Teatro: Un peral entra por la ventana. Sala Nueve Norte

 Las familias y sus respectivos hogares son un mundo cargado de matices, de luces y sombras, de guerras y conflictos que se mantienen escondidos a la espera de una batalla que ninguno de los contrincantes quiere tener. Esta es la realidad que todos vivimos y que con este montaje se nos muestra de forma magistral. Una familia aparentemente normal, pero que vive con el hacha de guerra afilada esperando la reacción de sus seres cercanos, que se mueve entre la conveniencia, lo políticamente correcto y la comodidad, para evitar que la bomba de relojería que es potencialmente su vida no salte por los aires. La verdad se oculta en el sarcasmo, las cuentas pendientes en las sonrisas, las heridas sin cerrar en los abrazos forzosos. Una pátina de apariencias y falsa realidad que esconde un mundo oscuro, lleno de reproches y verdades dañinas.





Esta producción de Nueve Norte Teatro fue estrenada el pasado año dentro de la muestra SURGE Madrid, y desde el mismo instante de su estreno causó una excelente acogida, tanto dentro de la crítica especializada como entre el público. Tras la excelsa "Off", todos estábamos pendientes del nuevo proyecto con el que nos sorprendería Marcos Fernández Alonso, y la verdad es que las expectativas se han cumplido con creces. En esta ocasión nos muestra los entresijos de una familia, "aparentemente feliz" de la que poco a poco vamos descubriendo todas sus heridas abiertas, haciendo especial hincapié en las tortuosas relaciones materno-filiales, que van minando unos cimientos familiares ya muy endebles. 



Marcos Fernández Alonso vuelve a sorprendernos con su contundencia a la hora de escribir y dirigir, una doble tarea que domina a la perfección. La historia de esta familia, teñida de comedia pero con un claro trasfondo dramático, esta esculpida con precisión en una cuidada creación de personajes angustiados, recelosos, que esconden más de lo que muestran. Un texto que rebusca en los entresijos más profundos de la guarida familiar, esa casa que parece haber emancipado el hijo al plantar un peral en medio del jardín. Esta casa que sirve de lugar de encuentro y de discusión se convierte en un personaje más de la obra, por la importancia que adquiere y cómo se acaba convirtiendo en motivo principal de discusión. Pero la casa es sólo una de las piezas que Marcos encaja a la perfección en su preciso texto. Los personajes que en ella se encuentran han sido milimétricamente cincelados para que nos conmuevan, nos cabreen, nos enternezcan, ya que todo lo que dicen y hacen (bueno a lo mejor lo podemos dejar en casi todo) nos golpea dentro por lo familiar, ya que podríamos escucharlo en cualquier reunión familiar

La historia narra a la perfección las desavenencias de dos generaciones que creen saber como y donde se debe actuar para ayudar a la sociedad. El conflicto materno-filial acaba siendo más generacional, cuando la madre dispara a diestro y siniestro a todos los jóvenes. Pero la historia escarba aún más en el interior de cada uno de los personajes. Seres perdidos, desdibujados, perplejos ante una vida que no es la que desean, atrapados en una "aparente seguridad" que les ahoga cada vez más. Con la espada de Damocles de la madre atizando en todo momento, los que le rodean navegan sin rumbo, en una vida que les ha escapado de las manos, por sus propios errores, por la dejadez o por la falta de iniciativa. 



Lo que comienza con tintes de comedia ligera, con una "aparentemente tranquila" reunión familiar, tarda pocos instantes en revelarse como una ácida y corrosiva crítica casi contra todo. Un demoledor alegato en el que no se deja títere con cabeza. Los conflictos generacionales se mezclan con la lucha de clases, la protección materna acosa brutalmente las malas decisiones de los hijos, todo en un ambiente de combate a tumba abierta entre madre e hijo en un diálogo estremecedor, punzante y afilado, en el que cualquier que pase por allí puede salir trasquilado. Y así, en un abrir y cerrar de ojos, el texto ha virado de la comedia a la "dramedia" , del buen rollo al ataque despiadado, de la ligereza inicial a la contundencia posterior. De banalidades sobre huertos y tomates pasamos a duras críticas sobre la vida, el trabajo o el porvenir. Una toma de contacto abrumadora que nos pone en guardia ante lo que vamos a ver. Protéjanse que aquí se dispara con bala. 



El conflicto parece que va a estallar, pero sólo es el comienzo. Ambos contrincantes se toman un respiro y se retiran a su esquina esperando el segundo asalto. La aparición de los otros personajes parece relajar por momentos la situación, aunque siguen volando los dardos envenenados en todas las direcciones. El portentoso duelo dialéctico entre los personajes nos deja atónitos, en un cruce de reproches primoroso en el que todos atizan y reciben a partes iguales (bueno la madre golpea y reparte más sus ataques). Mientras que con el hijo los reproches son más personales, los ataques de la madre a la nuera se centran más en temas ideológicos, en una brutal exposición de los ideales de la izquierda de las dos generaciones representadas. Con la demoledora lucha de la madre con el hijo siempre presente, se van introduciendo otros conflictos dentro de la trama, lo que la hace cada vez más "explosiva". Todo parece enquistarse cada vez más. El hermano mago que ha perdido su magia, la relación del matrimonio que se resquebraja, mientras que la madre sólo se preocupa por echar más leña al fuego. Cada nuevo tema que se abre, lejos de tranquilizar los ánimos consigue avivar más el fuego y abrir nuevas heridas que desconocíamos. El montaje adquiere una tensión mayor con cada nueva conversación , con cada nuevo alegato, en un texto que va desenmascarando las mentiras (tanto a nivel ideológico como personal) de todos los personajes. Y todo esto ocurre ante la atenta mirada del peral, juez y parte en toda esta historia, desencadenante de todo y espectador de excepción de esta guerra fratricida



