La vida de las mujeres siempre ha sido tratada de forma muy secundaria (siendo optimistas) en los libros de Historia. Ellas sufrieron los horrores de la Guerra Civil al igual que sus maridos, pero pocas veces habremos visto sus relatos. La Historia siempre ha sido contada por los hombres, dejando el papel de la mujer relegado a un papel muy secundario. Pero la realidad no fue así, ellas pelearon, se implicaron y sufrieron la crueldad de una de las etapas más oscuras de nuestra Historia. Muchas de ellas acabaron fusiladas, violadas, encarceladas o vejadas de las maneras más crueles. Por eso son tan necesarios montajes como este, que nos muestra el calvario de las mujeres encarceladas tras la Guerra Civil, para que demos forma a esa parte de la realidad que no había sido contada.
Una propuesta valiente y necesaria, desgarradora por momentos (como todos los episodios que tienen que ver con el franquismo) que nos muestra de forma directa y sin miramientos como fue la vida de todas esas mujeres condenadas por sus ideales, por su condición, o por el simple hecho de ser familiar de un "rojo". Mujeres valientes que seguían fieles a sus ideas y siguieron luchando hasta el final, pero también veremos a aquellas que sucumbieron ante la situación, que sin unos ideales tan interiorizados no entendían su situación. Porque en las cárceles de mujeres de la posguerra, el dolor se mezclaba con la tristeza, la agonía con la esperanza, la rabia con la incredulidad, la pena con el desaliento, la frustración con el compañerismo. Situaciones vitales de lo más variopinto, que se nos muestran con un realismo tan necesario como doloroso.
La Compañía Olí Olé Teatro es la encargada de la producción de este interesante e inquietante montaje, en el que conoceremos a las mujeres que sufrieron en la cárcel, pero también a las monjas que se encargaban de vigilarlas. Creada en 2006 por la actriz
Olalla Sánchez, la compañía crea "pequeños espectáculos de Teatro, Tradición oral y cuenta cuentos para niños y mayores" y ahora ha conseguido montar su primer montaje propio, que se estrenó hace dos años en el
Auditorio del Centro Comarcal de Humanidades Cardenal Gonzaga de La Cabrera. Un texto que se basa en los testimonios reales de muchas de las mujeres que sufrieron las condiciones de aquellas cárceles, las palizas y los aislamientos, las terroríficas visitas a Gobernación y las miserias de una injusta derrota.
Contada a modo de teatro-documento, las pequeñas historias se van solapando para conseguir un interesante collage de lo que fue esta parte, ocultada durante tanto tiempo, de nuestra historia más reciente. Estas mujeres que en su momento no llenaron páginas de periódicos pero que a día de hoy son referentes de "nuestro patrimonio feminista y político", nombres como los de Matilde Landa, Juana Doña, Tomasa Cuevas o Justa Freire, mujeres luchadoras que fueron silenciadas en su momento y toman valor en nuestros días.
La propia Olalla Sánchez ha sido, con la colaboración de Balbina Jiménez, la creadora de este demoledor texto que nos presenta algunas de las atrocidades vividas por las condenadas del franquismo. A modo de pequeñas historias, el montaje se va ensamblando con las vivencias de estas mujeres que fueron golpeadas por la dictadura del mismo modo que los hombres pero que hasta hace poco no se les había dado la visibilidad necesaria para resaltar su valentía y su dolor. En palabras de la autora, este "es un homenaje a las mujeres que resistieron y lucharon desde dentro y desde fuera de las cárceles durante la represión franquista, entre el 39 y el 45". Un texto que nace de años de investigación, con la ayuda de los testimonios recopilados por Tomasa Cuevas (activista comunista antifranquista) o la web sobre la cárcel de Ventas creada por el historiador Fernando Hernández.
La autora habla de este proyecto que comenzó en un plano teórico. Olalla cuenta que "llevo años trabajando la perspectiva feminista desde el teatro social, teatro de las oprimidas. En una de las clases de trabajo cayeron en mis manos libros de maestras republicanas como Justa Freire. A partir de ahí, viendo las barbaridades que sufrieron estas mujeres, empecé a investigar". Este estudio desemboca en 2017 en unas piezas teatrales que se interpretaron en la cárcel franquista de Bustarviejo. Estas piezas se convirtieron en un compendio de desgarradores testimonios de las mujeres que habitaron las cárceles del franquismo y que nos hablan de violaciones, torturas y penas de muerte. El resultado se compone de cuatro actos en los que vamos descubriendo algunas de sus historias.
El montaje es dirigido por Sergio López desde un minimalismo escénico que enfoca todo el interés en el desgarrador texto. La mezcla de los testimonios con las canciones populares ayuda a "aliviar" un poco el dolor y a sumergirnos en la realidad de una época que nos parece tan lejana pero que fue tan cotidiana. La introducción de las canciones nos ayuda a empatizar con los personajes y a asumirlos como reales, a ver que esa era su vida cotidiana y la música su única válvula de escape. La mezcla de esa realidad oscura y asfixiante se entremezcla con estos momentos de distracción que creaban las reclusas, y que el director hilvana con gran ironía para mostrarnos en un mismo plano las dos realidades. El montaje, que se muestra algo deslavazado por momentos, es un complejo entramado de pequeñas historias que van creciendo ante nosotros, espectadores de un error que nos cuesta comprender. Esa aparente desconexión entre las distintas piezas se convierte en algo compacto según avanza la obra, ya que cada una de estas mujeres vivía aislada, desconectada del mundo, y este abanico de confesiones y relatos lo que hace es crear un amplio muestrario de lo que fue su vida.
