Liebestod. El olor a sangre no se me quita de los ojos. Juan Belmonte. Teatros del Canal

Llegamos a las puertas de los Teatros del Canal con la emoción de quien sabe que va a ver algo diferente. La atmósfera que se respira es la de un gran acontecimiento. La vida y la muerte se dan cita en las tablas de la sala roja, de la mano de la gran Angélica Liddell. Una descomunal propuesta que nos hará emocionarnos mientras nos zarandea, que nos golpeará con rabia mientras aplaudimos enloquecidos, que nos hará asomarnos al abismo de nuestras propias contradicciones. Todo eso y mucho más nos espera en esta plaza de toros creada para la ocasión. Salten al ruedo y déjense llevar.




El hecho de ir a ver un espectáculo de Angélica Liddell sobrepasa el mero evento teatral para convertirse en una liturgia, una peregrinación, un acto de fe, para descubrir el mundo a través de la transgresora mirada de esta singular artista. Una vez más ha conseguido dejar la impronta de un espectáculo poderoso, irreverente, de una crudeza desgarradora, que destila verdad y con una contundencia en el discurso que nos abruma y nos sorprende a partes iguales.


Se me ocurren pocas maneras mejores de comenzar un festival. El pasado jueves se dio el pistoletazo de salida a la edición número 41 del Festival de Otoño, con una sala roja de los Teatros del Canal llena y expectante para ver a Angélica Liddell. Esta edición (que arranca con polémica por la noticia de que Alberto Conejero deja de ser el director del festival) contará con 38 compañías, colectivos y artistas que vienen de un total de 12 países y 6 comunidades autónomas. Conejero afirma que "una vez más conviven sin jerarquías el teatro de texto, el de objetos, el teatro físico, la danza y, este año, con mucha mayor presencia que en anteriores, la música. Nuestra voluntad es trascender estas categorías, que la escena sea un lugar para la hibridación, para lo que escapa de las taxonomías".

 

Con 9 estrenos absolutos, 7 estrenos en España y 34 en la Comunidad de Madrid, el festival se va a desarrollar en 13 espacios de la capital y en otros 15 de la región. La primera semana, además de Angélica Liddell, se presentan un total de 13 espectáculos entre los que destacan "Villa" de Guillermo Calderón (también en los Teatros del Canal), "Experiencia II: Encuentros breves con hombres repulsivos" de Daniel Veronese (en el Centro de Cultura Contemporánea Condeduque), "Amadora" de María Velasco y Tulsa (También en los Teatros del Canal), "Una casa en la montaña" de Albert Boronat (en el Círculo de Bellas Artes), "Contención mecánica" de Teatro de los Invisibles (en el Teatro del Barrio) o "Yo deseo (recital electrónico de inconfesiones femeninas)" de Eva Rufo y Enrico Barbaro (en la sala Réplika Teatro).




Pero volvamos a la Sala Roja, para hablar de "Liebestod. El olor a sangre no se me quita de los ojos. Juan Belmonte", la nueva propuesta escénica de la que es considerada a día de hoy nuestra arttista más celebrada internacionalmente. La obra se estrenó en 2021 en el Festival de Avignon, la meca del teatro europeo, y como es habitual agotó entradas y cosechó encendidas ovaciones. Tras ser aclamada en París, Berlín, Bruselas, Praga, Lausanne, Barcelona o Estocolmo, llega ahora a Madrid, donde agotó a los pocos días de ponerse a la venta las entradas. Esta portentosa pieza, que nace en torno a la figura del mítico torero Juan Belmonte y que se cruza con Wagner, destila toda la singularidad de las obras de la artista catalana, llevándonos a lugares en los que nos sentimos incómodos, porque la crítica social y la reflexión vital deben salir de las propias entrañas de la vida, que en la mayor parte de las ocasiones nacen d lugares oscuros, a los que no queremos mirar.





Hablar de los montajes de Liddell con palabras es complicado, ya que es mucho más lo que se transmite, lo que se siente, la experiencia escénica que traspasa el concepto mismo de la obra para desbordar todo tipo de emociones y sentimientos. La propia autora reconoce que "Mis obras siempre están hechas en un cruce de caminos, allí donde uno se encuentra con los fantasmas de los ahorcados y los desertores de la ley, en fin, con la fuerza del inconsciente. Belmonte y Wagner se cruzan para hablar de una historia del teatro que es la historia de mis raíces y la historia de mis abismos. Se cruzan para darle voz a mi oscuridad y al origen de mis obras. El cielo cae a la tierra y el infierno sube al trono de Dios. No estoy tan preocupada por lo que se pueda entender, sino por lo incomprensible, por el asombro, por la Epifanía ante lo inexplicable. No me interesa la reproducción de la realidad sino de lo real, es decir, lo invisible. Lo explica el propio título, parafraseando a Francis Bacon: el olor a sangre no se me quita de los ojos". 





