Hablar de "La casa de Bernarda Alba" siempre es un reto, ya que estamos ante una de las obras cumbres de nuestro Teatro. Pero este montaje ha sido aún más expeditivo y ha ido un paso más allá, mostrándose lo que ha sido de Bernarda y Poncia años después de los desgarradores acontecimientos que narra la obra de Federico García Lorca. Todas las repercusiones y las heridas que dejó todo lo que se contaba de aquella siniestra casa, como consiguieron continuar con sus vidas, como quedaron marcadas y la casa llena de fantasmas difíciles de espantar.
Con el mismo espíritu de la obra original, el montaje está avalado por uno de los mayores conocedores del poeta granadino, el hispanista Ian Gibson. Este salto al vacío que supone "continuar" una de las obras más admiradas y representadas de nuestro teatro se convierte en un imponente relato en torno a estas dos mujeres, que siguen sufriendo por la muerte de Adela. Un montaje que nos desvela las intimidades que se esconden tras ese eterno luto que llevan pegado a la piel Bernarda y Poncia. ¿Qué pasó con el resto de hijas de Bernarda? ¿Dónde está Martirio? ¿Qué esconden de aquella trágica noche? ¿Es todo lo que parece dentro de esa casa?
La compañía Teatro Íntimo nos presenta esta potente historia moldeada con los mismos mimbres que su obra referente. La tristeza como esencia vital, el tenebroso escenario en el que transcurre el relato, dos personajes castigados por la vida que viven con la pesada losa de un pasado tormentoso. Una pieza con una estructura convencional, con características dramáticas muy próximas a lo que Lorca buscaba en los personajes de "La casa de Bernarda Alba", un ambiente costumbrista en el que todo nos resulta familiar. El montaje nos traslada a una época oscura, a esa casa tenebrosa en la que no entra la luz, con un lenguaje perfectamente elegido, enmarcado en la prosa pero con muchos tintes poéticos que nos trasladan a la esencia misma de los personajes y de toda la realidad en la que vivían.
"La casa de Bernarda Alba" es para muchos la gran obra de Lorca y en ella se muestra un mundo muy particular, el de una familia de mujeres que vive encerrada en sus propios miedos y censuras. La obra alcanza su momento más dramático con la muerte de Adela, una de las hijas de Bernarda. El tormentoso final nos deja a la familia descompuesta, atenazada, pero atrincherada en la particular cárcel en la que han convertido su casa. Este nuevo montaje nos plantea que fue lo que ocurrió después, como consiguieron sobrevivir al dolor por la pérdida de la hija, como encauzaron de nuevo sus vidas, de que manera el fantasma de aquellos hechos ha seguido sobrevolando la casa.
La obra nos lleva a la misma casa ocho años después. En ella ya sólo viven Bernarda y Poncia, el resto de las hijas se fueron después de los dolorosos acontecimientos que acabaron con la vida de la menor de las hermanas. En el transcurso de doce horas de un día de verano, conoceremos como viven las dos ancianas. Desde el amanecer hasta la puesta del sol, las dos mujeres nos irán desvelando los secretos de esta familia marcada por el dolor y la tragedia. Entre monólogos y diálogos, Bernarda y Poncia nos irán mostrando lo que ocurrió tras ese fatídico día. Ellas aún tienen heridas por cerrar, conflictos sin resolver, pesadas mochilas de las que se quieren deshacer antes de morir.
La obra, desarrollada en dos actos, nos va desojando todos los conflictos surgidos a lo largo de estos años, pero también aquellos que no supieron solucionar en aquellos días fatídicos. Las dos mujeres arrastran culpas y reproches que deben solucionar. A modo de catarsis, sus diálogos les van ayudando a resolver los conflictos que existen entre ellas, pero también les ayuda a volcar todas esas emociones que han tenido escondidas todo este tiempo, que siempre se han ocultado la una a la otra. Durante este "terapéutico" día, sabremos lo que fue de las hijas de Bernarda, conoceremos más en profundidad la relación entre Bernarda y Poncia (con reproches incluidos entre ambas), y hasta conoceremos los sentimientos reales de las dos, que se abrirán y sincerarán con nosotros para terminar de encajar todas las piezas de este interminable rompecabezas.
La precisión y maestría que desprende esta obra no sería posible sin la impecable interpretación de Pilar Ávila ("La casa de Bernarda Alba", "Baile de huesos", "Otoño en familia", todas ellas de la Compañía Martes Teatro) en el papel de Bernarda, y de Pilar Civera ("La herida", "La vida es sueño", "La casa de Bernarda Alba") dando vida a Poncia. Ambas están soberbias interpretando a estas mujeres castigadas por la vida, cargadas de traumas y con la imperiosa necesidad de acabar con todas las deudas pendientes que han ido escondiendo en el fondo de su alma durante todos estos años de relación. Dos actrices descomunales que nos regalan dos trabajos marcados por la excelencia, en el que en cada nueva nueva escena nos van mostrando un poco más de cada personaje, en una composición que nos va mostrando a dos mujeres llenas de matices y complejidades.
Podíamos pensar que era una locura, incluso un poco soberbia, el abrir de nuevo la casa de Bernarda para intentar averiguar lo que ha pasado allí dentro en los años posteriores a la obra de Lorca. Pero el resultado, lejos de defraudar, encaja perfectamente con la esencia de la original, aportando un nuevo universo sin salirse de las líneas que definían a las dos mujeres protagonistas. Un texto doloroso y genial, que hace de este interesante spin off una de las obras más interesantes del off madrileño de esta temporada. Un salto al vacío del que sus responsables salen airosos, incluso ovacionados. Una obra imponente que nos estremece y nos enternece, engullidos de nuevo por el peso de la casa más famosa del teatro español. VOLVAMOS A LOS TEATROS. LA CULTURA ES SEGURA.
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