La historia nos presenta a una familia de lo más variopinta, todos ellos al borde del abismo de sus propias vidas. Una casa familiar que esconde muchos recuerdos y reproches escondidos, conflictos generacionales enquistados en cada uno de los personajes, las precarias situaciones laborales de los jóvenes y su dificultad para emanciparse, las distintas visiones sobre la cooperación, una bomba de relojería que está a punto de estallar ante nuestros ojos. Juana, la madre, es una militante de toda la vida, marxista de convicción, que intenta controlar todo lo que pasa en esa casa y también las vidas de sus hijos. Héctor, un cooperativista fracasado, vive ahora en la casa junto a Julia, su pareja, que trabaja en una ONG. La pareja invita a la madre y a Jorge (el otro hermano), un mago en crisis, para una comida en la que quieren darles importantes noticias. Lo que parecería una tranquila velada se convierte en una batalla campal, en la que todos acaban reprochándose cosas.



Si el texto es brillante, las interpretaciones son prodigiosas. El elenco formado por María Segalerva (Juana), Antonio Romero (Héctor), Maya Reyes (Julia) y el propio Marcos Fernández Alonso (Jorge) realiza un trabajo primoroso, en el que cada uno de los personajes están perfectamente diseccionados y nos regalan duelos de una intensidad desgarradora. La historia crece en torno a uno personajes maravillosos, que nos conmueven por sus miedos, nos divierten con sus inseguridades, y nos dejan helados con sus acaloradas discusiones. Una obra que se desborda al ritmo en el que crecen los personajes, quienes se van convirtiendo en auténticos volcanes que expulsan todos sus reproches con la misma facilidad que se quedan helados ante los ataques.

María Segalvera se convierte en el centro de atención de toda la obra con su impecable creación de la egocéntrica Juana, una mujer de fuerte carácter, que se ha hecho a sí misma y se cree el centro del universo. Le encanta dominarlo y Segalvera le da una cantidad de matices en sus innumerables discusiones, que nos deja hipnotizados. La actriz se adueña de la obra, ha ce retumbar la escena con cada uno de sus alegatos, despelleja sin piedad a Héctor mientras defiende con vehemencia a Jorge. Un personaje enérgico, vital, crecido, hipnótico, que nos seduce desde su lengua viperina y su áspero carácter.


Frente a ella está desde el inicio Héctor, que ve como se desmorona su vida a la vez que su propia madre no deja de golpearle sin piedad. Antonio Romero nos presenta a un hombre abatido, que intenta tirar para adelante tras su estrepitoso fracaso con la cooperativa. Romero crea un personaje con tintes de Woody Allen, que por momentos recuerda al gran Javier Gutiérrez, que destila ternura, miedo y fragilidad. En su continuo combate dialéctico con su madre nos dejan momentos primorosos. La evolución del personaje a lo largo de la historia, es la más compleja de todas, ya que además de lidiar con su madre debe intentar encauzar su propia vida. Una interpretación brillante, cargada de matices y capas muy diferentes, que el actor nos va mostrando al tiempo que el personaje se desmorona ante nosotros

Junto a ellos, tenemos a Maya Reyes y Marcos Fernández Alonso en papeles de menor peso, pero que van creciendo a lo largo de la obra. Reyes intenta ser el punto de mesura de la obra, el "lado amable" de la reunión, pero las continuas embestidas de Juana terminan por hacerle estallar, en lo que se convierte en uno de los momentos más potentes de la obra. Una interpretación que desde la mesura se convierte en imprescindible como contrapunto a los personajes centrales. Por último, Marcos da vida a un Jorge perdido, que ante la pérdida de su magia se encuentra desubicado. Una interpretación sólida que mantiene al personaje al quite en todo momento, sirviendo de apoyo al resto de personajes.


La puesta en escena, como ya hemos comentado, está milimétricamente pensada, y el espacio escénico diseñado por Itziar Hernando acaba convirtiéndose en un personaje más de la obra. Un espacio que se extiende a lo largo de toda la sala, con el uso del pasillo lateral, y que impacta desde la entrada por sus miles de capas diferentes. La profundidad se convierte en esencial en esta propuesta, para diferenciar los distintos espacios de la casa: el jardín, la cocina, la terraza... incluso aparece el peral en uno de los laterales, para que esté siempre presente en la historia y se convierte en elemento clave en el desenlace de la trama, en uno de los momentos más divertidos y surrealistas del montaje. Para acompañar a esta precisa escenografía, el montaje cuenta con le ingeniosa iluminación a cargo de Juanjo Herbé, que marca cada uno de los espacios escénicos de una textura diferente.


En resumen, estamos ante una propuesta que, como dice la propia web de la sala, discurre a medio camino entre Chéjov, los hermanos Marx y Juan Tamariz. Estamos ante una comedia ingeniosa y con una ácida profundidad, que trata temas que nos atañen a todos. Una inteligente mezcla de lo cómico con lo dramático, que nos engancha desde el primer momento y se asienta en unos diálogos potentes, llenos de ironía, crítica social y mucha mala leche. Todo en este montaje encaja a la perfección, desde un texto brillante a una escenografía embriagadora, pasando por unas descomunales interpretaciones. VOLVAMOS A LOS TEATROS. LA CULTURA ES SEGURA.
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Teatro: Sala Nueve Norte
Dirección: Calle del Norte 9.
Fechas: Domingos a las  19:30.
Entradas: Desde 12€ en nuevenorte


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