Como podemos leer en la web de los Teatros del Canal, si la vida es la tensa y constante fricción entre eros y tánatos, el teatro de Angélica Liddell, y más que ninguna otra obra, Liebestod, es un poema escénico consagrado a amar la muerte, espiral irresoluble. La artista quedó prendada de la figura del torero Juan Belmonte, del que se dice que "toreaba como era y era como toreaba". Y es que Angélica vio muchos paralelismos con su propia vida, esa necesidad imperiosa de estar creando continuamente, esa obsesión que le hace no saber vivir fuera del escenario, mientras sobre las tablas todo parece adquirir otra dimensión, como le ocurría a Belmonte en la plaza. Liddell busca el sentido espiritual de un personaje peculiar, tartamudo y suicida, pero en el que descubre todo lo que quiere contar. "El toreo es la danza entre el amor y la muerte por antonomasia". Con esta metáfora, Liddell encaja de forma magistral todo aquello que busca, lo que nos quiere contar. Para ella "el teatro, desprovisto de Dios, de inspiración, de rito, no vale nada. El teatro, como el toreo para el matador, se erige en un ejercicio espiritual donde es preciso incluso olvidarse de tener cuerpo". Es en este punto donde se añade la obra de Wagner, con su "Tristán e Isolda", la pieza musical adecuada para acompañar este baile eterno entre el amor y la muerte.



Con estas premisas iniciales, la autora vuelve a sorprendernos con un majestuoso montaje, lleno de imágenes que se nos clavan a fuego, de portentosas coreografías desgarradoras, con escenas que nos zarandean el alma, todo ello con un texto que nos golpea y nos seduce hasta dejarnos hipnotizados. Un prodigioso montaje en el que descuartiza los cimientos mismos de nuestra sociedad mientras nos regala su particular filosofía de vida, su inquietante mirada del mundo, la realidad tamizada por esta mente que va siempre un paso por delante de nosotros. Porque todo en este montaje es inquietante y épico. El propio título de la obra, Liebestod, significa literalmente "muerte de amor, o amor hasta la muerte", lo que nos debería dar una idea de por donde van a ir los tiros. Pero en los montajes de Liddell todo es sorprendente, siempre va un paso más allá de lo que imaginaríamos, solo ella es capaz de transmitir esas sensaciones, de crear esas imágenes, de construir un discurso tan demoledor y contundente. Y que todo el mundo quede maravillado, pese al lugar incómodo en el que nos coloca, pese a las contradicciones que nos plantea, a pesar del bombardeo al que nos somete.




Es una pena que los montajes de Liddell permanezcan tan poco tiempo en cartel, ya que es una experiencia que debería llegar a todo el mundo, sumergirse en este particular universo para descubrir a una de las pocas artistas en el mundo que crea contra su presente y busca la transfiguración en el escenario, algo que no suele verse en los escenarios, y menos en los grandes teatros de Madrid. De este modo, deberíamos acercarnos a sus montajes con la misma entrega que ella pone en sus creaciones, algo ciertamente complejo. Leemos que "la pasión y la espiritualidad que ella propone, que siempre persigue dibujar el rostro de Dios y como Sísifo fracasa y vuelve a empezar". Pero no debemos olvidar que, por mucho que nos llegue el mensaje y nos impacte la propuesta, lo que ocurre en un escenario teatral es sagrado y real y apela al espíritu de lo sublime, sin por ello darle la carta de veracidad allende los muros del edificio. El escenario es terreno de amor, pensamiento y deleite y solo la inteligencia puede discriminar el peligro real de la violencia poética y dar paso a una emoción que, bajando a los infiernos, conquista el cielo.




Todo este prodigio, tanto conceptual como estético, transcurre en un espacio escénico, creado por la propia Angélica Liddell (que también se ha encargado del diseño de vestuario), que nos traslada a la plaza de toros, en la que todo es posible, y la vida y la muerte se miran a la cara amenazantes. Con unas texturas perfectamente definidas por la precisa e impecable iluminación de Mark Van Denesse, con unos telones que mutan en capotes, con un excesivo espacio sonoro, que potencia la propuesta, a cargo de Antonio Navarro. Una estética colorista y luminosa que por momentos contrasta con la crudeza del discurso, pero que nos deja imágenes que se nos graban para siempre en la memoria.


En definitiva, poco se puede decir que no se haya dicho ya sobre Angélica Liddell. Era mi primera vez y salí absolutamente emocionado con lo que vi, aunque por momentos no supiese exactamente lo que estaba viendo. Pero todo es diferente, original, emocional, transgresor, provocativo, y a la vez de una elegancia y una belleza antológicas. Una creadora singular, que transgrede lo establecido para crear su propio universo, para construir su propia narrativa, para vivir por y para crear, con la única obsesión de su próximo montaje, una artista que vive para crear, una creadora que vive en el arte.

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Teatro: Teatros del Canal. Sala Roja
Dirección: Calle Cea Bermúdez 1.
Fechas: Del 9 al 12 de Noviembre. De Jueves a Sábado a las 20:30. Domingo a las 19:00.
Duración: 120 min.
Entradas: Desde 9€ en TeatrosCanal


Con: Angélica Liddell, Borja López, Gumersindo Puche, Palestina de los Reyes, Patrice Le Rouzic, Ezekiel Chibo y la participación de figurantes

Texto, dirección, escenografía y vestuario: Angélica Liddell
Iluminación: Mark Van Denesse
Sonido: Antonio Navarro
Asistente de iluminación: Justo Algaba
Asistente de dirección: Borja López
Regiduría: Nicolas Guy Michel Chevallier
Director de producción: Gumersindo Puche
Traje de luces: Justo Algaba
Entrenador de animales: Catvertise

Producción: Atra Bilis, NTGent

Coproducción: Festival d’Avignon, Tandem Scène nationale Arras-Douai, Künstlerhaus Mousonturm (Francfort)

Angélica Liddell es artista asociada al CDN d’Orléans




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