Esta
coproducción del Centro Dramático Nacional, Micomicón y A Priori, es el cierre de una trilogía en torno a la memoria histórica que
Laila Ripoll y Mariano Llorente comenzaron en el año 2015 con la maravillosa "
El triángulo azul" (Premio Nacional de Literatura Dramática), un homenaje a los deportados españoles en el campo de concentración de Mauthausen. La segunda pieza de este recorrido por lo más oscuro de nuestro pasado reciente fue "
El bosque se espesa", que en el año 2017 nos hablaba de los desaparecidos en las fosas comunes y en las cunetas. Los tres montajes nos hablan con la perspectiva de nuestro tiempo sobre los hechos que marcaron el pasado siglo en nuestro país, dentro de una Europa convulsa que permaneció ajena a muchos de estos hechos.
La historia transcurre entre el drama más agrio y el humor más corrosivo, con momentos musicales que se intercalan casi a modo de momentos publicitarios, para destensar y relajar el ambiente. La eficaz dirección de Laila Ripoll mide cada escena con precisión, enlazando cada momento de la historia con gran maestría, dejándonos en todo momento con la sensación de estar presenciando una precisa radiografía de lo que fue un oscuro periodo de nuestra historia. Para la directora "no hay que olvidar ni celebrar, solo poner en conocimiento del público todo lo que pasó y las consecuencias que trajo para España, desde la huida de Alfonso XIII hasta la dictadura". Le montaje transita entre lo épico y el costumbrismo, con una descarnada crítica a estamentos como el ejército, la política, la monarquía o las compañías mineras, para mostrar como al final son los soldados y los habitantes del propio territorio invadido los únicos damnificados por el conflicto, al que se ven abocados por esas mismas élites.
Como podemos leer en la sinopsis de la obra, "con ellos vamos a visitar, como si de una pesadilla grotesca se tratara, el café cantante y el blocao, el pasodoble y el almuédano, el aduar y la marcha militar, el prostíbulo y el barranco, el casino, la aguada, la emboscada, los negocios sucios, la valentía de algunos, la vileza de muchos, el miedo de la mayoría, la bayoneta, la gumía, la carabina, la sed insoportable, el cuerpo calcinado, la cabeza cortada, las entrañas, en fin, de una guerra innecesaria, injusta y cruel, que causó miles de muertes de españoles y rifeños, utilización de gases tóxicos incluida, y con unas consecuencias cruciales en el devenir del siglo XX". El preciso enfoque que se hace de aquellos días nos muestra con precisión un mundo decadente, corrompido, abocado al desastre. Todo un crisol de grotescos personajes nos muestran un perfecto collage de lo que fue el conflicto, en el que los poderosos solo buscaban hacer negocio mientras los débiles se jugaban la vida en condiciones lamentables. Uno de los episodios más oscuros de nuestra historia reciente, contado con la crudeza y la vehemencia necesarias para que seamos conscientes de la gravedad de los hechos, pero siempre aderezado con el punto de humor necesario.
Uno de los puntos fuertes de este montaje es la capacidad y versatilidad de un elenco hiperactivo a lo largo de toda la función. En torno a la figura de
Antonio y Martín, dos jóvenes soldados que se harán inseparables con el paso del tiempo, iremos conociendo a toda una serie de personajes de todo pelaje y estatus.
Mateo Rubistein ("Barro", "Vidas enterradas", "La fundación")
da vida a Antonio, un joven pueblerino que llega al Rif sin saber donde se mete y con la inocencia del que no ha salido nunca de su pueblo.
Jorge Varandela ("El triángulo azul", "El público", "La judía de Toledo")
interpreta a Martín, su compañero de penurias y su máximo apoyo en los momentos difíciles.
Varandela hace un impecable trabajo, interpretando también a Harold Lloyd y Alfonso XIII en dos momentos memorables dentro de la obra. Una pareja que funciona a la perfección, con unos roles muy diferenciados que los convierten en un dúo muy entrañable, al que vemos indefenso durante toda la historia.
Del resto del reparto hay que destacar la presencia escénica de
Arantxa Aranguren ("Donde el bosque se espesa", "Atlas de geografía humana", "La viuda valenciana"), impecable en sus papeles de
Paca, María Victoria de Melilla y de Odalisca. La escena del fotograma que tenéis sobre estas líneas es desgarrador, una de las escenas más conmovedoras y a la vez más duras de la obra. En ella vemos también a
Sara Sánchez ("Préstame tus palabras", "Comedia famosa de Pedro de Urdemalas", "El canto de Juan Rana") en el papel de
Ikram. También interpreta a una
cuentacuentos rifeña y a la niña del Gurugú.
Junto a ellas veremos a un ramillete de excelentes actores interpretando a personajes de lo más pintorescos.
Mariano Llorente ("En la orilla", "Una humilde propuesta", "El triángulo azul") dando vida al
General Fernández Silvestre, a un diputado llegado de Madrid, a Don Paco y al señor de los muñecos.
Néstor Ballesteros (interpretando la música en directo al teclado),
será un militar, el Gauchito y un exlegionario argentino.
Juanjo Cucalón ("Mil novecientos setenta sombreros", "Donde el bosque espesa", "Paradero desconocido") interpreta a un
General, un oficial corrupto, un militar y a Don Emilio Gabrielín.
Ibrahim Ibnou Goush ("Idénticos, monólogos sobre la identidad", "Aquiles y Pentesila", "Las manos")da vida a
Abdelkrim, Hafid, Odalisca y un periodista. Y por último
Carlos Jiménez-Alfaro ("Masked", "Tragedia de la perra vida", "Donde el bosque se espesa") interpreta a
Franco, a un militar, a un Teniente, a un Capitán, a Casimiro Lagorda y a un periodista.
Si espectacular es el elenco, la parte técnica es prodigiosa. La escenografía diseñada por Arturo Martín Burgos nos sumerge de lleno en el seco y árido desierto, en el que suceden la mayor parte de las escenas. Pero también deja un espacio al fondo para recrear el cabaret donde se reúnen los militares de permiso. Una composición bella y eficiente, que nos va descubriendo los distintos lugares por los que transcurre la historia. Este espacio se completa con las contundentes videoescenas creadas por el gran Álvaro Luna, que nos hace un recorrido paralelo por los hechos más relevantes de aquellos años. Todo ello envuelto por un contundente espacio sonoro diseñado por Mariano Marín (responsable también de la música que acompaña la historia), que nos mete de lleno en los singulares parajes por los que se mueven nuestros protagonistas. Todo esto no sería posible sin la impecable iluminación creada por Luis Perdiguero, que da a cada lugar el tono de luz adecuado, jugando magistralmente con las sombras y los espacios en penumbra. Por último no podemos dejar de hablar del impecable diseño de vestuario de Almudena Rodríguez Huertas, que consigue trasladarnos a una época con la elegancia de saber hacer de cada traje una pequeña obra de arte.
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