Teatro: La dama de blanco. Teatro Quique San Francisco.

Una mujer singular, que vivió encerrada en su casa y que fue una de las creadoras más destacadas del siglo XIX. Ella vuelve para contarnos sus recuerdos, su vida y sus anhelos, sus amores y sus odios, sus deseos ocultos y sus mayores fijaciones. Un onírico recorrido en el que conoceremos a la gran Emily Dickinson, un alma libre que decidió quedarse en su fortaleza para otear desde allí el mundo. Una pieza clave para conocer a este increíble poetisa

Estamos ante un montaje que es un precioso alegato al lenguaje, a la palabra. Durante la obra escucharemos a la poetisa decir "no sé de nada que tenga tanto poder en el mundo como una palabra. A veces escribo una y la miro, hasta que comienza a brillar". Un homenaje a lo que cautivó a Dickinson, una celebración de todo lo bello, con un optimismo desbordante y a la vez un dolor enquistado en todo lo que quedó por hacer. Un canto a la vida y a la belleza, mostrado por una mujer que supo como pocas sacar de las palabras todo su esplendor. Un recorrido por la trayectoria de una de las figuras más importantes de la literatura norteamericana.


La compañía madrileña La Guindalera Teatro ("Yerma", "El curandero", "Molly Sweeny") nos presenta esta personal versión de la obra de William Luce "The Belle of Amherst", en el que conoceremos el lado más íntimo de la poetisa Emily Dickinson. Una asombrosa interpretación de una mujer poliédrica, que transitaba en la delgada línea que separa la cordura de la locura. La obra nos habla de sus anhelos y sus miedos, de sus deseos y sus fobias. Un minucioso recorrido por la personalidad de una de las escritoras más importantes del siglo XIX, tratado de forma artesanal de la mano del gran Juan Pastor, director de la pieza


El director y adaptador del texto Juan Pastor, habla de Dickinson como un personaje "que vive en la eternidad: sus miedos y anhelos han desaparecido, pero tiene la habilidad de revivir profundamente lo vivido y reflexionar mejor sobre su pasado con distancia". Un personaje que está por encima de su propia vida, solo quiere contarnos lo que siente, lo que fue su aislamiento voluntario, en un "viaje alegórico y lírico por el recuerdo desordenado de una vida ya vivida, con un aire a veces absurdo y alucinado, pero otras veces tremendamente realista. Emily Dickinson, desde su mundo poético, invita a los espectadores a valorar la vida a través de una visión distanciada de la experiencia humana".



Esta producción de Doble Sentido nos sumerge en una exploración de la figura de la poetisa desde varios momentos de su vida "desde una línea emocional que transcurre en un mundo poético, reflejo de la realidad del aquí y el ahora. Buscamos crear en el escenario un mundo aparentemente confinado que es una auténtica metáfora de la vida" explica Juan Pastor.  En este mundo que nos propone Pastor descubriremos el aislamiento voluntario de la poetisa, en el que se debatió entre "el deseo de alcanzar la felicidad y el anhelo por conocer el misterio de la vida". Este introspectivo deseo de búsqueda de lo bello se convirtió en el eje fundamental de su vida. "Al alejarse del mundo al que amaba poderosamente, pudo recibirlo con plenitud dentro de sí misma y conocer su significado" reconoce Pastor. La propuesta esta planteada desde un lugar onírico, alegórico, en el que la protagonista deambula como un ser por momentos real, pero que en otros parece transitar por un mundo irreal. El director resalta que "modernizamos la narración, dándole un aire absurdo o alucinado, pero a veces tremendamente realista".



