Teatro: Canción del primer deseo. Teatro de la Abadía.

Hay heridas que no se curan nunca. Episodios de la vida que dejan un vacío que no se puede llenar. Lugares a los que no hay que volver, para no volver a sufrir, puertas que es mejor dejar cerradas. Un doloroso relato sobre los secretos que no deben contarse, sobre los horrores de una guerra que dejó secuelas irreparables, de personas que no pueden hablar por el dolor que tienen. Este montaje nos lleva, a través de una familia, por las últimas décadas de nuestra historia, para indagar en los lugares más oscuros y dolorosos de este complejo grupo de personajes.


Este montaje cierra la trilogía sobre las herencias familiares  que ha realizado el tandem formado por el escritor australiano Andrew Bovell y el director Julián Fuentes Reta. Tras las maravillosas "Cuando deje de llover" (Premio Max a Mejor dirección y Mejor Espectáculo) y "Las cosas que sé que son verdad" (Premio Max a la mejor interpretación femenina para Verónica Forqué) llega al la sala José Luis Alonso del Teatro de la Abadía este desgarrador texto que nos presenta a una familia cuya memoria se va ocultando en paralelo a la historia de nuestro país y va mostrando todas las heridas que no se han podido cerrar. En la presentación de la obra, Juan Mayorga (director artístico del teatro de la Abadía) afirmaba que "es una obra que ha sido escrita para esta compañía y se ocupa de nosotros, de nuestra memoria. Es un valor muy importante de la propuesta".



Esta producción de Flower Power y Octubre Producciones indaga en el interior de nuestra historia más oscura, con el foco puesto en una familia que tiene muchos fantasmas bajo las alfombras y muchas heridas que no se pueden cerrar. Para Juan Mayorga esta pieza "fotografía la familia como espacio de cuidado y peligro". Y pensamos que esta definición no puede ser más acertada, porque todos los personajes de la obra transitan esa dualidad, se ven casi empujados al cuidado de la familia mientras se duelen de los golpes recibidos por esas mismas personas. Esta tercera pieza de la trilogía toma el nombre del poema lorquiano "cancioncilla del primer deseo", del que se recitan sus primeros versos y se convierte en una de las claves de la historia. Andrew Bovell reconoce que se enamoró de "la simpleza y la belleza de este poema" y que desde que lo leyó, pensó en incorporarlo al texto.



El escritor australiano reconocía en la presentación de la obra, que "estoy nervioso por ser alguien de fuera haciendo observaciones sobre algo español". Pero también reconoce que "la obra es universal, ya que habla del impacto del pasado que no ha sido resuelto. De hecho, ese ha sido un tema que ha recorrido muchas de mis obras: el legado que ha pasado por muchas generaciones". El texto resulta de una contundencia abrumadora, cargado de fuerza, como una bomba de relojería que en todo momento intuimos que está a punto de estallar. Una obra que, según Bovell, "presenta la idea de que el hecho de recordar en sí subversivo. En un país donde nos ha dicho que no mantengamos callados y no hablemos". El devenir de la obra nos empuja al abismo en el momento en que todos esos secretos ocultos salen a la luz. Para el dramaturgo, la metáfora de la obra es "el hecho es recordar".

La obra nace de un trabajo colaborativo de la compañía con el autor a lo largo de cinco años. Tras este largo camino en el que hubo "múltiples procesos de destilación" llegaron a esta extraordinaria obra que como nos cuentan sus creadores "se ancla en tres momentos de la Historia de España: en el año 1942, en el 1968 y en el presente". El director de la obra, Julián Fuentes Reta, explica que "la mirada límpida y quirúrgica de Andrew Bovell estructura una visión sobre el presente y el pasado de España que resulta tan escalofriante como ácida, tan ágil como estremecedora, e innegablemente pertinente en estos tiempos donde las tumbas, por fin, comienzan a removerse y las voces de lo femenino a oírse". La verdad es que, viendo el resultado final, mereció la pena el proceso de creación tan arduo.




