Una de las obras más representadas del maestro Woody Allen llega al Teatro Lara para alegrarnos estos difíciles momentos de nueva realidad, de miedo a todo, de obsesión por recobrar todo aquello que nos hacía felices hace unos meses. Una comedia redonda, plagada de momentos memorables, que nos hará desconectar por un rato de esta normalidad tan surrealista en la que nos encontramos. Sin lugar a dudas es una de las propuestas más interesantes para este verano.
Aunque reconocida mundialmente como película, la obra de teatro se estrenó en Broadway con el título de "Play it again, Sam" ("Tócala otra vez Sam") y con Woody Allen y Diane Keaton como protagonistas (pareja que también participó en la película tres años después). En España se ha representado en numerables ocasiones. Hace cuatro décadas fue Fernández Montesinos el primero en atreverse con este texto, representándolo en el Teatro Marquina, con el título "Aspirina para dos". Hace unos años fueron Fele Martínez y posteriormente Luis Merlo los que se metieron en la piel del personaje de este neurótico seductor en busca del amor perdido.
A estas alturas creo que cualquier nuevo proyecto de PasoAzorín Teatro levanta gran expectación entre el público. Estamos ante una de las compañías más activas de la escena madrileña, con éxitos que se han reprogramado durante varias temporadas como "La ramera de Babilonia", "El síndrome de los agujeros negros" o "Lo que mama nos ha dejado" (todas ellas en el Lara, una de sus "residencias" habituales). En los últimos años hemos visto lo bien que se desenvuelven con particulares versiones de obras clásicas de todo tipo, desde "Usted tiene ojos de mujer fatal... en la radio" a "Otelo a juicio", con dos de sus montajes más brillantes y complejos estrenados la pasada temporada: "La importancia de llamarse Ernesto" y "Drácula, biografía no autorizada". Ahora regresan a la comedia clásica, el género que más han frecuentado, para seguir constatando que sus montajes transiten frescura, descaro y diversión en cada escena.
Era casi inevitable, desde mi punto de vista, que los caminos de Ramón Paso y Woody Allen se cruzasen en algún momento. Los textos genuinos del neoyorquino encajan a la perfección con la forma de crear de Paso. Hilarantes textos que llevan a situaciones casi surrealistas, pero partiendo de la realidad más cotidiana. Esa visión sobre la vida, marcada por un peculiar sentido del humor, hace que ambos autores tengan muchos puntos en común, aunque cada uno los ejecute de maneras diferentes. Por ello entendí como lógico el estreno de "Sueños de un seductor" por parte de Ramón Paso y su compañía, como algo inevitable que debía suceder antes o después, con el aliciente de que la obra elegida me parece que encaja a la perfección con el "Universo Paso".
Como es habitual en los montajes de la compañía, Ramón Paso se ha encargado de la versión y la dirección, respetando más que en otras ocasiones el texto original. La traducción corrió a cargo del tristemente fallecido Juan José Arteche, uno de los más reputados adaptadores de nuestro país. En una versión ágil e inteligente, el autor sitúa la escena en el piso del protagonista, mientras con gran maestría y sencillez consigue trasladarnos a todos los lugares exteriores en los que se desarrolla la historia. Un minimalismo muy genuino del autor que en este caso potencia el montaje. Paso se centra en el texto, poderoso y divertido como pocos, desligándolo del lugar, creando un espacio casi neutro en el que, con un inteligente juego de luces, todo ocurre de forma fluida. El ritmo habitual de sus montajes se compenetra a la perfección con un texto que por momentos nos abruma, pero siempre nos lleva a la carcajada, con situaciones llenas de gags memorables.
La historia nos traslada, como no podía ser de otra manera tratándose de Allen, a la Nueva York de principios de los años ochenta. Allí vive Allan Fix, el neurótico alter ego del autor al que nada más comenzar la obra le deja su mujer, Nancy, para comenzar con buen pie la crisis de los cuarenta. Él es un cinéfilo empedernido, y este es una de las razones por la que le deja su mujer, ya que piensa que en su vida sobran películas y faltan emociones. Allan, como suele ocurrir con los personajes de Allen, tiene la moral por los suelos tras el abandono, por lo Dick, su mejor amigo, y su esposa Linda deciden ayudarle a buscar pareja, lo que se convertirá en un alocado torbellino de citas desastrosas.
Allan tiene un inesperado compañero de fechorías, el mismísimo Humphrey Bogart, una alucinación que se le aparece repentinamente para darle consejos sobre cómo debe actuar con las mujeres. Esta espiral parece no tener fin, ya que ninguna mujer parece encajar con alguien con una personalidad tan peculiar como la de Allan, sólo Linda parece encajar a la perfección con todo lo que él busca... Un texto poderoso e hilarante en torno a la vida de un hombre soltero, la búsqueda del amor y las relaciones personajes, siempre con los seductores del cine clásico como telón de fondo.
