán en esta obra que no pueda ocurrirles cualquier día en su deambular por su barrio, pero es eso precisamente lo que hace de esta obra algo tan especial. Porque nos demuestra que en lo cotidiano también existe la poesía, la belleza, la añoranza. Historias pequeñas que conforman una gran obra, cimentada en las portentosas interpretaciones de los dos actores, que nos hipnotizan desde que salen a escena. VOLVAMOS AL TEATRO. LA CULTURA ES SEGURA.
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Teatro: Teatro Español
Dirección: Calle del Príncipe 25. Plaza de Santa Ana.
Fechas: Del 5 de Diciembre al 3 de Enero. De Martes a Sábados a las 20:30. Domingo 19:30.
Entradas: Desde 13,50€ en teatroespanol. Encuentro con el público el día 16 de Diciembre. Presenta y modera Elvira Lindo.
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