Un espacio vacío nos saluda al entrar en la sala, un espacio desnudo que nos indica que todo lo que va a ocurrir estará desposeído de artificios, verdad dura y desgarrada. Un lugar "virgen", como lo es todo lo que en él va a suceder, la exposición desde lo más íntimo de una relación tan cercana como la de dos hermanas enfrentadas por la vida, separadas por su forma de ser y con muchas cuentas pendientes. La necesidad imperiosa de cerrar todas las heridas que han ido quedando abiertas a lo largo de un camino lleno de encontronazos, que ha ido marcando su destino, separándolas cada vez más.
El inclasificable autor francés Pascal Rambert se ha convertido, por méritos propios, en uno de los autores más singulares de la escena europea, por lo que cada uno de sus montajes despierta una gran expectación. Su primer montaje, "La clausura del amor" se estrenó en los Teatros del Canal con un éxito sin precedentes. Su posterior paso por el Pavón Teatro Kamikaze confirmó la obra como una auténtica obra de arte, en la que Israel Elejalde y Barbara Lennie nos destrozaban el alma con una demoledora historia sobre la separación de una pareja. Un montaje que trazaba las líneas maestras de lo que significa el teatro de Rambert. En este primer montaje también se creó una relación especial con Elejalde y Jordi Buxó (productor de sus tres montajes en España y máximo responsable de su llegada a nuestro país). Este encuentro se ha convertido en relación estable, con el estreno de sus siguientes montajes en el Pavón Teatro Kamikaze, del que Elejalde y Buxó son parte esencial.
La pasada temporada estrenaba "Ensayo", en el que volvía a contar con Elejalde, acompañado de María Morales, Fernando Orazi y Jesús Noguero. En este segundo montaje confirmaba todas las líneas maestras que dibujaron su primer proyecto, pero en este caso iba más allá ampliando la apuesta a las relaciones que se crean dentro de un grupo de amigos que trabajan juntos. En una estructura similar al anterior, en esta obra nos presenta cuatro soliloquios en los que cada uno de los personajes nos golpea con todo lo que lleva dentro, cada uno de ellos habla de su visión de la vida, del grupo, de la amistad, en una contundente sucesión de desgarradoras confesiones.
Rambert vuelve a trazar en este nuevo proyecto un gran duelo basado en la palabra, en el que todo lo demás parece superfluo ante el poder de un texto que nos estrangula y nos golpea vehemente hasta dejarnos atónitos ante lo que estamos viendo. Este hombre, capaz de abrumarnos con textos demoledores de los que cuesta despojarse, incluso tiempo después de abandonada la sala, se caracteriza por su compromiso inagotable con las corrientes de las artes escénicas, lo que hace de cada nuevo montaje una experiencia única, que parece la continuación lógica de anteriores montajes. Una particular forma de hacer teatro centrado en la palabra como única herramienta de trabajo para el actor, que en este nuevo montaje va más allá creando el diálogo entre las protagonistas, con una escenografía que se monta y se "destruye" a lo largo de la función.
Tras abordar la crisis en la pareja y en un grupo de amigos que trabajan juntos, el autor y director decide meterse de lleno en la estructura vital más compleja y a la vez más intensa: la familia. Dentro de una "unidad social" tan compleja, elige la relación entre dos hermanas, que han tenido trayectorias vitales distintas, lo que les ha dejado muchas secuelas interiores hacia la otra. En este nuevo duelo interpretativo es interesante ver como utiliza dos personajes que aparentemente compiten en igualdad de condiciones (como miembros de la misma generación dentro de la estructura familiar) para ver como toda su vida ha sido un combate despiadado entre ambas. Busca en lo más profundo del ser humano y en las relaciones con sus semejantes, para sacar su lado más oscuro, la esencia que hace de cada persona un ser único, la parte más real y a la vez más desconocida del ser humano.
El francés (autor, director y creador del espacio escénico) ha escrito esta obra simultáneamente esta obra para dos actrices españolas y otras dos francesas. El estreno tendrá lugar en paralelo, en España producida por el Pavón Teatro Kamikaze y en París por el Théatre des Bouffes du Nord. Un texto hecho a medida de cuatro excelentes actrices a las que conoce y sabe lo que les puede exigir. "Escribo por primera para cuatro cuerpos. Dos cuerpos de actrices francesas, Audrey Bonnet y Marina Hands y dos actrices españolas, Bárbara Lennie e Irene Escolar. Cuatro cuerpos para dos personajes femeninos. La misma historia. El mismo texto. Pero pensado para cuatro energías. Cuatro energías, cuatro actrices deslumbrantes. Hermanas es una historia dura entre dos hermanas. Un momento de reproche y de amor. Algo para toda la vida entre dos cuerpos salidos del mismo cuerpo pero profundamente dispares. Unidos. Y sin embargo, opuestos".
La elección para la versión española no puede ser más acertada, contando con dos de las actrices más importantes de su generación. Barbara Lennie ya trabajó a las órdenes del director francés en "La clausura del amor", y nos ha maravillado con sus papeles en montajes como "El tratamiento", "La función por hacer" o "Veraneantes". Una actriz de garra, como demuestra en esta pieza, que nos hipnotiza con su voz y nos hace tambalear en cada nuevo papel, tanto en teatro como en cine. Para Irene Escolar es su primer papel a las órdenes de Rambert, que reconoce haber quedado encantado con la actriz al verla en "Blackbird" (obra que volverá al Pavón Teatro Kamikaze en Junio). La actriz madrileña se ha convertido en los últimos años en todo un referente, con títulos como "Mammon", "Vania" o "El público". Escolar se ha convertido, pese a su juventud, en una de las actrices referente de nuestra escena, por su versatilidad y saber hacer sobre las tablas.
