La sala pequeña del Teatro Fernán Gómez nos trae un regalo para los sentidos de la mano de Bécquer y la compañía la Otra Arcadia. Ninguna obra más apropiada que ésta para aplicar aquello de “lo breve si bueno..” o menos es más. Después de leer la reseña lo entenderán.
Lo primero que me llamó la atención
al llegar fue la disposición de los asientos, distinta a lo que suele ser
habitual en la sala Jardiel Poncela. El escenario a oscuras no dejando ver
apenas más que la silueta de los muebles y objetos que se intuían.
Cuando toda la sala estaba a oscuras
con el espectáculo a punto de comenzar, la música de un piano rompió el
silencio; nada más llamativo que una obra donde la palabra es el eje principal
se inicie con música. A medida que el piano sonaba, por la parte derecha del aparecía
David Luque (el poeta), muy despacio, como una sombra, como un fantasma
y poco a poco se iba haciendo la luz como uno de esos amaneceres otoñales.
Iban surgiendo los primeros versos, Pensamientos,
“Vosotros los que esperáis con
ansia la hora de una cita, los que contáis impacientes los golpes del reloj
lejano, sin ver llegar a la mujer amada”. Mientras David recitaba los primeros
versos, la silueta de una mujer se entreveía detrás de un gran telón de gasa
blanca. Beatriz Argüello (la musa) camina muy muy despacio hacia el
centro del escenario para encontrarse con David.
A continuación,
llegaba una rima:
Pasaba arrolladora en su hermosura,
y el paso le dejé,
ni aun mirarla me volví, y no
obstante
algo en mi oído murmuró: «ésa es».
Todo ello acompañado de las maravillosas melodías que interpreta Jorge Bedoya. Y sigue otra rima:
Yo sé cuál el objeto
de tus suspiros es,
yo conozco la causa de tu dulce
secreta languidez.
Olas gigantes que os rompéis bramando
en las playas desiertas y remotas,
envuelto entre la sábana de espumas,
¡llevadme con vosotras!
Pero no solo es poesía, es
sentimiento, interpretación, voz y música, palabra y canción. Y es así como
surge la cálida voz de Raquel Riaño que interpreta Volverán las
oscuras golondrinas….
Continúan con “Los invisibles átomos
del aire, en derredor palpitan y se inflaman”, a la que sigue; “Sacudimiento
extraño, que agita las ideas, como huracán que empuja, las olas en tropel”.
Y llegamos así a una de las piezas
más hermosas, “No digáis que agotado su tesoro”.
De este modo la poesía de Bécquer va
inundando todo el teatro, no sólo el escenario, también el patio de butacas.
Ambos intérpretes vagan por todo el escenario como si se buscaran y nunca
llegaran a encontrarse.
Los versos continúan “Yo soy
ardiente, yo soy morena” y “Besa el aura que gime blandamente” hasta que
llegamos probablemente a la pieza más conocida:
¿Qué es poesía?,
dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.
El duelo dialéctico es cada vez más intimo y personal, un duelo únicamente interrumpido por las canciones de Raquel, que viene con su voz a rebajar la intensidad de la propuesta poética. Pero como en todo duelo ni siquiera la música y las canciones dan tregua.
Los suspiros son
aire y van al aire.
Las lágrimas son agua y van al mar.
Dime, mujer, cuando el amor se olvida,
¿sabes tú adónde va?
En uno de los momentos más intensos del recital, poeta y musa por fin se encuentran en el escenario y surgen poemas como éste:
Por una mirada, un
mundo;
por una sonrisa, un
cielo;
por un beso... yo no
sé
qué te diera por un
beso.
O este otro:
Tu pupila es azul, y
cuando ríes,
su claridad suave me
recuerda
el trémulo fulgor de
la mañana,
que en el mar se
refleja.
Pero nada dura para siempre y como todo gran amor después de ese reencuentro entre musa y poeta, vuelven a separarse. Los mejores poemas siempre surgen del desamor, de la nostalgia, de la despedida, de la melancolía. Según va pasando el tiempo vamos idealizando cada vez más el amor perdido o el amor no correspondido.
El poeta continúa su recitar:
Al ver mis horas de
fiebre
e insomnio lentas
pasar,
a la orilla de mi
lecho,
¿quién se sentará?
Vano
fantasma de niebla y luz es un montaje donde música, danza y palabra se unen para
mostrarnos las distintas fases por las que pasamos, desde la búsqueda del amor
soñado, pasando por el encuentro con él y el inevitable momento en que esa amor
desaparece y nos instala en la melancolía de lo que fue y ya no será.
Lara Contreras es
la responsable de una escenografía sencilla, únicamente un sillón y un gran telón
de gasa blanca, sencilla como decía pero notable; nada debe hacer sombra a la
protagonista de la obra, la palabra. Junto a ella Ana Contreras
es la responsable de la iluminación, una luz muy cuidada en cada momento para
reforzar el carácter intimista de la obra.
Raúl
Losánez
es el responsable de la versión y dramaturgia, suya es la difícil selección de
los poemas, desde los más “famosos” que no podían faltar hasta otros menos conocidos
pero repletos de enorme ternura y sensibilidad.
En palabras del propio Losánez, “La obra de Bécquer sigue hoy siendo genial porque va muchísimo más allá de cualquier experiencia concreta suya; sus poemas son siempre fruto de un cuidado proceso de reflexión y depuración estilística sobre temas en verdad muy generales”, y continúa señalando que “El tema fundamental de Vano fantasma de niebla y luz es el de la búsqueda de un ideal inalcanzable; el de la aspiración -común a todos, por muy quimérica que sea- a encontrar un modelo de perfección donde pueda radicar la felicidad. Y la propia creación poética funciona en el espectáculo como motor de esa búsqueda”.
Sobresaliente
Ana Contreras en la dirección que consigue con su trabajo una obra muy intimista
e intensa al mismo tiempo. Respecto a la obra Ana señala que “Vano fantasma
de niebla y luz es un espectáculo poético, musical y performático en el que
la música, la danza y la luz se unen a la poesía de Bécquer para transmitir
el sentimiento romántico de anhelo de plenitud. Una plenitud que el poeta
vislumbra, más que alcanza, a través del amor y de la creación artística”.
En cuanto
al elenco lo forman como ya hemos indicado Beatriz Argüello, David Luque, Jorge
Bedoya y Raquel Riaño, estupendo el buen hacer de todos ellos con una
actuación muy coral. Donde desde sus distintas disciplinas nos van acercando la
delicadeza y calidez de los versos del poeta. No obstante destacaría a Beatriz
Argüello, una maravillosa musa con un momento muy visual, una coreografía donde
nos muestra una pequeña muestra de su expresión corporal. También me encantó Jorge
Bedoya encargado tanto de abrir como de cerrar la obra con la música de su
piano. Impecable la selección de las piezas y aún mejor la ejecución, un regalo
para nuestros oídos.
En
definitiva como indicaba, un regalo para los sentidos durante poco más de una
hora; de ahí lo señalado al inicio sobre “lo bueno si breve” y menos es más.
Evidentemente se me hizo corto y me hubiera gustado un poquito más, pero a
pesar de ello un montaje imprescindible y que si el tiempo me lo permite
intentaré volver a ver y disfrutar.
* * * * * * *
Teatro: Teatro Fernán Gómez (Sala Jardiel Poncela).
Dirección: Plaza de Colón, 4.
Horarios: Del 3 al 12 de noviembre.
De martes a domingo a las 20.30
horas.
FICHA ARTÍSTICA
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