Nao D’Amores eleva a Calderón tanto como Lindabridis a su famoso castillo.
Según nos explica la Compañía, la obra se estrenó en una fiesta cortesana hacia 1661. La representan hoy, en 2024, este equipo que desborda conocimiento, gusto y generosidad a la hora de compartir con nosotros a Calderón.
Solo puedo decir que me generó fascinación, una fascinación infantil ver cómo ante mí emergía una escenografía como un libro desplegable, cómo surgía del suelo provocando constantemente una sorpresa.
En Tartaria, se enfrentan Lindabridis y su hermano Meridián, hijos ambos de Brutamonte. Nos explican “solo hereda y preside el que él en su testamento a la hora de morirse deja en sus hijos nombrado (…) sin que la ley tan solo olvide las hembras, pues no lo es que el ser mujeres nos quite la acción de reinar”.
Dado que su padre ha fallecido sin nombrar sucesor, Meridián desafía a Lindabridis a encontrar a un esposo que “(…) si me excede o compite en valor, ingenio y gala, desde aquí quiero rendirme a sus plantas”.
Contado esto al mágico Antistes, resuelve: “este castillo en que asistes, alcázar portátil sea”.
En la entrada de la cueva del fauno creí reconocer la seña del Parco dei Mostri de Bomarzo, esa boca de piedra enorme, temible. En el propio fauno, creí ver al joaldunak de la cultura vasca, con unos cencerros a la espalda. En boca de Miguel Ángel Amor, el fauno, una de las frases que más me gustaron “(…) que mil cobardes no hacen un valiente para lidiar conmigo”.
También el oleaje brotó del escenario y cada banco, vestido, espada, tenía algo digno de atención. Como ellos mismos describen, es una auténtica obra de orfebrería.
En boca de Paula Iwasaki, todo el ingenio de Claridiana, toda la gracia, el mejor trote que se ha visto a lomos de un caballo invisible.
“El Príncipe Claridiano soy, de Trinacria heredero; mis vasallos son el Etna el Volcán y el Mongibelo. ¿Veis cuánto fuego os he dicho?”.
Tampoco faltan momentos de duda y dolor, cuando cree que su amor ya no es suyo sino de otra:
“(...) Para mí escribiste en agua tantos perdidos requiebros, y para ella en bronce escribes la constancia de tu pecho?
¿A ella fineza, a mí olvido?
¿A ella agrado, a mí desprecio?
¿A ella firme, a mí mudable?
¿A ella apacible, a mí fiero?
¡Dadme paciencia, cielos,
si puede haber paciencia!”
Bailes, combates, música, bancos que se convierten en castillo. ¿De quién es la escenografía? Tengo que recurrir al programa de mano: Cecilia Molano y David Faraco, los aplaudo en pie.
Vayan a ver este regalo que, por suerte para nosotros, viene del Siglo XVII a nuestros teatros.
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Reparto
Miguel Ángel Amor
Mikel Arostegui
Alfonso Barreno
Alba Fresno
Inés González
Paula Iwasaki
Alejandro Pau
Isabel Zamora
Dirección y versión
Ana Zamora
Asesor de verso
Vicente Fuentes (Fuentes de la Voz)
Arreglos y dirección musical
Miguel Ángel López y María Alejandra Saturno
Vestuario
Deborah Macías (AAPEE)
Escenografía
Cecilia Molano y David Faraco
Iluminación
Miguel Ángel Camacho
Coreografía
Javier García Ávila
Trabajo de objetos
David Faraco
Asesor de movimiento
Fabio Mangolini
Asesor de danza barroca
Jaime Puente
Asesor de armas
José Luis Massó (AAPEE)
Ayudante de dirección
Álvaro Nogales
Producción ejecutiva
Germán H. Solís
Dirección técnica Nao d’amores
Fernando Herranz
Prensa Nao d’amores
Josi Cortés
Ayudante de escenografía
Almudena Bautista
Ayudante de vestuario
Victoria Carro
Realización de escenografía
Purple Servicios Creativos
Pintura escenográfica
Nuria Obispo
Realización de vestuario
Maribel Rodríguez y Ángeles Marín
Realización de utilería
Miguel Ángel Infante y Paco Cuero
Coproducción
Compañía Nacional de Teatro Clásico y Nao d’amores
Colaboración
Ayuntamiento de Segovia y Junta de Castilla y León
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