La salud mental se ha convertido en uno de los principales problemas de nuestra época, aunque quizás siempre lo haya sido pero nunca se había hablado de ello. La sociedad nos empuja a lugares a los que no queremos ir, el ritmo endiablado que nos imponemos poco ayuda a que tengamos una vida mentalmente sana. Los cánones que debemos cumplir, los estereotipos de los que no te puedes salir, las miradas inquisitorias de todo el que piensa que no estás haciendo lo correcto. Esa losa pesa demasiado y en muchas ocasiones nos hace descarriar, perder el control, que nuestra mente diga basta. Montajes como este nos ayudan a reflexionar sobre la importancia de la salud mental y todo lo que ello conlleva.
Emotiva, embaucadora, poética, poderosa. Todo esto podríamos decir de este montaje que visualmente resulta impecable, que técnicamente resulta primoroso (aunque hubiese pequeños fallos de sonido el día que acudimos), pero que por encima de todo es necesario para crear conciencia. Porque la salud mental ha estado estigmatizada durante toda la historia, y ahora que parece que se pone el foco en ella todos los análisis, visiones diversas e información que se nos pueda dar a los neófitos resulta de agradecer.
La joven compañía Ruka Teatro (este es su primer montaje) lleva meses representando esta bomba de relojería en torno a un tema tan poliédrico como es la salud mental. Ellas son cuatro chicas formadas en diversas disciplinas que abarcan el teatro, la danza, la poesía, la literatura o las artes plásticas. Ellas han escrito y son las directoras de esta pieza de la que cuentan que "surge porque estamos rotas, y miramos alrededor y nuestras amigas también. Surge porque no queremos ni podemos adaptarnos a un sistema que nos enferma y luego nos responsabiliza de ello, surge porque necesitamos nombrarnos, reconocernos en colectivo, tejer una red más amplia, que nos sostenga, nos empuje, nos arrope, nos acepte, nos haga posible seguir vivas".
Las cuatro trabajan con unas profundas convicciones sociales y críticas, bases que se notan en este desgarrador montaje. En este proceso de creación del espectáculo han hablado con muchas personas con distintos tipos de sufrimiento psíquico (algunos de los testimonios que aparecen en la obra nos dejan helada la sangre) para conseguir un documento en el que se tocan infinidad de problemáticas desde distintas perspectivas. Formalmente han conseguido aunar sus diversas formaciones para crear escenas de gran contenido poético, otras más realistas y varias piezas próximas a la danza. Todo ello para conseguir construir una obra llena de compromiso político y social, siempre desde una perspectiva crítica con la realidad que las atormenta.
Para Ruka Teatro "el arte transforma y sana. Es nuestro cuerpo el sufriente y el principal vehículo de comunicación. Utilizamos la danza, el movimiento, el texto y las artes plásticas como herramientas de canalización de procesos propios y ajenos. En este proyecto hemos trabajado en tres fases: la primera es una fase de investigación centrada en el impacto social. Primero hemos puesto nuestras vivencias, sufrimientos y búsquedas de alternativas sobre el texto y el cuerpo, para después realizar un trabajo de documentación a través de entrevistas a otras personas con sufrimiento psíquico, bocetos de dramaturgia y lecturas de referentes clave".
Un minucioso trabajo previo en el que han podido conocer muchas de las aristas que tiene la mente humana y la infinidad de variantes que existen en la problemática de la salud mental. Así han creado un texto excesivo, caótico por momentos (creo que buscado, en ese afán de entender el sufrimiento de las personas con problemas psíquicos), que nos atropella como un camión, que desborda energía y que hace de cada escena una impecable pieza de análisis sobre lo que somos, nuestras limitaciones, lo que nos imponen y las dificultades para poder encajar en lo que se considera "lo normal".
