Vengan a la fiesta que nos propone Lucía Miranda en el Teatro María Guerrero. Todo se llena de color, de música, de gamberradas, para asistir a este cuento para niños adultos. Las aventuras del Príncipe Verdemar nos transportarán a nuestros recuerdos más primarios, pero también bailaremos y nos reivindicaremos con esta contundente crítica social edulcorada como un relato infantil para la ocasión. Entren y disfruten de esta deliciosa mezcla de juego de niños y rave transgresora.
Estamos ante la revisión de la primera obra que dirigió Lucia Miranda, hace casi dos décadas. La pieza forma parte del proyecto "Teatro de los niños" que impulsó en su momento Jacinto Benavente, al que Ramón María del Valle-Inclán acompañó convencido de que en él se encontraba la renovación del teatro nacional. "La cabeza del dragón" no fue muy bien acogida por los críticos de la época, que dijeron que no era apropiada para público infantil. En palabras de Miranda, "de todos los Valle que podía elegir, elijo al Valle más marginal, el que escribe sobre lo que nadie quiere escribir: la infancia; y propongo un cuento de hadas para adultos".
Estaproducción del Centro Dramático Nacionales una fiesta para los sentidos. Desde la apariencia de un cuento de hadas, la farsa y el esperpento se apoderan de cada rincón del Teatro María Guerrero, bajo la atenta mirada del propio Valle-Inclán, que no supervisa todo desde el patio de butacas. Todo se llena de color, de pantomima, de exageración, para que la obra transcurra como si estuviésemos en un poderoso viaje sicotrópico. Desde la misma entrada en el teatro, con las figuras doradas de Don Ramón repartidas por todo el patio de butacas, se augura que estamos ante algo especial y nada corriente. Y no nos equivocamos. El juego de luz, color, baile y desparpajo del que vamos a ser espectadores es una desmelenada locura, una colosal propuesta festiva que todo lo invade, que nos llena de energía, que nos descoloca por momentos, pero no nos deje indiferentes con sus continuos malabares escénicos.
Lucía Miranda regresa a sus inicios, a la obra que le sedujo y le sigue interesando ahora que va a cumplir los cuarenta. Para la directora, "detrás del cuento de hadas de buenos y malos, detrás de la sencillez de su forma, reside en la farsa un impulso punky de destrucción de los mundos tradicionales, de acabar con la norma establecida". Por eso vuelve a este texto, por su vigencia y su clara relación con el mundo que nos ha tocado vivir. "En un momento de profundos cambios en la tradición española, "La cabeza del dragón" es una invitación a preguntarnos qué es la tradición, cómo decidimos cuál es buena o mala, quién lo decide y cómo construimos las nuevas. ¿Sabemos nosotros del pasado? ¿Cómo nos relacionamos con él? ¿Podemos saber del porvenir? Tal vez, si evocamos nuestra sombra de niños, lo consigamos". Porque ya lo decía el propio Valle-Inclán en "La lámpara maravillosa": "Cuando mires tu imagen en el espejo mágico, evoca tu sombre de niño. Quien sabe del pasado, sabe del porvenir".
El texto de Valle-Inclán nos remite a lo tradicional, al pasado medieval, a la fantasía de los cuentos para niños, pero desde una visión más propia de los adultos. Una tradición en la que las princesas son rescatadas por príncipes de las garras de los dragones. Su aparente estructura de cuento infantil esconde una obra "plagada de referencias al contexto político y social de la época del autor". El mantenerse fiel al texto fue uno de los principales problemas con los que se encontró la directora en un primer momento, pero supo convertirlo en uno de los pilares de su trabajo. De este modo "está hasta el dramatis personae y las acotaciones maravillosas de Valle-Inclán" apunta Miranda. Y si además cuentas con la voz del gran José Sacristán, lo que era un problema al comienzo se convierte en una de las señas de identidad del montaje y en uno de los elementos más destacables.
En el trasfondo de la obra se destila el espíritu crítico y el sarcasmo que caracterizó la obra de Valle-Inclán. Para la directora, toda ese espíritu que se puede ver en la obra transita por lugares que nos interesan a día de hoy porque "eso es algo muy contemporáneo: la monarquía, el papel de la mujer, lo que te toca en la familia dependiendo de si eres primogénito o el pequeño... el designio heredado está en todo. Asumir la norma o ir a contracorriente". De este modo el montaje nos plantea personajes que huyen de los estereotipos, se busca que los identifiquemos en su singularidad, fuera de esas normas que lo encorsetan todo. Bajo la apariencia de este cuento de hadas disfrutaremos de una mordaz crítica a nuestra sociedad (algunos de los momentos musicales los firmarían los cantautores más reaccionarios) desde un humor inteligente que lo invade todo, que nos hace partícipes de la historia, que nos invita a formar parte de este viaje por el universo del gran autor gallego.
