La prueba de que una comedia no tiene por qué ser superficial y puede estar atravesada de infinidad de emociones
Poso, peso, paso. Poso para leer el presente, abrazar el pasado e ir ligerito de peso, con las cuentas al día, dando paso a la vida por construir.
Llega Gema a la sala, con gesto afable y atolondrado, nos intenta explicar el motivo de esta sesión grupal, pero no encuentra el modo, intenta rehacer varias veces su explicación y nos comenta que es difícil conseguir palo santo en Madrid. Tiene esa gracia por la que yo tengo debilidad, de la que parece ocurrir casi por despiste, como si se le cayera.
Nos cuenta que está cambiando, como las serpientes, que cambian hasta la piel de los ojos. Ecdisis se llama este proceso, se lo explicó un amigo montañista. Y no sé si soy demasiado literal, pero me imagino a una serpiente pronunciando esa palabra, haciendo especial hincapié en la “s”, ecdisssssissss.
Nos dice que necesita que la ayudemos a encontrar a su padre y pregunta si hay algún músico en la sala. Casualmente, Juan Ignacio es pianista. “En re menor, por favor. Espera que te conecto” y le dibuja un círculo alrededor de la cabeza con el palo santo.
Canta La cobra y nos dice que sospecha que las metáforas no son lo nuestro.
Nos cuenta la historia de sus padres, corría el año ‘82, su madre estudiaba Pedagogía, su padre preparaba las pruebas para el conservatorio mientras instalaba ventiladores. A ella le quedaron tres asignaturas para septiembre, él instalaba ventiladores en la biblioteca. A su primogénita le pusieron Gema.
Nos dice que eran una familia normal, de clase media. Él se fue y ahí viene el golpe a la boca del estómago: “Gema con siete años y las polillas que se comen ávidas la ropa que él no se llevó”. Duele incluso unos días después, él se fue, Gema con siete años.
Intenta darle cierto orden a ese relato, pero la “tristeza tiene un efecto acordeónico”, los poderes aparecieron después de que él desapareciera.
Nos canta La fugitiva y nos dice que suena la voz del difunto Agustín Lara:
“Un juramento que fue promesa fugitiva
Una mirada que fue mentira
Un panorama que fue como una pincelada (...)
La fugitiva sensación de un beso largo que se me escapó”
Los muertos la contactan para cerrar asuntos pendientes. “Toda la eternidad para pensar lo que hiciste bien, lo que hiciste mal. Hay personalidades que no lo soportaríamos”.
Que nadie se asuste, sobran las risas, pero siempre tengo ese miedo, hablar de una obra es como intentar abrir un regalo, despegar el papel lo suficiente como para despertar interés, pero no tanto como para dejarlo todo a la vista.
Tres afortunados de la sala son interpelados por ella. La primera, a quien le da el nombre de Iris, contacta con su abuela, ¿se imaginan discutir con alguien en el más acá y también en el más allá? Le canta esa maravilla, La gran tirana: “Según tu punto de vista yo soy la mala, vampiresa en tu novela, la gran tirana”.
A Pilar le dice que no sabe nada de la herencia, pero que busque un plan B.
Con respecto al novio de la juventud, el de la moto, nos llega:
“Pasarán más de mil años, muchos más
Yo no sé si tenga amor la eternidad
Pero allá, tal como aquí, llevarás sabor a mí”
Carlos le pregunta a su madre si le perdona que dejara su máster en Derecho internacional, sospechamos que sí.
Mi segunda debilidad, mi gran debilidad, cuando contacta Edtih Piaf, escucharla cantar, escucharla hablar en francés. “Non, je ne regrette rien. De algo te arrepentirás, Edith, si te estás apareciendo cada vez que abro la heladera”.
Y al interactuar con ella, reflexiona, a Edith también la abandonó su padre, se fue a vivir al burdel de la abuela, y esa era la abuela buena. Me reservo la reflexión que le regalaron los payasos del circo y las prostitutas del burdel, para que Gema se la cuente en directo.
Es hechizante escucharla cantar La foule. De aquí en adelante, no quiero contar más, por qué encendimos unas velas, por qué las apagamos o qué decía la carta a su padre, bueno, solo un trocito: “te quiero tanto que me arde, como el agua oxigenada sobre una herida fresca por un raspón en el cemento”. ¿Me emocioné? Por supuesto que sí.
Gracias Gema por ese ejercicio colectivo en el que pudimos “conectarnos con la vida y dejar de evadirnos”, qué bonito pensar que estás aquí, en Madrid. Ojalá este reestreno sea el inicio de muchas funciones en el Teatro Pavón. Gracias a Delfina Braun por crear esa atmósfera tan especial.
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Ficha artística
Dramaturgia: Juanfran García y Delfina Braun
Dirección: Juanfran García y Virginia Smith
Con: Delfina Braun
Música en directo: Juan Ignacio Donalicio
Escenografía/cartelería: Marina Fernández y Loli Paz
Vestuario: Joha Orrego Gil
Iluminación: Dennis Smith
Comunicación: Sonia Calvo
Fotografía: Eva Banegas y Alicia Lehmann
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