La furia, y la melancolía, el Lope más íntimo
y mas intenso se impregnan en cada matiz de esta excelsa puesta en escena en la
que cada detalle está minuciosamente desbrozado hasta llegar a la esencia de lo
que Lope sentía en el momento de escribir una de las piezas de senectud mas imponentes del teatro clásico español, sin
duda alguna la mas desesperanzada del autor. Por todos es sabido el
conocimiento bíblico por parte del autor, recurso que utilizará en cada
pincelada de la obra.
Se trata de la culminación de la obra de Lope de Vega, una conjunción exquisita de la experiencia y los recursos técnicos que el paso del tiempo le fue confiriendo, convulsa escritura en la que infirió su mejor tinta frente a los dramaturgos mas jóvenes creando así una de las obras mas bellas que el teatro clásico nos ha regalado.
Lope nos sitúa en el contexto político de las ciudades-
estado enfrentadas en la Italia de finales del quattrocento donde la razón de Estado de Maquiavelo referida a las medidas excepcionales que ejerce un gobernante con objeto de conservar o incrementar la salud y fuerza
de un Estado, bajo el supuesto de que la supervivencia de dicho
Estado es un valor superior a otros derechos individuales o colectivos. Perpetuaba
una forma de entender el honor y el poder del gobernante.
Tal y como exclama el criado
de Federico en los últimos versos, el argumento está inspirado en un hecho
cierto ocurrido en la propia Italia. En su obra Lope narra la tragedia en la
que Casandra, la joven esposa del Duque de Ferrara se enamora apasionadamente de su hijastro y el castigo que el Duque impondrá a los amantes será foco y motor
de la puesta en escena.
Pero es este únicamente un
hilo conductor para hablarnos sobre el poder, la justicia, la
responsabilidad, el amor y el deseo. En esta versión, Alvaro Tato
enfatiza si cabe a personajes que se enfrentan a su propia conciencia, a la
razón de Estado de la que hablábamos en líneas anteriores y al deshonor capaz
de cercenar todo amor paterno. Un espejo en la entrañas de cada personaje, por
tanto a nuestras propias sombras, un altavoz en cada pensamiento se hacen
protagonistas de una obra inmejorablemente dirigida por Helena Pimenta.
La sensibilidad, el gusto
por el teatro clásico y la técnica se hacen uno en la dirección de Helena
Pimenta que ha sabido llegar hasta la psicología de cada personaje, el lado mas
existencial y profuso, una coreografía de emociones hecha tela de araña para
embaucar a todo un patio de butacas extasiado que no quería perder detalle
alguno. Directora de la Compañía
Nacional de Teatro Clásico, Pimenta, se acompaña de un elenco muy a la altura
de un texto y una idea escénica sobresaliente, componiendo cada personaje un
subtexto propio que en definitiva parece ser para todos el mismo, generando una
coherencia global fuera de lo común.
Alejandro Pau, Fernando Trujillo, Joaquín
Notario, Lola Baldrich, Nuria Gallardo, Rafa Castejón, Carlos Chamarro, Beatriz
Argüello, Javier Collado, Anna Maruny e Íñigo Álvarez de Lara componen un
elenco en el que a Joaquin Notario le acompaña su voz profunda y portentosa, dirigido
en otras ocasiones por Miguel Narros, Pilar Miró y José Carlos Plaza,
premio Max por El alcalde de Zalamea nos deleita con un personaje que va
creciendo y cubriéndose de matices a cada paso, una interpretación deífica por
parte del actor que parece sentir como se acerca la muerte, ¿Cómo se representa
el desgarro del alma? Notario ha sabido hacerlo, pero más aun transmitirlo y
hacernos partícipes de ese dolor que durante unos minutos es el de todos.
Un trabajo que nos lleva a la esencia mas pura
el teatro clásico, un verso del que se apropia para trasladarnos al siglo XVI, a las ruinas del ser, pero más aun a la
ascética y la mística de un periodo en guerra pero de florecimiento artístico
en una simbiosis perfecta con Beatriz Argüello, que dará vida a Casandra, una mujer
pasional, presa del amor ciego que representa la lucha entre el deber y el
propio ser, el deseo del que es presa y que niega a partes iguales hasta
llevarla a la muerte.
Una interpretación sublime que supone el equilibrio perfecto junto con su compañero de elenco Rafa Castejon interpretando a Federico un hombre cauto de convicciones claras, no quiere traicionar al padre pero tampoco a sus sentimientos, no parece saber Federico que las cuestiones del poder y la guerra están muy por encima de sus deseos, y que estos pudiendo llevar a la debacle la legitimidad última de su padre, le podrán llevar a la muerte, seguido como lazarillo por Batín su criado interpretado por Carlos Chamarro, generará distensión de un modo afortunado, un personaje contrapunto y necesario para que sin sacarte de la tragedia deshagas el constante nudo en la garganta y puedas inferir una sonrisa.
Trabajo sublime por parte del resto del elenco,
en una coreografía perfecta de voces y movimiento interpretados por Alejandro
Pau, Fernando Trujillo, Lola Baldrich, Nuria Gallardo, Carlos Chamarro, Javier
Collado, Anna Maruny e Íñigo Álvarez de Lara.
Mención especial al trabajo de iluminación por
parte de Juan Gómez Cornejo, es maravilloso su modo de entender todas y cada
una de las obras en las que participa, nos fascina como entiende que lo
lúgubre, no es negritud en escena, el juego de luces en el desgarro humano, en
la muerte, pero no es absoluta en cambio cuando es pasión o es vida. Un juego
de luces y sombras con el que Cornejo no para de impresionarnos en todos y cada
uno de sus trabajos junto al trabajo de escenografía de Mónica Teijeiro y Gabriela
Salaverri en vestuario.
La ovación cerrada por parte de todo el teatro
y todo el patio de butacas en pie para agradecer el trabajo de todo el equipo
es la mejor de las formas en las que les podemos expresar y recomendar esta
absoluta joya del teatro clásico.
Les contaremos que el día en el que fuimos,
entendimos que por motivos de una excursión escolar, el teatro estaba lleno de
adolescentes atentos y adelantados en sus asientos maravillados, con un teatro
en verso en una ejecución del mas alto nivel. Que este tipo de teatro siga
llegando a la gente mas joven, es gracias a personas como Helena Pimenta y el
equipo del que se acompaña
EQUIPO ARTÍSTICO
Álvaro Tato (versión), Helena Pimenta (dirección), Vicente Fuentes (asesor de verso), Nuria Castejón (coreografía), Juan Pablo de Juan (asesor de canto), Ignacio García (selección y adaptación musical), Juan Gómez Cornejo (iluminación), Mónica Teijeiro (escenografía), Gabriela Salaverri (vestuario).
REPARTO
Beatriz Argüello
Lola Baldrich
Rafa Castejón
Carlos Chamarro
Nuria Gallardo
Joaquín Notario
Íñigo Álvarez de Lara
Javier Collado
Fernando Trujillo
Alejandro Pau
Anna Maruny
Teatro: Teatro de la Comedia
Dirección: Calle Príncipe.
Fechas: Martes a las 19:00, de Miércoles a Sábados a las 20:00, Domingos a las 19:00.
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