Volviendo al proceso creativo que les ha llevado a componer este interesante collage sobre la salud mental, nos hablan de una de las personas clave en este viaje. Marta Plaza (activista en salud mental con largo recorrido en la materia) participa con las actrices en el coloquio posterior de cada función, y con ella "tejimos red con diferentes colectivos activistas. El objetivo es que el proyecto se expanda y repercuta en la sociedad yendo más allá de su propia naturaleza como pieza teatral. A través de talleres de movimiento, escritura y artes plásticas con estos colectivos, hemos trazado el camino hacia lo escénico, nutriéndonos del material volcado en estos encuentros para la creación de la obra".
La obra nos introduce en un mundo laberíntico de voces, de miradas, de miedos, de obsesiones, en el que las cuatro actrices se deconstruyen, se recomponen, estallan, se mimetizan, nos increpan, en una secuencia desgarradora en la que asistiremos a una infinidad de situaciones oscuras, tenebrosas, de las que es muy difícil salir. En un trabajo colectivo impecable, nos muestran el dolor y la angustia, pero también abordan escenas con toques de humor, y todo ello con una gran carga poética que hace un conjunto de gran belleza. Como podemos leer en la sinopsis de la obra, transitan "los pasadizos de una cabeza" en la que las voces, el entorno que nos rodea o nuestras propias convicciones pueden llegar a desestabilizarnos hasta llevarnos a lugares inhóspitos y muy dolorosos.
Ellas son Teresa Alonso, Julia Eme, Seli Ka y Julia Nicolau. Teresa y Seli llevan el peso del texto, con demoledores monólogos y brutales declaraciones en las que interpelan al público, a la sociedad, al mundo. Julia Eme nos hipnotiza con sus creaciones a tiza mientras se van sucediendo las escenas. Unos trazos desgarradores, sinceros, arrebatadores, que por momentos nos hacen centrarnos más en ella que en la propia historia. Las coreografías y danzas de Julia Nicolau son pura magia, emocionantes, poderosos, impecables. Teresa Alonso nos interpela, es la madre del grupo, la que parece guiarlas, pero también la que nos habla a la cara desde sus miedos y sus reproches. Seli Ka es pura fuerza, cada gesto, cada frase, cada movimiento, transmite por si solo. En la obra es la que más cambia de registros, improvisa con el público, se encara con la vida, pelea por salir del hoyo.
Todo esto transcurre en un espacio creado por Caja Negra que se compone de una serie de estructuras que las actrices van moviendo para crear los distintos lugares por los que transita la historia. Hay que destacar la brillantez de alguna de las composiciones, como la de la escena del metro o la jaula en la que se encierra a Seli Ka. Impecable la iluminación de Roberto Cerdá, imprescindible para crear el ambiente que requiere la obra. El sonido de Jhana Beat acompaña la historia, y nos deja testimonios de algunas personas de las que han participado en el proceso. Por último, no podemos dejar de nombrar el vestuario de Ayla Granados, a mitad de camino entre indumentarias de un psiquiátrico y el blanco impoluto que nos traslada a lo iniciativo.
En definitiva, estamos ante una obra muy necesaria, que habla sin tapujos de un problema cada vez más extendido. Es imprescindible que montajes como este perduren, que lleguen a mucha gente, para que seamos conscientes de la importancia de la salud mental. En cuanto a las chicas de Ruka Teatro, habrá que seguirlas muy de cerca, ya que con este debut les auguramos un prometedor futuro. Mujeres de su tiempo, involucradas con la sociedad en la que viven y con ganas de decir sin rodeos todo lo que les preocupa. Si a todo esto le sumamos la variedad de disciplinas que dominan y como saben hacerlas confluir en su obra, podemos decir que montajes tan bellos estética y formalmente les harán llegar muy lejos. Desde aquí solo podemos agradecerles el esfuerzo y el compromiso que destila toda la obra.
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Teatro: Teatro del Barrio
Dirección: Calle Zurita 20.
Fechas: Del 29 al 30 de Diciembre. Próximas fechas 2 y 3 de Febrero a las 19:30
Entradas: Desde 15€ en TeatroDelBarrio.
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