"Hemos intentado alejarnos de rasgos biográficos para centrarnos en su obra poética, en su trascendencia espiritual. Para nosotros es un personaje ficcional que eligió el arte por encima de la vida social y donde la presencia del deseo era inmensamente superior a una posible realización". Y podemos asegurar que han conseguido centrar el montaje en la figura intelectual de la poetisa, alejándola de su biografía, aunque esta esté presente en todo momento. La historia recorre toda su vida, desde sus comienzos en la escritura hasta su muerte, pero centrándose en sus sentimientos, en sus deseos, y alejándose de los hechos biográficos. Un personaje que vuelve de la eternidad para llevarnos de la mano por este recorrido por lo que fueron sus principales inquietudes. Despojada ya de los miedos, este recorrido le hace reflexionar sobre su pasado, con la distancia alcanzada. "Emily Dickinson, desde su mundo poético, invita a los espectadores a valorar la vida a través de una visión distanciada de la experiencia humana".



Y todo ello nos lo enseña una descomunal María Pastor ("Yerma", "El curandero", "Duet for one"), dando vida a esta Emily Dickinson extrovertida, que quiere hablar con el público, compartir con nosotros la experiencia de la eternidad, desde la que se ve todo con una mayor clarividencia. María nos regala una actuación prodigiosa, memorable, con infinidad de matices dentro de una compleja interpretación, en la que además de interpretar a la poetisa da voz al resto de personajes que transitan este onírico espacio. Una asombrosa facilidad para cambiar de registro, para adaptar su voz a los otros seres que iremos conociendo, todo con la naturalidad de quien domina totalmente las tablas.


Una interpretación soberbia, en la que sabe medir en todo momento el tono necesario que necesita el personaje. Por ello pasa del drama a la comedia, de la ternura a la rabia, de la cordura a la locura. Una actriz descomunal que vuelve a demostrar que no hay papel que se le resista. Con su sola presencia llena el escenario, su mirada nos hipnotiza, cada gesto es una perfecta ejecución de lo que necesita la escena, todo encaja y ella saber llevar la obra por donde quiere en cada momento, haciendo que todo gire en torno a su presencia. Pero también sabe parecer apocada, tímida, incluso nerviosa, cuando la historia lo requiere. Y todo ello con esa indumentaria que por momentos parece nupcial y en otros se asemeja a una aparición fantasmal. Todo ello es capaz de hacer María Pastor a lo largo de la obra.


El espacio escénico creado por el propio Juan Pastor es un lugar poético, que nos inspira muchas cosas, que contiene todos los mundos que habitan en la escritora. Todo aparece desordenado al inicio, como una historia que debe reconstruirse. Será la propia actriz la que irá colocando casa elemento en su sitio conforme avanza la historia. Al fondo, ciertos elementos aparecen "flotando", en una alusión a ese mundo de sueños y de anhelos que se escaparon. Imponente la Iluminación de José Espigares, que sabe transmitir en todo momento el tono que necesita el texto con sus luces atenuadas. Por último, el maravilloso vestido de María Pastor ha sido creado por Teresa Valentín-Gamazo, responsable también de la ambientación.


Una obra impecable, llena de ternura y de amor por la propia palabra, que destila honestidad y respeto por la experiencia vivencial de esta gran figura de la literatura. Pero por encima de todo es una obra para disfrutar de una de las mejores actrices de nuestro país, porque lo que hace María Pastor en el escenario es simplemente maravilloso. Vayan a ver a María y descubran la parte más íntima de Dickinson. Saldrán conmovidos con la experiencia.
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Teatro: Teatro Quique San Francisco
Dirección: Calle Galileo 39.
Fechas: Del 20 de Abril al 8 de Mayo. De Miércoles a Domingo a las 21:00. 
Entradas: Desde 14€ en teatroquiquesanfrancisco.


FICHA ARTÍSTICA:

Dramaturgia: William Luce
Adaptación y dirección: Juan Pastor
Reparto: María Pastor
Espacio escénico: Juan Pastor
Vestuario y ambientación: Teresa Valentín-Gamazo
Iluminación: José Espigares
Fotografía: Susana Martín
Prensa: Manuel Benito
Producción ejecutiva: Doble Sentido Producciones



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