La dirección de Fuentes Reta es impecable. Consigue darle a cada una de las historias que confeccionan la obra una textura diferente, ha creado unos personajes fascinantes y consigue unas transiciones entre las escenas muy limpias y elegantes. El director cuenta que para la creación de la obra se basaron en testimonios reales, "nuestras propias historias y las de nuestros mayores, más los cientos que, desgraciadamente se parecen entre sí, Andrew ha tejido una historia transgeneracional desde la cercanía de nuestra memoria y la distancia de no afrontarla desde ningún partidismo, ninguna herida reciente, ningún ajuste de cuentas". Una historia cruda, dolorosa, que se va desplegando ante nosotros en toda su complejidad, una herida que se abre y supura todo su dolor, un relato para dar voz a esa gente que se mantuvo callada por miedo y por no hacerse más daño.

Como buen maño, Fuentes Reta reconoce que no pudo dejar de lado el legado de los aragoneses más ilustres: las pinturas negras de Goya, el onirismo de Buñuel y el color de Saura. Este complejo trabajo colectivo comienza "anclado en la sencillez de la "Cancioncilla del primer deseo" de Lorca que es un potente y eléctrico retrato de nuestra guerra, nuestra colonización, nuestro rapto, nuestra esperanza, nuestra raíz y nuestro futuro". Una impecable trama contada en tres etapas de la historia que nos muestran tres realidades y muchas más capas, esas que se van escondiendo y con el tiempo cuesta mucho sacar a la luz.



Centrándonos en lo que nos cuenta la obra, nos situamos de inicio en el Madrid de nuestros días, para conocer la historia de Camelia desde la decrepitud que sufre en la actualidad. Ella es la hija de una pareja de gran influencia en los tiempos de la dictadura, y conforme vamos conociendo su historia se nos van abriendo más incógnitas sobre esta familia y su entorno. En esa casa madrileña en la que Camelia vive sus últimos años de vida, también podremos conocer a sus hijos, Julia y Luis, mellizos que siempre terminan la frase del otro pero que tienen entre sí una relación digamos que complicada. La llegada de un cuarto personaje (un joven colombiano al que invita Luis a la casa para que cuide de la madre) hará que todo cambie. Ese jardín decrépito y descuidado del patio de la casa comenzará a tener vida de nuevo, al igual que Camelia, que parece que con la llegada del joven vuelve a la vida y comienza a recuperar los recuerdos de su oscuro pasado.




Este nuevo escenario hace que se empiecen a abrir todas las puertas del pasado que habían permanecido cerradas tantos años, y con ellas salen a la luz todos los secretos que habían lastrado a la familia durante décadas. Una herida que lleva abierta y gangrenándolo todo demasiado tiempo. Esta herida se abre como una falla, adentrándonos en la posguerra y la heredad de las fosas sin abrir del franquismo, y más aún, en el colonialismo y la leyenda negra española. El relato transita las distintas capas de esta historia de manera exquisita, encajando poco a poco las piezas de este rompecabezas desgarrador, en el que iremos descubriendo las atrocidades de la vida de esta familia. Una pieza que va creciendo en intensidad, desde un onírico inicio hasta el demoledor final, pasando por escenas costumbristas que se entremezclan con comedia, drama, surrealismo y sobre todo, mucha verdad, la que transmite la historia y sobre todo los intérpretes que dan vida a todos estos personajes.



Y estos intérpretes que hacen un trabajo tan excelso como demoledor son Consuelo Trujillo, Olga Díaz (papel que suele interpretar Pilar Gómez), Borja Maestre y Jorge Muriel. Un trabajo demoledor de todos ellos, con unos cambios de personaje memorables. Los cuatro actores duplican personaje, siendo estos antagónicos y con una complejidad máxima todos ellos. El trabajo de elenco que realizan los cuatro intérpretes es maravilloso, con unas cuidadas transiciones entre escenas, un continuo combate interpretativo en cada escena y una química que traspasa la cuarta pared