"Pienso en las dos cuando escribo, están en mi imaginario como lo están Audrey y Marina. Esas hermanas son nuestras hermanas. Son la multitud que vive en cada uno de nosotros. Esa multitud se llama exigencia, verdad, lucha" así de claro lo tenía Rambert a la hora de hablar de las actrices elegidas para este contundente montaje sobre la relación de estas hermanas. Y el resultado es, sin duda, demoledor. Dos actrices que se golpean, se maltratan, se increpan, mientras cada uno de esos gestos va destrozándolas un poco más por dentro. Una angustiosa discusión en que las dos protagonistas van exponiéndose ante su "oponente" como si de un combate d boxeo se tratase. Un duelo en el que cada frase en golpe directo al corazón, cada reproche un puñal clavado en el alma.
En esta ocasión, el autor "evoluciona" su forma de hacer teatro para permitir que las hermanas dialoguen (mientras que sus montajes anteriores estaban formados por una sucesión de soliloquios sin respuesta, al menos no verbal), para dar aún más precisión y contundencia a lo que se cuenta. El "intercambio de golpes" hace que la obra gane en ritmo y soltura, sin que pierda ni un ápice de fuerza ni intensidad. Unos diálogos precisos que dejan extasiadas a las actrices (que descansan para beber agua cuando no intervienen) mientras reciben los reproches de su hermana. Una dura pugna por buscar la verdad de sus vidas.
Bárbara Lennie nos presenta un personaje angustiado, colapsado por la repentina aparición de su hermana, persona con la que tiene muchas cuentas pendientes, en un día muy importante en su lugar de trabajo. La vitalidad que desprende en cada escena es apabullante, la angustia, la cólera por una situación que le supera, los nervios que le ponen al borde del abismo, una mujer con miles de matices que la actriz sabe moldear para mostrarnos lo justo (o todo) en el momento preciso. La fuerza que aporta a cada escena nos abruma. En este duelo descarnado, Lennie es la hermana mayor a la que toca defenderse de los reproches de toda una vida. Una mujer que se ve desbordada por la situación pero que contraataca con las mismas armas, una situación incontrolable que pone a cada una contra las cuerdas, pero que también hace que se crezcan en determinados momentos, un descomunal combate entre dos personalidades muy diferentes, que se odian y se aman a partes iguales.
La hermana pequeña, interpretada por Irene Escolar, llega para destrozar el lugar de confort de su hermana, con la idea de que salga a la luz todo lo que, durante años, ha tenido guardado y le ha ido consumiendo por dentro. Escolar nos presenta a una mujer aparentemente muy segura de si misma, pero que oculta todos los traumas que han ido marcando su vida. La destreza con la que la actriz va atacando a su hermana es demoledor, parece que se va creciendo cada vez que ve a su hermana hundirse un poco más, cuando la ve sufrir se regocija, aunque al instante recula, cuando ve que ese dolor es también el suyo. La contundencia con la que se nos presenta este personaje deja bien a las claras desde el inicio lo que viene a buscar, un arreglo de cuentas pasadas para poder continuar con su vida. Es el momento de hacer balance y cerrar viejas heridas, para poder seguir viviendo sin pesadas losas a la espalda. Dos personajes que de inicio parecen estar en posturas opuestas pero que poco a poco van acercándose, no sin dar golpes y rodeos, hasta llegar a lugares comunes en los que ambas parecen coincidir.
En los montajes de Rambert la escenografía suele pasar a un segundo plano, con escenarios muy vacíos en los que todo lo llena la palabra y la interpretación (desgarradora en la mayoría de los casos) de unos actores que con sus propios movimientos crean el espacio. En esta ocasión ha ido un poco más allá y lo que comienza como un escenario vacío y blanco (como podría ser la relación de las hermanas al comienzo) se va construyendo con las sillas de colores que poco a poco pueblan el espacio (y que podrían simbolizar todas y cada una de las diferencias que las van separando y hacen que sea cada vez más difícil que se acerquen), hasta dejarlo colapsado, como la relación entre ellas. Esta disposición espacial ayuda a que los movimientos se marquen de una manera más estructurada, que tengan lugares para poder apoyarse, o elementos de los que disponer cuando entran en los momentos más álgidos de la discusión.
Otro elemento "secundario" para Rambert es la iluminación, que suele dejar fija y con un tono neutro. Aquí mantiene esa idea durante la mayor parte del montaje, pero nos sorprende en una escena, la que sirve de descanso dentro del combate, el instante en el que todo se para y vuelven a ser felices como hermanas. La escena del baile entre ambas nos deja respirar, podemos relajarnos por unos instantes a la espera del segundo round. Un divertido momento en el que el juego de luces nos traslada a un ambiente discotequero más distendido, en busca de coger fuerzas para lo que nos espera.
La obra es un descomunal duelo interpretativo entre Bárbara Lennie e Irene Escolar, que demuestran en cada escena porque son consideradas en este momento las reinas de la escena. Una batalla campal entre dos mujeres que destila verdad en cada frase, en cada movimiento. Más orgánico que sus anteriores montajes por la incursión del diálogo, la fluidez con la que se va desarrollando un texto tan denso es impresionante. El intercambio de golpes entre las dos actrices nos motiva, nos duele, nos cabrea, pero cada vez queremos más, necesitamos saber por qué han llegado a este punto, que les ha llevado a enfrentarse de esa manera. Una obra descomunal para unas actrices de otra galaxia. Solo queda levantarse y aplaudir, ante el derroche de talento que acabamos de ver.
Teatro: El Pavón Teatro Kamikaze
Dirección: Calle Embajadores 9.
Fechas: De Miércoles a Sábado a las 20:30. Domingos 18:00.
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