No hay redención, Semana Santa sevillana de liturgia, de culpa, de silencio y negritud, cíngulos que constriñen y atesoran el miedo. Capirotes, antifaces que ocultan miradas, intenciones y palabras que no fueron expresadas.
Penitentes, de rodillas frente a Cristo crucificado
Podrá ser la Semana Santa otra cosa, pero es esto lo que transmite este patio en el que se dan cita las contradicciones y las pasiones más oscuras del ser humano y su incapacidad para poder expresar.
Ignasi Vidal compone un texto que nos lleva a las aristas mas detestables del ser, aquellas en las que no hay filtro, ni nada que perder. Donde la verdad se confunde con un puñal y el amor con una mantis religiosa en su última noche.
Una ex pareja se une para hablar de las cosas que los separan, de sus diferencias. Entre ellas una fundamental, su hija. En escena reproches, recuerdos de un pasado en el que ambos coexistieron, entre la falta de tiempo y una vida ocupada por el trabajo. De fondo una hija que no está, ni estará en escena, que no es para ellos más que un reproche, una excusa mas por la que discutir. Ella requiere mas pensamientos de los necesarios. Detestamos lo que no controlamos, lo que no es perfecto y nos quita tiempo en una agenda que tiene que ser perfecta. Porque vivimos en tiempos donde no importa la vida, importa la agenda.
Personas frágiles, sin herramientas para afrontar, sin capacidad para expresar emociones hasta que ya es demasiado tarde. Personas pequeñas necesitadas de creer en algo, porque se resisten a imaginar que su vida es únicamente lo que abarcan sus brazos.
Susana Hornos dirige una pieza intensa en la forma y en el fondo. Desde el realismo y la tierra en la escenografía hasta lo más abstracto y filosófico se dan cita en un trabajo al que dota de tiempo pausado. Tiempo para escuchar las palabras que nunca fueron dichas, llenando el espacio con silencios y la cadencia del movimiento lento en el que ya no hay prisa por llegar a ningún lugar.
Raquel Pérez en la piel de Alicia transmite el fracaso de aquellas mujeres que llegaron donde debían, que son lo que se espera de ellas, pero que realmente nunca tuvieron el control de su propia vida. Formando una familia de la que hoy parece dudar si alguna vez formó parte. Si su vida ha merecido la pena ser vivida. En Alicia, algo importante, destacable y quizá lo que requiere mayor análisis pero que como siempre no les podemos contar porque queremos que se sorprendan. En ese momento, en el momento en el que hay un giro en la obra, piensen por qué motivo realmente creen que actúa Alicia.
La actriz se mueve segura en escena, cambios de registro que la llevarán a ser una mujer fuerte e imperturbable a la mujer mas frágil y manipulable.
Junto a ella, Nacho Guerreros en el papel de Héctor, un actor que nos sumerge en el subtexto. Un constructo vacío que puede ser todo y nada en cuestión de segundos, representando el delirio y la fuerza del que siente de rodillas frente a él al penitente. Dejarse llevar, ser texto y contexto, acompañante y protagónico. Guerreros ha vuelto a sorprendernos llevándonos a la profundidad de lo que podía haber quedado en superficie. Señalando la vergüenza, siendo hilo transmisor de las miserias humanas.
Entre los actores, una danza en escena. Un baile lento, complaciente y sosegado. Les puedo desvelar que hay una pelea, también verán la danza en sus cuerpos.
Anselmo Gervolés en el trabajo de escenografía y vestuario nos lleva a un un precioso patio, dotando de un necesario realismo a la pieza junto al trabajo de iluminación de la mano de Sergio Aguilera, en un juego de luces y sombras entre la intimidad y la distancia emocional entre los personajes.
Venialmente recomendable.
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Teatro: Teatro Fernán-Gómez. Sala Jardiel Poncela
Dirección: Plaza de Colón 4.
Fechas: Del 30 de marzo al 23 de abril de 2023
Entradas: Desde 13€
Autor: Ignasi Vidal
Dirección: Susana Hornos
Con: Raquel Pérez y Nacho Guerreros
Escenografía y vestuario: Anselmo Gervolés
Iluminación: Sergio Aguilera
Descalzos Producciones
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