Consuelo Trujillo está impecable, desoladora en el papel de la actual Camelia y empoderada en sus interpretaciones de épocas pasadas. Un personaje oscuro, indefenso, desgarrado por la vida, desorientado, al que la actriz le da ternura dentro de esa complejidad, la muestra frágil y ausente, pero a la vez con ganas de poder salir de esa oscuridad para contar la verdad, una maravilla. Por su parte, Olga Díaz, que interpretó a Julia en el pase al que acudimos, es todo energía y fuerza. Un personaje, el de Julia, déspota, mal encarado, enfadado con el mundo y especialmente con su familia. La actriz realiza un trabajo fabuloso, en el que sabe dar a cada personaje la fuerza necesaria, la rabia frente a la mesura de su otro personaje, la pasión frente a la subordinación. Jorge Muriel interpreta a Luis, el acomplejado hijo que trae al chico colombiano a casa con el deseo de conquistarlo. El actor nos muestra a un personaje inseguro, dolido con el mundo, que está harto de vivir escondido. Por último Borja Maestre da vida al chico colombiano, un personaje que en principio parece ser el único con buen talante, pero que esconde algún oscuro episodio en su pasado.



Todo esto sucede en una cuidada escenografía diseñada por el propio director Julián Fuentes Reta junto con Ciru Cerdeiriña. Un lugar oscuro, lúgubre, que nos lleva al patio de la casa de la casa familiar pero que se desdoble en los distintos escenarios por los que transcurre la historia. Imprescindible en el montaje es el diseño de iluminación de Ciru Cerdeiriña que consigue trasladarnos a ese ambiente decadente, turbio, en el que las penumbras tienen tanto peso como las luces. Ciru consigue fragmentar el espacio con la iluminación, para las escenas de las diferentes épocas, de forma impecable. El embriagador y envolvente espacio sonoro ha sido creado por Iñaki Rubio. Y por último, el vestuario creado por Berta Grasset nos traslada de forma eficaz por las distintas épocas y dota de personalidad a cada uno de los personajes. 



En definitiva, estamos ante una pieza exquisita, en la que la emoción y la rabia nos recorren el cuerpo de principio a fin. Una compleja historia que se cuenta desde los puntos de vista de los diversos personajes, para mostrarnos las distintas aristas del conflicto. Un texto soberbio, cargado de matices y con una infinidad de capas que se nos van mostrando con maestría. Y todo ello con un elenco maravilloso, que sabe impregnar a cada personaje de una personalidad y una fuerza que nos hipnotizan. Una de las obras más impactantes y demoledoras que hemos visto esta temporada. No duden en acercarse al Abadía para disfrutar del complejo mundo de esta familia, recordando su historia desde el jardín de esta casa que encierra tantos fantasmas. 

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Teatro: Teatro Abadía. Sala José Luis Alonso
Dirección: Calle Fernández de los Ríos 42.
Fechas: Del 27 de Abril al 14 de Mayo. De Martes a Sábado a las 20:00. Domingo a las 19:30. Duración aproximada 90 minutos.
Entradas: Desde 10€ en TeatroAbadiaDossierPrograma de mano.

REPARTO

Consuelo Trujillo

Pilar Gómez / Olga Díaz 

Borja Maestre

Jorge Muriel

FICHA ARTÍSTICA

Producción: Octubre Producciones/Flower Power

Texto: Andrew Bovell

Versión: Jorge Muriel

Dirección: Julián Fuentes Reta

Diseño de Iluminación: Ciru Cerdeiriña

Espacio sonoro: Iñaki rubio

Espacio escénico: Julián Fuentes Reta/Ciru Cerdeiriña

Ayudante de escenografía: Carlos Brayda

Asistencia de dirección: Angelina Mrakic

Vestuario: Berta Grasset

Fotografías Javier Naval

Trailer y contenido audiovisual David González/2 VISUAL

Jefa de Producción Beatrice Binotti

Dirección de producción Nadia Corral

Agradecimientos Yolanda Mozota y Pau Arán Gimeno



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