Tengo que reconocer que siempre que veo algo de Woody Allen me cuesta no verle a él interpretando al protagonista. Esto me volvió a ocurrir en esta ocasión con César Camino, al que en un principio no veía en el papel. Pero es cierto que conforme avanza la obra el actor consigue apoderarse del personaje, hacerlo suyo, incluso prescindir de alguno de los tics tan usados por Allen, para crear un personaje nuevo que se hace con las riendas de toda la historia. Camino consigue mimetizarse con el personaje y llevarlo a su terreno, hacer de las muecas una de sus armas e ir construyendo un personaje a su imagen y semejanza. Sin duda, su interpretación es uno de los puntos fuertes de un montaje en el que todo encaja perfectamente.
Junto a él hay que destacar a la siempre solvente Ana Azorín, que nos vuelve a regalar una interpretación cargada de momentos divertidos. La actriz domina a la perfección la comedia y sabe como crear un personaje para que funcione y la gente lo haga suyo. En este caso interpreta a Linda, la mujer que permanece al lado de Allan en todo momento, primero como impulsora de sus citas y posteriormente como su alma gemela. La evolución del personaje de Azorín a lo largo de la obra es muy interesante, comenzando muy apegada a su marido para ir dejándolo a un lado y acercarse a Allan. Una nueva muestra de que Ana Azorín se mueve como pez en el agua en el caos y el ritmo frenético, aunque en este caso su personaje sea mucho más comedido que otros que le hemos visto con anterioridad.
El reparto lo completan Carlos Seguí, en el papel de Dick (y dando vida a Humphrey Bogart), Inés Kerzán como Nancy, y Ángela Peirat que se encarga de dar vida a todas las mujeres que se cruzan en la vida de Allan en esta búsqueda desesperada del amor. Seguí compone dos personajes antagónicos. Por un lado da vida a Dick, un estresado empresario que vive pegado al teléfono y esclavo de su trabajo. Todo lo contrario ocurre cuando se enfunda la gabardina para dar vida a Bogart, un hombre tranquilo, seguro de sí mismo, que tiene en todo momento controlada la situación.
Inés Kerzan tiene un papel mucho más secundario que en otros montajes, pero aún así solventa con elegancia su personaje de Nancy, la mujer que abandona a Allan y que regresa insistentemente para recordarle lo aburrida que es su vida. Una interpretación marcada por la arrogancia y el despecho que la mujer siente por el protagonista, aunque por momentos intente ayudarle a salir de ese bucle en el que se ha metido. Especialmente relevante en esta obra es la camaleónica figura de Ángela Peirat, capaz de hacer personajes de lo más variopinto sin que ninguno baje de intensidad. La actriz ha sido capaz de crear diferentes mujeres muy identificables, antagónicas unas de otras, sin necesidad de que sean personajes largos. La escena del museo, como ocurría en la película, es brillante.
Es evidente que con un texto como este la escenografía pasa a un segundo término. PasoAzorín lo enfatiza, con un solo elemento principal, el sillón, sobre el que gira la historia, y pequeños elementos casi más de atrezzo para momentos puntuales. Un par de mesas, un tocadiscos... elementos de apoyo que permanecen casi en penumbra, para dar importancia únicamente a ese elemento central que representa el hogar del protagonista. La obra se sustenta en una cuidada y muy inteligente iluminación, que nos traslada a los distintos lugares que transita Allan, y que dota de una calidez muy especial los momentos de sus ensoñaciones. Es, bajo mi punto de vista, uno de los mayores aciertos del montaje. Por último hay que destacar que el vestuario diseñado por Inés Kerzán y Ángela Peirat nos descoloca un poco, al ser poco representativo del contexto en el que se encuentran los personajes (supongo que siendo los primeros ochenta siempre te imaginas el tópico de las hombreras por todos lados). Elemento que pese a descolocar en un primer momento hace que la obra parezca que sucede en nuestros días.
Con todo esto, debemos decir que la vuelta de PasoAzorín a las salas ha sido un éxito, ya que la obra en sí te deja con muy buen sabor de boca. Una comedia muy apropiada para estos días de incertidumbre que vivimos, en los que lo único que nos apetece es reírnos y desconectar de la realidad. Creo que no hay mejor manera de pasar estos calurosos fines de semana que acercarse al Lara a ver esta maravilla, a la espera de que a final de mes vuelvan a sorprendernos con su nuevo estreno, "El móvil", también en el Lara. Esperamos que todo vaya bien y tengan mucho éxito, tanto con esta como con sus próximos proyectos, eso significará que poco a poco todo vuelve a estabilizarse.
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Teatro: Teatro Lara
Dirección: Corredera baja de San Pablo 15.
Fechas: Viernes a las 19:30 y Sábados a las 22:00.
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