Centrándonos en la historia que vamos a ver en el María Guerrero, les avisamos que está muy lejos de ser algo convencional. El teatro "se ha convertido en un tablado de marionetas gigante para educación de príncipes, donde los príncipes somo nosotros, el público". En esta historia el joven príncipe se rebela contra su designio heredado y huye en busca de las respuestas que le digan quien es, en un viaje para encontrarse a si mismo que le llevará por lugares de lo más pintorescos. La lucha eterna de los jóvenes por lo establecido por sus mayores, la irreverencia ante la autoridad. Pero en este viaje también encontrará la amistad, en inhóspitos bares en los que se enfrentará (deliciosa la escena del duelo) a grandes villanos. Y como no, también conocerá el amor. Una propuesta wagneriana, cinematográfica y anacrónica, en palabras de Miranda.
Pero lo realmente imponente de este montaje es el elenco, un grupo de talentosos actores y actrices que, en palabras de la propia Miranda, "actúan, cantan y tocan ocho instrumentos en directo, aparte de presentar dieciocho personajes y cinco coros. Es un espectáculo pensado para un grupo joven, donde haya artistas de todas partes de España y que representan la diversidad de su generación". Este potente y diverso grupo lo forman Francesc Aparicio, Ares B. Fernández, Carmen Escudero, María Galvez, Carlos González, Marina Moltó, Juan Paños, Chelís Quinzá, Marta Ruiz, Víctor Sáinz Ramírez y Clara Sans. Un primoroso elenco de menores de treinta años que nos hacen vibrar con la energía propia de su edad. En escena veremos a los televisivos Carlos González y Clara Sans (de las series "Maricón perdido" y "Cardo" respectivamente), a colaboradores habituales de Cross Border (la compañía de Miranda) como Marina Moltó, Juan Paños y Ares B. Fernández o talentosos descubrimientos como el divertidísimo Chelís Quinzá (ese rey gallego primoroso) o la descomunalCarmen Escudero (su duende nos hipnotiza desde el inicio).
Todo este mundo onírico y fantástico que nos propone Miranda, se encuadra en la fabulosa escenografía diseñada Alessio Melonique se cuela por todo el María Guerrero. La escena invade los palcos, el patio de butacas, los pasillos, para convertir al teatro en un personaje más de la obra. Ciñéndonos a lo que ocurre en el escenario, la multitud de capas con las que nos sorprende Meloni en cada escena es impresionante, un juego de planos, pliegues, colores y elementos que aparecen por todas partes. La vuelta a la infancia desde la absoluta consciencia. El juego y la gamberrada como eje principal de todo lo que ocurre en escena. Y este "viaje" no sería posible sin la preciosa iluminación diseñada por Pedro Yagüe, que impregna todo de energía, colorido, fantasía, para completar unas preciosas composiciones de luces y sombras (como la que se puede ver en la imagen superior). Y todo transcurre al ritmo que marca Nacho Bilbao a cargo de la gamberra dirección y composición musical, que nos mete de lleno en la fiesta desde el inicio, apoyado en el contundente sonido de Eduardo Ruiz "Chini". Por último tenemos que hablar del diseño de vestuario de Anna Tusell una creación locuaz, irreverente, fantasiosa, divertida, ingeniosa, que nos lleva a mundos cercanos al cómic.
En definitiva, tienen que ir a esta rave para niños, a este gamberro cuento en el que puede ocurrir cualquier cosa. Por su poderosa estética, por su talentoso elenco, por el desparpajo de Miranda para proponernos un Valle-Inclán tan vehemente y transgresor. Porque existen muchas maneras de reivindicación, de protesta, de crítica social. Pero si la llenas de color, música, baile y una gran sonrisa todo entra mejor. Vayan, recorran ese viaje con el joven Verdemar y la Infantina. Vean y disfruten, aprendan de los jóvenes, son el futuro.
Fechas: Del 30 de Septiembre al 13 de Noviembre. De Martes a Domingo a las 20:00.
Entradas: Desde 6€ en entradasinaem. Encuentro con el público 25 de Octubre. Funciones accesibles los días 13 y 14 de Octubre. Función matinal el Martes 18 de Octubre.
EQUIPO
Texto
Ramón María del Valle-Inclán
Dirección
Lucía Miranda
Reparto
Francesc Aparicio, Ares B. Fernández, Carmen Escudero, María Gálvez, Carlos González, Marina Moltó, Juan Paños, Chelís Quinzá, Marta Ruiz, Víctor Sáinz Ramírez y Clara Sans
Voz en off
José Sacristán
Escenografía
Alessio Meloni
Iluminación
Pedro Yagüe
Vestuario
Anna Tusell
Dirección musical y composición
Nacho Bilbao
Sonido
Eduardo Ruiz "Chini"
Dirección conjunto instrumental
Guillem Ferrer
Canciones bufón
Juan Paños
Caracterización
Mónica Gascó
Asesor de máscaras
José Troncoso
Asesoría de objetos
Małgosia Szkandera Hernangómez
Ayudante de dirección
Belén de Santiago
Ayudante de escenografía
Mauro Coll
Ayudante de iluminación
Eduardo Berja
Ayudante de vestuario
Carlos Pinilla
Realizaciones
Proes y Readest (escenografía), Paloma de Alba, Gabriel Besa y Peris Costume (vestuario), María Calderón (ambientación vestuario), Matías Zanotti (máscaras), Óscar Muñoz (crinolina), Estrella Baltasar (confección de telones)
Diseño de cartel
Equipo Sopa - Fotografía de cartel Xermán Peñalver
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