Teatro: Largo y Társilo. Teatro del Barrio

Inteligente montaje que nos habla de la importancia de la memoria desde esta casa de Valencia, en la que parece que los hechos acaecidos durante la Guerra Civil se han diluido y han perdido importancia. El análisis de lo que somos debe partir de lo que fuimos. Conocer nuestra historia reciente debería resultar fundamental para entender la realidad que nos rodea. Más allá de la anécdota con la que se unen las dos piezas de la obra, resulta inquietante pensar que la sociedad no tiene ningún interés por conocer lo que ocurrió hace casi un siglo. Hemos vivido con el miedo de no levantar alfombras que pudieran molestar al de al lado. Pues bien, ahora que ya tenemos en las instituciones a los herederos de los sublevados es más necesario que nunca volver la vista atrás para saber que ocurrió, que nos convirtió en lo que somos, para evitar en lo posible que sigamos retrocediendo como quieren algunos.


La Compañía aragonesa Teatro del Temple continúa con su interesante labor de recordarnos historias personales para hablarnos de nuestra historia más reciente. Aún tenemos en el recuerdo la maravillosa "Los hermanos Machado" que pudimos ver hace unos meses en el Teatro Fernán-Gómez. Ahora regresan al Teatro del Barrio, donde hace unos años estrenaron "Las guerras correctas", sobre la famosa entrevista de Iñaki Gabilondo a Felipe González en televisión española en torno a los GAL y el señor X. En esta ocasión la compañía nos acerca a la figura del presidente de la República Largo Caballero durante los convulsos inicios de la Guerra Civil y su estancia en Valencia.


Dentro de su compromiso por la historia reciente de nuestro país, Teatro del Temple, en coproducción con República del Lápiz, "busca en los momentos de nuestro pasado explicación para nuestro presente y evocación para nuestro futuro" en lo que viene siendo una líneas más transitadas dentro de su extensa trayectoria. Tras montajes como "Transición" (en un análisis de lo que se hizo y lo que se dejó sin hacer en esa "idolatrada" etapa de nuestro pasado reciente), "Vidas enterradas" (un trabajo que indaga en la memoria buscando la reconciliación y dar al mismo tiempo la voz a los silenciados)o el ya citado "Las guerras correctas", llega este "Largo y Társilo" inspirado en un recuerdo familiar de su autor Gabriel Ochoa. En este nuevo trabajo indagan en la figura del presidente de la República, pero también buscan analizar una parte decisiva de nuestra historia reciente, en un paralelismo entre un joven del siglo XXI y la realidad de los primeros meses de la Guerra Civil.



El texto de Gabriel Ochoa, con la colaboración de Alfonso Plou, está protagonizada por uno de sus abuelos. Esta es la historia de los tres días en los que Társilo Peris Caruana convivió con Francisco Largo Caballero, unos intensos días tras la llegada del que era presidente de la República a Valencia en la huida de Madrid. En esas horas, Társilo conoció al político y al ser humano, sus ideas y sus dudas, unas fechas que fueron determinantes en la vida de ambos. "Una historia íntima, privada, pero también pública, como la de millones de historias que la Guerra Civil dejó tras los objetos".

Ochoa reconoce que "todo comienza con un reloj. Es un Quartz que heredé hace unos 20 años, de mi abuelo Társilo. Mi madre me lo dio junto a un anillo de mi abuelo y me dijo: ahí está tu abuelo, cuídalo. El reloj, lo guardé en un cajón olvidándolo e hizo tres mudanzas conmigo. Me parecía un reloj muy antiguo y en ese momento no llevaba reloj, me parecía algo que me ataba al tiempo. Con veintitantos no quieres que el tiempo caiga como una losa. Pero un día mi abuela Joaquina, la viuda de Társilo, me contó la historia". Este montaje pretende contarnos, usando como excusa ese reloj que ha estado escondido tanto tiempo, la relación entre un joven idealista y un político que se encuentra ante una encrucijada, en una época convulsa que marcó el devenir de nuestro país. 



El montaje transcurre dinámico entre la actualidad de un joven estudiante y el encuentro, en la misma casa, de su abuelo con uno de los personajes más relevantes de la época. La ingeniosa composición de la trama se centra en una puerta que hará las veces de portal temporal que nos traslada de una época a otra. La dirección del montaje corre a cargo de Carlos Martín que nos habla de que "la puesta en escena parte, como casi siempre, de una intención y una intuición. La intención es dar vida a una figura histórica junto a alguien anónimo pero marcado por la cercanía personal. La intuición es que al contarles a ellos nos estamos contando a nosotros mismos. El teatro es un mundo donde hacemos del otro parte de uno mismo porque conectamos con él porque le hacemos actuar a nuestra imagen y semejanza como pequeños dioses que tratan de comprenderse jugando a ser creadores de criaturas". 

El director nos propone un proceso de "diálogo constante entre la realidad y el deseo, entre lo que se ve y lo que se intuye". El autor juega con el hecho real del cuento para plasmar una relación imaginaria, en la que nos habla de los sueños de uno y de los miedos del otro, de los ideales resquebrajados y de un proyecto de país que se tambaleaba. El montaje nos habla de "un encuentro que fue, pero que debe volverse a producir, tan vivo como entonces, para ello hay que hacerlo crecer, poco a poco, en el alambique de los ensayos". Un juego que aúna realidad y ficción, para llenar de incertidumbres nuestra mente sobre lo que fuimos y las consecuencias de lo que pasó en aquellos oscuros años.