Tres actrices, un columpio y un par de elementos de atrezzo es todo lo que necesita el director para mostrar toda la crudeza de estas historias. La represión, la violencia, el dolor, quedan perfectamente plasmados a lo largo de un montaje desgarrador y doloroso, pero que activa en nosotros una profunda admiración por aquellas mujeres maltratadas por la represión franquista y posteriormente por los libros de Historia. Su militancia y valor hacen más plausible el sinsentido de lo que les ocurrió y nos hace darnos cuenta del papel tan importante que jugaron en aquellos tiempos. Las voces de las mujeres anónimas retumban en nuestra cabeza durante toda la pieza, mientras escuchamos las dolorosas cifras que nos sitúan en lo que fueron los penales, en los que habitaban la miseria y el dolor, la esperanza y la desesperación, la militancia y la depresión.
El ritmo de la obra es como una espiral de emociones en la que nos mete de lleno una maravillosa escena inicial cargada de ingenio y vehemencia, disfrazado en un aparente juego infantil, en el que se nos cuenta la realidad de lo que ocurría con las mujeres. El ritmo se pausa de forma brusca, como si el director quisiera hacer especial hincapié en determinados pasajes, casi mostrándolos a cámara lenta. Estos son los momentos más personalizados, el dedicado a la activista Matilde Landa (desgarradora toda su historia, mezcla de valentía y dolor, con un durísimo final), a la sindicalista Juana Doña o la de la maestra republicana Justa Freire (memorable el final compartido con el público).
Por ponernos en situación, os contamos en que contexto se mueve la obra. Entre los años 1939 y 1945 y bajo el recién instaurado mando franquista, se abrieron sólo en la ciudad de Madrid 21 cárceles, de las cuales 5 fueron para mujeres. La zona penitenciaria número 1, en Madrid, tuvo encarceladas en sus dependencias a miles de mujeres, en hacinamientos muy por encima de lo mínimamente saludable. Es la España más cruel de los primeros años de la dictadura, en los que valía cualquier cosa para demostrar el poder del régimen a los derrotados de la Guerra Civil. La obra nos propone un viaje al pasado reciente de España, a través de todas las grietas invisibles del tiempo que nos llevan a revisar momentos y personas claves de aquellos años.
Y todo este inmenso collage de imágenes y relatos lo interpretan tres actrices que dan vida a multitud de personajes. Ellas son la propia autora del texto Olalla Sánchez, Nuria Gutiérrez y Paloma García Consuegra. Las tres hacen un trabajo excelso, en el que cambian de registro con una facilidad asombrosa y nos dejan momentos de gran belleza que se entrelazan con escenas dramáticas desgarradoras. Nuria Gutiérrez es quien da vida las mujeres más emblemáticas, mientras que Olalla Sánchez interpreta a todas esas mujeres que las acompañan en sus tortuosas vidas. Por su parte, Paloma García Consuegra (además de algún papel de represaliada) es la encargada de dar vida a las personas de la dictadura que hacen la vida imposible a las mujeres presas.
Los momentos de mayor intimidad de Nuria y Olalla son una maravilla, que nos encoje el alma, nos retuerce el corazón y nos lleva casi a la lágrima por la ternura, el dolor y la fuerza que transmiten. Impactante también toda la historia de Matilde Landa (a la que da vida Nuria Gutiérrez) con las tres actrices en perfecta sincronía. Por último queremos destacar la polivalencia de las tres, que no paran de moverse, gritar, saltar, bailar, cantar, combatir, todo en un tono que nos engancha desde la maravillosa escena inicial.
Como ya hemos dicho antes, no es este un montaje en el que se necesite un gran espacio escénico, ya que lo realmente importante es dar voz a todo lo que quedó oculto sobre todas estas mujeres. Elementos dispersos por toda la escena nos indican que serán usados puntualmente, debido a la aparente falta de conexión entre ellos. El espacio escénico ha sido diseñado por Teatro Percutor, que acierta plenamente en esta separación de los distintos espacios para "focalizar" cada escena en un lugar determinado. Más importante para el desarrollo de la obra es el sombrío diseño de iluminación del director Sergio López, que juega con las luces y las sombras de una manera precisa y que encaja perfectamente con la obra, llegando a convertir esos espacios sombríos en un personaje más de la trama. Por último, es fundamental el diseño del espacio sonoro realizado por Juan Carlos Blancas, alternando con maestría el folclore más nuestro con tenebrosos fragmentos de aquella época.
Para terminar, que mejor manera que recordando lo que nos dicen las actrices para acabar la función sobre la impactante y estremecedora parte que acabamos de presenciar. "Esta última escena es un homenaje a todas las mujeres que fueron apresadas por llevar un clavel rojo, no llevar medias o ser familiar de un republicano", por todas ellas este tipo de montajes son necesarios, para que se conozcan sus historias y nunca las olvidemos. Montaje sin duda muy necesario y extremadamente aconsejable por todo lo que nos enseña. VOLVAMOS A LOS TEATROS. LA CULTURA ES SEGURA.
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Teatro: Teatro del Barrio
Dirección: Calle Zurita 20.
Fechas: Del 10 al 15 de Noviembre. De Martes a Domingo 20:00.
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