Centrándonos en lo que es la historia que nos cuenta este montaje, tras un breve prólogo en la actualidad viajaremos a los últimos meses del año 1936, cuando el gobierno de la República abandona Madrid y se traslada a Valencia. Uno de los que llegan a la capital levantina es el presidente Largo Caballero, al que en los primeros días acogen en su casa una familia socialista: los Peris Caruana. Allí conocerá a Társilo, un joven idealista y convencido de la causa republicana. A lo largo de esas escasas setenta y dos horas se forja una relación de complicidad en la que ambos de apoyan y se ayudan en aquellos momentos que resultaron tan trascendentales. ¿Sobre qué hablaron en esos días? ¿Cómo fue ese encuentro entre el joven y el político sindicalista, ya en el final de su carrera, que arrastra la responsabilidad del conflicto armado que acaba de estallar en el país? 


En un montaje como este es fundamental el trabajo de los actores a la hora de saber transmitir todo ese maremágnum de sentimientos que azotaban durante esos días aquella casa valenciana. Los encargados de dar vida a nuestros protagonistas son Mariano Anós, en el papel de Largo Caballero, y Borja López Collado como Társilo Peris Caruana y como el nieto que desde nuestros días abre el baúl de los recuerdos. Don actores que encajan perfectamente con el rol que deben asumir dentro de la historia. Mariano Anós intenta parecer tranquilo, aunque se le nota desbordado por la situación. El actor mide a la perfección esa angustia interna que esconde para mostrarse tranquilo con Társilo, aunque en algún momento no pueda evitar perder los papeles. Interesante trabajo en el que se mueve en una delgada línea, pero en la que se abarcan muchos matices. Por su parte Borja López Collado es todo vitalidad y entusiasmo en su papel de Társilo, un joven entusiasta que desea luchar por la República pero que no entiende porque se ha llegado a una Guerra en la que se enfrentan familias.



Todo ello se desarrolla en un interesante espacio escénico diseñado por Óscar Sanmartín. Presidido por la escultórica puerta de la vivienda, el escenario se divide en dos sutilmente con las diferentes tonalidades del decorado. Este cambio de espacio dentro de la escena nos lleva a meternos de lleno en un relato que se mueve entre lo real y lo onírico. En este mundo de luces y sombras, de preludio de tiempos oscuros, es fundamental el trabajo de Mingo Albir en el diseño de la iluminación, jugando con las penumbras, los espacios en semioscuridad, que dan más misterio a la trama. Todo el montaje está envuelto en un halo de incertidumbre, de angustia por lo que se viene. Esta atmósfera ha sido creada a la perfección por Laura Miñarro y Eva Gómez, con un impecable diseño de sonido en el que se intercalan canciones de la época ("Ay Carmela", "Anda jaleo") con sonidos evocadores de la época. Por último hay que hablar del minucioso trabajo de Ana Sanagustín en la creación del vestuario, que nos presenta desde el primer momento a los personajes de una forma clara.  


En definitiva, estamos ante un montaje necesario para reflexionar sobre lo que somos, sobre nuestra historia más reciente, sobre los tiempos tan oscuros que se nos avecinan con resultados electorales como los de Castilla León. Debemos reflexionar sobre lo que hemos sido, sobre los errores cometidos por la República, sobre la soberbia de los militares que se levantaron contra el gobierno legítimo. Pero sobre todo hay que intentar no volver atrás, no dejar que los nietos de aquellos que se sublevaron nos lleven de nuevo a esos oscuros años de pérdida de derechos. Con la energía de Társilo y la templanza de Largo, plantemos cara al fascismo. No dejemos que avancen. La cultura, esa que tan poco les gusta, es segura y necesaria para concienciar sobre nuestro pasado.
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Teatro: Teatro del Barrio
Dirección: Calle Zurita 20.
Fechas: Del 9 al 13 de Febrero. De Miércoles a Sábado a las 19:30. Domingo a las 20:30. 
Entradas: Desde 16€ en TeatroDelBarrio.


FICHA ARTÍSTICA

Autoría: Gabriel Ochoa con la colaboración de Alfonso Plou
Dirección: Carlos Martín
Intérpretes: Mariano Anós, Borja López Collado

Dirección de Producción: María López Insausti y Ferrán Benavent
Iluminación: Mingo Albir
Escenografía: Óscar Sanmartín
Diseño de Sonido: Laura Miñarro y Eva Gómez
Vestuario: Ana Sanagustín
Ayudante de Dirección y Coordinación Técnica: Alfonso Plou
Diseño Gráfico: Patricia Bolinches
Fotografía: Marcos Cebrián
Equipo de Producción: Pilar Mayor y Pilara Pinilla
Técnicos en Gira: Antonio Fernández Garza y Pablo Catalá
Voces en Off: Paula Llorens, Nacho López Murria y Rosa María Villanueva
Proyecto de Mediación: Teatro del Temple y Lartefacta.

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